La ola de violencia que padece México, donde los cárteles del narcotráfico libran una guerra por el control del negocio, deja cada día un saldo estremecedor. En los últimos cinco días, los tiroteos entre bandas y entre estas y las fuerzas de seguridad han dejado 150 cadáveres acribillados.

Entre las víctimas hay 18 de policías federales: tres en Chihuahua, 10 agentes abatidos en la emboscada del pasado lunes en Michoacán, en un ataque de miembros del cártel de la Familia. Ayer, se encontraron los cuerpos de cinco policías asesinados, tres de ellos decapitados. Los cadáveres fueron localizados en el municipio de Apodaca. Tres de ellos eran hombres, dos de los cuales habían sido decapitados, mientras que las dos mujeres tenían clavados en el pecho objetos punzantes con un "narcomensaje" atribuido al cártel de Los Zetas.

El resto de las víctimas son los 29 presos del penal de Mazatlán y los 85 muertos del pasado viernes. Incluidos los 20 ejecutados en Tamaulipas y los 19 drogodependientes en proceso de desintoxicación en un centro de Chihuahua, entre los que podría encontrarse también algún colaborador del crimen organizado.

Los últimos en caer fueron los 15 sicarios vinculados al narcotráfico que fueron abatidos este pasado martes en un enfrentamiento con efectivos del ejército mexicano en la ciudad de Taxco.

Más de 23.000 personas han muerto por la violencia generada por el narcotráfico desde finales del 2006, cuando el presidente Felipe Calderón, al asumir el cargo, lanzó al ejército para combatir a los cárteles de la droga.