Los efectos de la dura crisis por la que atraviesa la economía europea se hacen sentir como un huracán entre las fuerzas tradicionales que han marcado los gobiernos del continente desde 1945. Los resultados de las recientes elecciones legislativas en el Reino Unido, Holanda, Bélgica, Hungría o Eslovaquia -por citar las celebradas este año-, así como los comicios municipales y regionales en Francia, y la reciente hecatombe para la canciller Merkel en Renania del Norte- Westfalia lo reflejan. Pocos meses antes, en octubre de 2009, los griegos había echado del gobierno al conservador Costas Karamanlis (Nueva Democracia) y le dieron la mayoría absoluta a los socialistas de Giorgios Papandreu (Pasok). Fue una muestra del malestar de los electores ante la crisis. La situación económica heredada era tan asfixiante que el Parlamento de Atenas aprobó por estrecha mayoría un radical plan de austeridad -guiado por la UE- que redujo los salarios y las pensiones del sector público y aumentó los impuestos.

Los mandatarios democristianos y, sobre todo, socialdemócratas caen uno tras otro en cuanto se cuentan los votos en cualquier parte del continente. Por contra, las fuerzas nacionalistas de toda índole, la ultraderecha xenófoba o las distintas formaciones verdes se han visto favorecidas por el rechazo del electorado hacia el "establishment" político.

El ocaso laborista

En el Reino Unido, cuando Gordon Brown llegó a primer ministro en 2007, sucediendo a un desprestigiado Tony Blair, el Partido Laborista ya venía cuesta abajo. A Brown le correspondió afrontar la crisis que ya se avizoraba en tiempos de Blair. Sin embargo, los problemas financieros dispararon el déficit a extremos desconocidos. El resultado desemboco en la estrepitosa derrota de mayo pasado. Los laboristas cosecharon el peor resultado (258 escaños) desde la debacle del recientemente fallecido Michael Foot en 1983 (210 asientos) frente a Margaret Thatcher. Entonces, "la Dama de Hierro" logró una comodísima mayoría absoluta. Hoy el ambiente no es el mismo, el nuevo premier británico, David Cameron, se ha visto obligado a negociar un Ejecutivo con los liberaldemócratas de Nick Clegg, que pasaron por la campaña como la alternativa al sistema.

El fin de "Harry Potter"

Otro líder devorado por la situación fue, a primeros de junio, el primer ministro holandés, el democristiano Jan Peter Balkenende. El partido del llamado "Harry Potter", por su aspecto físico, perdió el poder estrepitosamente al caer de 41 a 21 escaños, por lo que un político que incluso optó a presidir el Consejo Europeo -antes que la solución gris del belga Herman Van Rompuy- dimitió de todos sus cargos minutos después del escrutinio.

La victoria por la mínima de los liberales (VVD) de Mark Rutte (31 escaños, 15 más que en 2006), frente a los laboristas (PdVA) de Job Cohen (30 escaños, tres menos) no solucionaron nada. Los focos se dirigen al auténtico ganador de los comicios: el ultra antiislámico Gert Wilders (24 escaños), que al frente del Partido de la Libertad (PVD) aspira a entrar en el gobierno. El fenómeno Wilders, que ha subido 15 escaños, amenaza con remover la estabilidad política holandesa, un país acostumbrado a las coaliciones, pero que el pasado jueves vio como se disipaba un posible acuerdo del centroderecha (liberales, Wilders y democristianos) al no comprometerse el partido de Balkenende. Ahora la alternativa es un Gobierno de liberales, laboristas y verdes (10 escaños) con algún que otro apoyo externo.

Con todo, la mayor sacudida se ha dado en Bélgica. Todos sabían de las dificultades para formar gobierno entre los partidos flamencos y valones -de todas las corrientes-, obligados por ley a repartirse las carteras. Sin embargo, casi nadie esperaba el triunfo histórico de los independentistas de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), dirigidos por Bart De Wever, un personaje peculiar que obtuvo un 30% de los votos y 27 diputados en la rica Flandes, la región más poblada de Bélgica, con un mensaje claramente soberanista. Bélgica toma el relevo a España como presidencia rotatoria de la Unión Europea el próximo 1 de julio con un ejecutivo en funciones liderado por el primer ministro saliente, el democristiano Yves Leterme, gran perdedor de los comicios, al lograr sólo el 17%. La UE urge a tener un Gobierno plenamente capaz tras el parón institucional del verano. El líder socialista valón, Elio Di Rupo, que desbanco a los liberales como primera fuerza en Valonia, está dispuesto a coger el timón del país. Sin embargo, el pasado viernes, De Wever, se descolgó con un programa de urgencia para formar gobierno: abordar seriamente la crisis financiera, llevar a cabo la reforma del Estado federal y reforzar la cohesión social. Parece el único con capacidad para coordinar una coalición, pero en Valonia nadie se fían.