La política americana se fundamenta en las personas. El pueblo tiene el poder. Los votantes quitan y ponen. Sus representantes lo tienen más que claro. Los partidos son meros cauces, muy poderosos sí, pero al fin y al cabo, salvoconductos necesarios para canalizar ese poder que emana de la gente. La demostración más reciente del personalismo que reina en la res pública americana es la precandidatura a la nominación demócrata de la ex primera dama y ex secretaria de estado, Hillary Clinton. La abogada, nacida en Illinois, afincada en Arkansas tras su matrimonio con William Clinton, anunció el domingo sus aspiraciones a convertirse en la primera presidenta de los Estados Unidos, con la atención puesta exclusivamente en su persona. No fue el presidente de los demócratas quien la proclamó. Tampoco tuvo que ser evaluada por barones y baronesas. Esto es difere nte. En los USA el gobierno y el partido van por calles diferentes. El caso es que la nueva candidura de la señora Clinton lleva ocho años macerando porque es fruto del pacto no escrito que surgió en la convención de Denver (Colorado), en agosto de 2008, cuando la ex senadora perdió la nominación frente al joven Barack Obama, que luego la nombró secretaria de Estado en su primera legislatura.

La hoja de ruta trazada entonces en la Mile-High City, nombre que recibe la ciudad de Colorado debido a que su altitud oficial es exactamente una milla sobre el nivel del mar. se cumple escrupulosamente. En estos años, duros para las filas demócratas,minoritarias en el Senado y en la Cámara de Representantes, el protagonismo absoluto ha sido para Obama. La estudiada designación de Hillary como jefa de la diplomacia fue parte de esa estrategia para completar su perfil de brillante abogada y sufrida esposa que perdona al marido infiel. Así que, ahora, sin nadie que le haga sombra Hillary Diane Rodham Clinton, se prepara a sus 67 años para regresar a la Casa Blanca y borrar definitivamente del despacho oval las huellas de aquella humillación que la acercó mucho más a ese pueblo al que ahora pedirá el voto. Y Ya convertida en abuela se presenta como la nueva líder de la clase media, alguien cercano preocupado por los problemas de la gente corriente. Una imagen muy alejada de su vida real de prejubilada millonaria.

Ha conseguido llegar a una meta, pero los escollos no han hecho más que empezar. Tiene ante si el reto de convencer a los americanos de que la economía mejorará y de que las políticas aperturistas con Cuba impulsadas por Obama darán buenos frutos. No va a ser fácil. Frente a ella, y a diferencia de lo que le ocurrió al actual presidente, los republicanos colocarán a un peso pesado. Y a pesar del baile de nombres que se baraja, lo lógico es que el contrincante sea Jebb Bush, ex gobernador de Florida, hijo y hermano de ex presidentes, un tipo con carisma , casado con una hispana y padre de niños a los que George Bush padre llamaba "mis nietos morenitos". Uno de ellos es todo un símbolo sexy en la comunidad latina. Así que el duelo está servido. En 2016 se enfrentarán dos dinastías. La campaña será apasionante con tantos ex presidentes dejándose la piel de costa a costa.