La autoridad provisional de Kirguistán reclamó ayer a Rusia asistencia militar inmediata para frenar el choque interétnico que estalló el viernes en la ciudad meridional de Osh, cobrándose la vida de al menos 70 personas, según el último balance oficial. El número de heridos asciende a más de ochocientos. Sin embargo, Moscú comunicó su intención de no intervenir en el país asiático.

Incapaz de aplacar el enfrentamiento descontrolado entre bandas de jóvenes kirguizes y uzbecos, la presidenta interina Rosa Otunbayeva, invocó el viejo paternalismo de Moscú con una carta remitida a su homólogo ruso, Dimitri Medvedev, en la que solicitó ayuda urgente para aplacar la espiral de violencia, que se desbordó el viernes.

Sin embargo, Rusia cree que no debe intervenir todavía. "Es un conflicto interno y no se dan las condiciones para que tomemos parte", declaró Natalya Timakova, portavoz del presidente ruso Medvedev.

Según la televisión estatal kirguiza, el gobierno central controla el centro de Osh, pero los disturbios y los tiroteos se han instalado en los extrarradios, donde reside la minoría uzbeca. Se trata del peor brote de violencia desde la rebelión del pasado 7 de abril en Bishkek, que se cobró 87 muertos y se saldó con el derrocamiento de presidente Kurmanbek Bakiyev.