Estaba prevista como una concentración de duelo en repulsa por los atentados terroristas de París. Se preveía como un acto pacífico para que la sociedad valenciana mostrara su rechazo ante la «barbarie», la «muerte» y el «miedo» que provoca el terrorismo. Los valencianos cumplieron con creces abarrotando una plaza de la Virgen donde no cabía un alfiler. Banderas francesas ondeaban junto a varias Senyeras. Vecinos de distintas nacionalidades compartieron el dolor de aquellas familias que se han roto por culpa del último atentado. Ese fue el motivo por el que miles de personas acudieron ayer a la plaza de la Virgen para asistir al acto institucional que había organizado la Generalitat Valenciana y que contó con la presencia del presidente de la Generalitat, Ximo Puig; la vicepresidenta del Consell, Mònica Oltra; el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, y el delegado del Gobierno en la Comunitat Valencia, Juan Carlos Moragues, entre otras autoridades.

Sin embargo, nadie esperaba que el duelo se tornara crispación. Tras los parlamentos —donde intervino el el cónsul francés en Valencia, Pablo Broseta, y el director del Liceo Francés de Valencia, Gilles Almosnino, para expresar que Francia «luchará contra el terrorismo con las armas de la democracia»— comenzaron los tres minutos de silencio. «Son vuestras guerras pero son nuestros muertos». La voz rasgada de una mujer rompió el silencio. Los presentes la abuchearon. Entonces gritó un joven: «Ya dijimos que no a la guerra». Los presentes chistaron pidiendo respeto. «Tenemos familia en Siria también. Las muertes de los franceses y las de los sirios merecen el mismo respeto», volvió a gritar la misma mujer, mientras Agentes del Cuerpo Nacional de Policía vestidos de paisano le pedían la identificación y le instaban a guardar silencio. Ella se negó y los agentes la obligaron a abandonar la concentración. El silencio, por fin, inundó la plaza.

El acto institucional finalizó con el himno de la Marsellesa y miles de vecinos con las manos cogidas y las cabezas agachadas. Los franceses presentes en la plaza hicieron sonar sus voces con orgullo.

Defensores y detractores

Cuando finalizó el acto, las voces de protesta volvieron a sonar tras sendas pancartas donde se leía «Estado islámico, instrumento imperialista». Mientras varios grupos de jóvenes explicaban, a voz en grito, que «las guerras las firman los gobiernos pero es la sociedad civil la que muere»; preguntaban «¿quien le vende las armas a los terroristas?» o exigían que España saliera de la OTAN, los presentes, valencianos y franceses, en estados de mayor o menor indignación, les explicaban que los tres minutos de silencio «no eran el momento de protestar». Muchos se mostraron partidarios del mensaje que lanzaron, pero criticaron el momento y el lugar.

Otros, sin embargo, les aplaudían con fuerza. Fue el caso de un grupo de jóvenes del centro islámico de Valencia. «Del último atentado de Líbano nadie dijo nada. He venido a la manifestación como musulmana y para mostrar mi repulsa al terrorismo. Pero aplaudo lo que dicen porque he echado de menso que la sociedad se indignara de la misma forma cuando el terrorismo mata a los civiles árabes», explicaba Kantar Atabu, una joven marroquí de tan solo 14 años.

Antes de que comenzara el acto, Concha Tamarit y José Vicente Romero, un matrimonio de Valencia explicaba, negro sobre blanco, la sensación de «indefensión» que ha generado el último atentado. «Te das cuenta que los políticos deciden, pero están muy protegidos. Los terroristas no van a por los dirigentes. Están blindados. Por eso vienen a por nosotros», explicaban. A escasos metros, Stephanie, junto a su marido Roberto y su hija Marina, reconocía que tenía «miedo». «Siento un dolor muy grande. Tengo familia en el centro de París y aún no se cómo gestionar esto. Estoy en shock».