Abukar Albadri, Mogadiscio

El sur de Somalia sufre una grave sequía que ha dejado desiertas cerca de treinta villas y que obliga a la población a pagar precios prohibitivos por el agua que consume.

«Desde el tsunami de 2004 la gente se enfrenta a problemas como los combates, la sequía y las inundaciones, y no vemos ayuda por ningún lado», se queja Ugas Abdinur, un anciano del distrito de Afmadow, en la región sureña de Jubba.

Somalia vive sin un gobierno central y en medio de la anarquía desde el derrocamiento del dictador Mohamed Siad Barré, en 1991, lo que desató una lucha entre los diferentes «señores de la guerra» que todavía persiste.

Las autoridades elegidas el año pasado en la vecina Kenia han comenzado a instalarse en Somalia, pero todavía no han podido garantizar la seguridad. Las agencias internacionales de asistencia, por otra parte, se han visto obligadas a restringir sus actividades.

Las poblaciones de la zona costera de Jubba soportan una sequía sin precedentes. La gente en la región atraviesa serias dificultades porque se han secado todos los puntos donde se podía conseguir agua. La escasez se produjo después de que las lluvias de otoño no aportaran suficiente agua a la región.

La gente ha comenzado a abandonar sus hogares y al menos 30 poblaciones han quedado desiertas porque sus habitantes se han trasladado a las ciudades para poder sobrevivir.

Se dispara el precio del agua

El precio de un barril de agua de 200 litros ha alcanzado los 150.000 chelines somalíes (unos 60 euros, al cambio oficial). Hace dos semanas, por la misma cantidad de agua se pagaban 5.000 chelines (dos euros). Los ancianos de las zonas de Dobley y Afmadow, como Ugas Abdinur, que encarnan algún sentido de autoridad en la región, están muy preocupados por las consecuencias de esta sequía y los pocos medios que hay para aliviarla.