
La IA acelera y optimiza la producción de medicamentos, pero su aplicación plantea dilemas éticos. Por ello, Farmaindustria presenta una guía de recomendaciones para garantizar un uso responsable.
El sector farmacéutico ha emergido como uno de los pioneros en la adopción de tecnologías de Inteligencia Artificial, revolucionando cada aspecto de su cadena de valor. La IA, junto con su rama más avanzada, la IA Generativa (GenIA), está acelerando de forma significativa la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos. Esto no solo reduce el tiempo necesario para que los medicamentos lleguen al mercado, beneficiando a los pacientes que requieren tratamientos urgentes y a la industria que mejora su capacidad de innovación y respuesta ante las demandas de salud pública, sino también la precisión y la calidad de los desarrollos, abriendo la puerta a terapias más efectivas y personalizadas.
En las plantas de fabricación, la IA ha revolucionado los procesos productivos al introducir una nueva capa de automatización y análisis de información. Estas tecnologías permiten que grandes volúmenes de datos sean procesados en tiempo real, ajustando de manera dinámica los parámetros de producción para maximizar la eficiencia, reducir los desperdicios y garantizar la calidad del producto. Además, cuenta con la capacidad de prever fallos técnicos antes de que ocurran, lo que permite minimizar el tiempo de inactividad de las máquinas y reducir los costos asociados a paradas imprevistas o reparaciones mayores. Esto mejora la productividad y extiende la vida útil de la maquinaria y los recursos. También gestiona de forma inteligente los stocks e inventarios. Mediante la monitorización de las tendencias se pueden pronosticar cambios en la demanda y ajustar la fabricación para evitar el exceso o la escasez. Esto aporta un enfoque más sostenible y responsable a la gestión de recursos.
La seguridad en las plantas de producción es otro ámbito en el que la IA marca una diferencia significativa. Gracias a la monitorización en tiempo real del comportamiento de los empleados, se pueden identificar patrones de riesgo y alertar sobre acciones que podrían generar accidentes, mejorando así la seguridad laboral.
Pero es en el ámbito de la investigación biomédica donde la IA está demostrando su mayor potencial. En la fase de desarrollo de nuevos medicamentos, puede analizar grandes bases de datos de pacientes, identificando con precisión a aquellos que cumplen con los criterios específicos para participar en ensayos clínicos. Esto agiliza significativamente la selección y mejora la eficiencia de los tratamientos. Mediante modelos predictivos, la IA puede determinar qué pacientes tienen más probabilidades de responder positivamente, lo que aumenta también las tasas de éxito de los estudios. Un nuevo enfoque que permite, además, garantizar una mayor diversidad en los perfiles de los pacientes, asegurando que los resultados sean aplicables a diferentes grupos de población.
La IA Generativa, por su parte, está transformando la manera en que se crean y actualizan las guías de práctica clínica, esenciales para garantizar que los profesionales de la salud sigan las mejores prácticas basadas en registros pasados. Ahora, pueden ser personalizadas y adaptadas a las necesidades específicas de cada paciente, mejorando la precisión de los tratamientos recomendados, y actualizándose de manera ágil conforme surge nueva evidencia científica.
5 recomendaciones para su uso ético en salud
La aplicación de la IA en el sector de la salud, sin embargo, plantea retos éticos, por lo que es fundamental disponer de un marco normativo que guíe su aplicación. Por ello, Farmaindustria, asociación que agrupa a las compañías farmacéuticas innovadoras en España, ha elaborado una serie de recomendaciones para su uso.
Es fundamental garantizar la transparencia en el desarrollo, implementación y uso de soluciones de inteligencia artificial, asegurando que tanto los procesos como los algoritmos sean comprensibles y explicables. Asimismo, deben establecerse mecanismos de rendición de cuentas que posibiliten la supervisión y el escrutinio público de las aplicaciones de IA en el ámbito de la salud, promoviendo así un uso ético y responsable de estas tecnologías.
Hay que garantizar el respeto a la igualdad, evitando sesgos y cualquier forma de discriminación. Para garantizar un desarrollo e implementación equitativos, se debe asegurar la inclusión de diversos grupos de pacientes y profesionales de la salud en el diseño y validación de estas soluciones, permitiendo así que sean representativas y efectivas en distintos contextos.
Como en todo proceso de digitalización, se requieren salvaguardas sólidas que garanticen la seguridad de la información personal y la privacidad de los usuarios. Se debe asegurar el consentimiento informado y el respeto por la autonomía de los pacientes en el tratamiento de sus datos, promoviendo una gestión ética y transparente.
La seguridad y fiabilidad de las soluciones de IA en salud son aspectos fundamentales para minimizar riesgos de errores, fallos o resultados perjudiciales. Para ello, es necesario establecer procesos rigurosos de validación y monitoreo continuo que permitan garantizar la calidad y el desempeño adecuado de estas tecnologías.
Por último, la supervisión humana y la responsabilidad en el uso de la IA son cruciales para su aplicación en el sector de la salud. Hay que mantener el control humano en la toma de decisiones críticas, asegurando que la inteligencia artificial complemente, pero no reemplace, el juicio profesional. Además, se deben definir claramente las responsabilidades de los distintos actores involucrados en su desarrollo y uso, garantizando así la rendición de cuentas y la confianza en estas innovaciones tecnológicas.
La inteligencia artificial impulsará avances significativos en el sector. Capaz de mejorar la eficiencia de los tratamientos, la investigación y la producción farmacéutica, tiene el potencial de transformar radicalmente la atención médica. No obstante, solo mediante un enfoque responsable y basado en la supervisión humana, se podrá consolidar un modelo de innovación tecnológica que beneficie a toda la sociedad sin comprometer los principios fundamentales de la ética médica.