La presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff, se comprometió hoy a garantizar las libertades de prensa y religiosa y a promover la "igualdad entre hombres y mujeres", pues son todos "principios esenciales de la democracia".

En su primer discurso tras la confirmación de los resultados del escrutinio, que le adjudicaron más de 55 millones de votos, Rousseff consideró que su elección "es una demostración del avance del país, que por primera vez será dirigido por una mujer".

Rousseff, que había acompañado el desarrollo del escrutinio en su residencia particular en Brasilia, compareció ante la prensa en un hotel, para un pronunciamiento en el que no hubo preguntas.

Con algunas lágrimas en los ojos, la economista, de 62 años, dijo que el resultado de las urnas le ha encomendado la "misión más importante" y "difícil" de su vida y registró, como el primero de sus compromisos, su intención de "honrar a todas las mujeres, para que este hecho inédito de hoy se multiplique" en toda la sociedad.

"Quiero que los padres y las madres miren hoy a sus hijas y les digan que una mujer puede ser presidenta de Brasil", declaró.

En su lista de promesas, dijo que garantizará "el derecho a la opinión y la expresión", el "empleo", la "distribución de renta", la "vivienda digna", la "paz social", la "más absolutas libertades de prensa, religiosa y de culto" y que velará por el estricto respeto "a la Constitución".

También se comprometió con la meta de "erradicar la pobreza", en el camino que inició el actual mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, su mentor político, para con quien tuvo especiales palabras de agradecimiento y reconoció como "el mejor presidente que ha tenido Brasil".

Rousseff hizo un llamamiento a los "empresarios, trabajadores, iglesias, a la prensa y a todas las personas de bien del país" a colaborar con un Gobierno que será "para todos, sin exclusión".

A la oposición, encarnada por el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) José Serra, derrotado hoy en las urnas, dijo que pretende "extenderle la mano" sin "discriminación", porque será "la presidenta de todos, respetando las diferencias de opinión".

Se comprometió también con la lucha contra las drogas y con la promoción de un orden internacional "más justo", en "un momento en que las grandes economías del mundo están golpeadas" por la crisis global.

"Será muy importante tener nuestras propias políticas, nuestro propio mercado y nuestras propias decisiones económicas", pero eso estará "lejos de decir que cerraremos el país al mundo", afirmó.

"Seguiremos luchando por la amplitud de todas las relaciones comerciales" y también "contra el proteccionismo" y para "acabar con la guerra cambiaria que hay en el mundo", declaró Rousseff, quien apuntó que "es preciso, en lo multilateral, establecer reglas mucho más claras y cuidadosas" y "limitar la especulación desmedida".

En lo interno, se comprometió con la disciplina fiscal y las metas de baja inflación del Gobierno de Lula y la "racionalización" del gasto público, y aseguró que rechaza "las visiones de ajuste que recaen sobre programas sociales o inversiones necesarias para el bien del país".

Rousseff aseguró que buscará "el desarrollo de largo plazo a tasas social y ambientalmente sustentables" y que también pondrá su mayor empeño en "una reforma política que eleve los valores republicanos, para avanzar en la democracia".

Las últimas palabras de su discurso estuvieron dirigidas también al actual mandatario: "La emoción de este día se mezcla con la de la despedida de Lula, cuya puerta golpearé cuando sea necesario, con la seguridad de que estará siempre abierta".