El ataque sufrido por el presidente checo, Vaclav Klaus, al que un joven de 26 años disparó el viernes siete veces con una pistola de imitación, ha desatado en el país un amplio debate sobre la seguridad del jefe del Estado, sobretodo por la actitud mostrada por sus guardaespaldas, que no parecieron inmutarse pese al ataque.

"No quiero ni imaginarme lo que podría haber ocurrido. Lo que es seguro es que algunas cosas relacionadas con la seguridad del jefe del Estado tienen que cambiar radicalmente y ya mismo", declaró hoy al diario Právo el portavoz presidencial, Radim Ochvat.

Klaus acudió el viernes a Chrastava (norte de Bohemia) para inaugurar un puente y cuando se hallaba saludando a la gente se le acercó un joven, identificado como Pavel Ondrous, quien le disparo a un palmo de distancia con una pistola de "airsoft", réplica de un arma checa CZ75.

Klaus, que resultó levemente herido, restó importancia al incidente, aunque luego se quejó del deficiente trabajo de los agentes encargados de su seguridad.

Según los medios checos, Ondrous no tiene ningún historial delictivo, y con este acto quiso llamar la atención sobre su difícil situación económica.