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La gran coalición de Angela Merkel nació de la debilidad de las formaciones mayoritarias, cristianodemócratas y socialdemócratas, y los cuatro años de legislatura conjunta han acentuado su erosión, mientras los partidos "pequeños" -liberales, Verdes y La Izquierda- se crecieron en la oposición.

En 2005, Merkel se convirtió en canciller al frente de una coalición entre la Unión Cristianodemócrata, su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD), conscientes todos de que partían de una situación anómala. Por primera vez desde los años 50, la suma de las fuerzas mayoritarias no alcanzaba ni el 70% de los votos -un 35,2% para la CDU/CSU, un 34,2% para el SPD-. La debilidad los forzó a coaligarse, por no poderse apoyar de acuerdo a la tradición alemana en un socio menor. La experiencia no ha fortalecido a las filas de Merkel, que pese a la popularidad de la canciller se mantendrá, según los sondeos, en ese mismo nivel. La campaña electoral habrá sido un paseo para ella, pero ello no quita que, si se convirtió en canciller con el peor resultado de la CDU/CSU desde 1953, ahora se le vaticina un porcentaje idéntico.

Más dura es la factura que pagará el SPD, al que se pronostica sobre un 26% de votos, el peor resultado desde la fundación de la República Federal de Alemania para el partido más antiguo del país. El SPD ha tenido que ver cómo La Izquierda le relegaba a tercera fuerza en el este, amén de robarle terreno también en el oeste. La debilidad de los mayores amenaza el esquema de alternancia bipartidista, mientras emergen con fuerza los partidos minoritarios. A modo de vasos comunicantes, el electorado perdido por el SPD ha alimentado La Izquierda, liderada por el pos comunista Gregor Gysi y el ex socialdemócrata Oskar Lafontaine, mientras que el Partido Liberal (FDP) de Guido Westerwelle ha subido a costa de las filas de Merkel. En los liberales, el ascenso ha ido parejo a la sed del partido de los "sueldos altos" a estar de nuevo en el gobierno. En el caso de La Izquierda tiene hasta más mérito, puesto que están excluidos como socios en un gobierno federal por el resto de formaciones.

Cuando Westerwelle asumió el liderazgo liberal, en 2001, el FDP estaba de capa caída. De ser partido bisagra en casi todos los gobiernos de la RFA pasó a la oposición con el ascenso de Gerhard Schröder al frente de la alianza socialdemócrata-verde. Desde esa posición confusa para un partido acostumbrado a co-gobernar, Westerwelle recondujo a sus filas al ascenso. Del 6,2% con el que pasó a la oposición en 1998, se alzó con el 9,8% en 2005 y ahora se le pronostica hasta un 14%.