Aturdidos. Asustados. Encerrados en sus casas o en las habitaciones de los hoteles. Saliendo poco a poco de un estado de shock que fue compartido por los más de 12 millones de habitantes de la Ciudad de la Luz. Decenas de valencianos vivieron los sucesos que han sacudido Europa y el mundo entero en la propia capital parisina. Levante-EMV se puso ayer en contacto con algunos de ellos. Estos son sus testimonios, que esbozan un retrato común de pánico. Que escenografían varias horas donde el temor se apoderó de sus vidas.

Naiara Reig tiene 24 años y trabaja de periodista en París. Responsable de contenidos en español de una revista digital, se encontraba con unos amigos en un bar cuando todo empezó: «Estábamos viendo el partido entre Francia y Alemania en una zona relativamente cercana al lugar donde ocurrió el primer ataque. Cuando todo el mundo comenzó a consultar los móviles me dí cuenta de que algo andaba mal. Al extenderse la noticia nadie se atrevía a salir, decían que se movían hacia al norte y nosotros estábamos al sur, pero ni aún así». Los peores momentos tuvieron lugar al ver que el establecimiento no cerraba las puertas: «Veíamos como en otros lugares sí echaban la persiana y el bar donde estábamos nosotros estuvo abierto hasta que lo abandonamos. Decidimos ir al pequeño estudio de un amigo, donde llegamos a concentrarnos hasta 30 personas casi en silencio. Nadie se atrevía a hablar. Al final decidimos alquilar un Uber „que era casi lo único que funcionaba„ e irnos a nuestra casa. Pasamos mucho miedo».

«Aún se respira temor»

A Mario Miret, joven de Gandia graduado en ADE, los ataques lo pillaron cenando en un restaurante de Rue de Charonne, zona en la que se produjo uno de los tiroteos. Viajó a París con tres amigos para ver a un cuarto y no duda a la hora de afirma que «aún se respira temor. Nosotros estábamos tan tranquilos cuando un familiar nos envió un whatsapp hablando de un atentado. De repente empezamos a escuchar sirenas de policía y de bomberos. Decidimos pagar cuanto antes e irnos a casa de nuestro amigo. La gente que iba por la calle caminaba rápido y en silencio. La Plaza de la Bastilla estaba repleta de coches de policía y nos asustamos. Llegamos a casa, bajamos la persiana y aquí seguimos. Hemos llamado a la embajada y nos han dicho que salgamos para lo imprescindible». Mario tenía programada ayer una actuación con su grupo de música y poesía „Latintavino„. El acto fue cancelado.

Situación similar es la vivida por la cantante de ópera valenciana Erika Escribá Astaburuaga, que este fin de semana iba a protagonizar un concierto con la orquesta Lamoreux en el Teatro de los Campos Elíseos: «El ensayo y el concierto han sido cancelados y creo que esto es una mala noticia. La actuación iba a contar con obras de compositores europeos y el resto del mundo, era como un cruce de culturas». La intérprete también expuso que «yo vengo mucho a París y puedo decir sin miedo a equivocarme que hay un 30 % de gente en la calle respecto a lo que es normal. He visto algún restaurante o comercio abierto, pero se nota mucho lo que está pasando. Ha sido un duro golpe».

Sonia García es analista financiera y trabaja desde enero en un banco parisino. Sale por la zona donde ocurrieron algunos de los ataques, pero ayer no lo hizo: «Mi madre acababa de llegar a visitarme y se hizo un esguince en la acera de casa. De no ser por eso seguramente habría estado por la zona, siendo viernes noche y con partido de fútbol además. Mis amigos sí que salieron. Están todos bien, pero uno tardó en dar noticias de su paradero. Los coches y taxis se paraban en la calle para recoger a quien pasara y lo llevaban gratis a casa. No sé si ya hay vida normal. Aún no he salido, nadie tiene ganas de hacerlo».

Virginia Gómez, estudiante de la UV se encuentra en París con su novio: «Nos alojamos en el barrio de Montmartre, en el distrito 18, justo entre los dos que sufrieron los atentados. Por aquí está todo abierto, pero supongo que el centro estará más desierto. Este barrio es más ´pobre´ y la gente tiene que salir a trabajar como cualquier otro día y hacer vida normal. Cuando sucedió todo yo estaba aquí en el hotel, mi madre me envió un whatsapp y puse las noticias. No salimos porque el ambiente no estaba como para hacerlo, oíamos las ambulancias desde la ventana».

Identificarse para entrar al hotel

Pilar Granells se encuentra en territorio francés por motivos laborales. Cuando se sucedieron los atentados se encontraba en un hotel emplazado a escasos minutos en coche: «La gente empezó a recibir llamadas y al confirmarse todo la dirección decidió cerrar el establecimiento. Nadie quería salir de allí. Al final nos fuimos con otros comensales en coche, que nos acercaron al hotel. Las calles estaban desiertas y circulábamos a máxima velocidad. Cuando llegué a mi hotel tuve que identificarme para entrar. Saldré de París cuando pueda, conozco a tres personas que hoy no han podido coger su vuelo».

Julià Alvaro, secretario autonómico de Medio Ambiente, también se encuentra en la ciudad francesa: «Llegamos a la casa que tenemos alquilada pronto de noche y todo era normal. A las dos horas la calle estaba desierta, aunque creo que poco a poco se recobra la normalidad. Yo viví el 11-M en España y creo que aquello nos conmocionó más que estos ataques a los franceses».