Venezuela encara este domingo las elecciones más importantes de los últimos años porque por primera vez desde que Hugo Chávez llegó al poder la oposición tiene una oportunidad real de adueñarse de la mayoría en la Asamblea Nacional, un primer paso que podría precipitar el fin del dominio rojo también en el Palacio de Miraflores.

Unos 19,5 millones de venezolanos están llamados a las urnas este 6 de diciembre para elegir a los 167 diputados que forman un parlamento unicameral gobernado en los últimos 16 años por el Gran Polo Democrático, que reúne a los partidos del oficialismo.

Casi todas las encuestas auguran una victoria de los aspirantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora que desafía al 'chavismo', con una horquilla de entre el 15% y el 35% de los votos, un escenario nunca visto desde 1999.

Inédito es también el alto número de indecisos (20%) y de independientes (40%) respecto a anteriores contiendas electorales, sobre todo porque en éstas acabaron sumándose al 'chavismo' y ahora se muestran más críticos.

La euforía inicial en la MUD ha ido desinflándose a medida que avanzaba una campaña electoral en la que Nicolás Maduro ha conseguido recuperar 11 puntos desde los históricos niveles de popularidad --a la baja-- que ha arrastrado estos meses, de un 20%.

Desde el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se han mostrado seguros de que una vez más el pueblo les premiará con su confianza para una nueva legislatura de cinco años para seguir forjando "la patria chavista".

"Ellos ganan en las encuestas, pero nosotros ganamos las elecciones. Ellos han ganado las encuestas estos 16 años, que sigan ganando ahí. Aquí hay que ganar con votos", ha recordado Maduro.

Escaño a escaño

Lo cierto es que esta vez, si la MUD quiere pasar de las victorias morales al "cambio" que ha prometido a los venezolanos para reconducir la grave crisis económica y social, ni siquiera servirá con ganar en votos y escaños.

La mayoría simple (84 diputados) permitiría a la oposición tomar el control de la Asamblea Nacional con la designación de su cúpula directiva y la aprobación de leyes ordinarias, lo que incluiría una amnistía para liberar a los "presos políticos", entre ellos Leopoldo López.

También podría ejercer un leve control institucional proponiendo un voto de censura contra vicepresidente y ministros e incluso un juicio político contra Maduro, pero para que estas iniciativas prosperaran la MUD necesitaría la complicidad del resto del Parlamento o del Tribunal Supremo.

La mayoría cualificada (más de 100 escaños) ampliaría las perspectivas de la oposición porque podría no solo proponer, sino además aprobar una moción de censura contra vicepresidente y ministros.

El mejor escenario para la MUD es, sin duda, el de la mayoría de dos tercios. Con esta cifra mágica controlaría la aprobación de leyes ordinarias y orgánicas, así como tratados internacionales, y podría promover la remoción de magistrados.

Amenaza sobre miraflores

El reparto de escaños en la Asamblea Nacional será determinante además para la comodidad --e incluso la continuidad-- de Maduro en el Gobierno porque la MUD podría impulsar desde enmiendas constitucionales hasta el temido refrendo revocatorio.

La mayoría simple daría vía libre a la oposición para enmendar la Constitución, aunque no en lo fundamental. Para ello necesita inevitablemente los dos tercios con los que podría convocar una Asamblea Constituyente para rediseñar el Estado desde sus cimientos.

A medio plazo --2016, justo en el ecuador del mandato de Maduro-- se avista el refrendo revocatorio como una espada de Damocles que, para que caiga, requiere los dos tercios de la Asamblea Nacional y, eso sí, el filtro de la consulta popular.

Aunque el nuevo panorama legislativo permitiera a Maduro llegar a 2019, la MUD podría complicarle los próximos tres años porque la Ley Habilitante que le concede poderes especiales --casi absolutos-- expira el 31 de diciembre y, aunque el actual Congreso aprobara otra, la nueva Asamblea Nacional, que toma posesión el 5 de enero, podría tumbarla.

La Ley Habilitante ha sido el flotador que ha dado rienda suelta a Maduro para gobernar a su antojo --sin contar con el Parlamento ni ningún otro contrapeso-- desde que llegó al Palacio de Miraflores, tras la muerte de Chávez, el 5 de marzo de 2013.

Campaña sucia

La incertidumbre reinante ha disparado al máximo la tensión política dando lugar a una campaña electoral especialmente beligerante que se ha saldado incluso con la muerte de un dirigente opositor, Luis Manuel Díaz, asesinado por hombres armados en pleno mitin.

La MUD ha denunciado hasta la extenuación el monopolio del PSUV y los suyos sobre los medios de comunicación de masas, dejando las redes sociales y el boca a boca como único altavoz de la oposición.

A ello se añade un nuevo croquis electoral que la MUD considera viciado. Las autoridades venezolanas han ajustado en el último año las circunscripciones, cediendo más peso a aquellas en las que 'a priori' hay mayoría 'chavista'.

De entre los 87 circuitos pensados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), destacan los casos de Amazonas, donde solo se necesitan 25.000 votos por diputado, y el bastión opositor de Miranda, donde el escaño se cotiza a 250.000 sufragios.

Además, en un movimiento 'in extremis', el partido MIN-Unidad, liderado por el 'chavista' William Ojeda, ha elaborado una papeleta con infinitas similitudes con la MUD, lo que podría dar lugar a una confusión letal en las urnas.

Esta gymkana ha obligado a la oposición a dedicar gran parte de la campaña a una pedagogía del voto cuyos frutos no constatará hasta la noche del domingo, cuando se conocerán los primeros resultados. "Ha sido una campaña heroica", dice el 'número dos' por Miranda, Andrés Mejía.

¿Observación electoral?

Las dudas que han planeado sobre la imparcialidad del sistema electoral durante la campaña se han proyectado a la misma jornada electoral, lo que ha multiplicado los llamamientos a una observación internacional que será prácticamente inexistente.

El Gobierno solo ha permitido la presencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de un puñado de ex presidentes, entre los que se encuentra el español José Luis Rodríguez Zapatero, que "acompañarán" al CNE en su tarea.

Se han quedado fuera la Organización de Estados Americanos, que ha denunciado que en Venezuela no se dan "garantías de justicia electoral", y la Unión Europea, que ha cancelado su misión a última hora por razones de seguridad, aunque un grupo de eurodiputados irá por su cuenta.

A la comunidad internacional le preocupa que el ajustado resultado que pronostican las encuestas lleve a la MUD o al Gobierno a contestar el dictamen de las urnas desatando una violencia aún mayor que la conocida en 2014.

"Con la Constitución en la mano me declararía en rebeldía total, me iría a las calles a luchar con el pueblo, no esperen de mí un cobarde, esperen un hijo de Chávez", ha advertido Maduro.

Punto de inflexión

La expectativa de que la oposición logre su primera victoria en 16 años ha generado una ola de ilusión sin precedentes en las calles venezolanas que para la MUD ya supone por sí misma un auténtico triunfo, tras un largo ciclo político de apatía opositora.

Pero la movilización popular no será suficiente esta vez. Los conatos de victoria de los últimos años han demostrado que el mero cambio de equilibrio entre opositores y oficialistas no desencadenará la transformación política.

"Pase lo que pase, hagan lo que hagan, el 6-D comienza una nueva Venezuela", ha dicho la ex diputada opositora María Corina Machado, si bien el ritmo y la irreversibilidad del "cambio" dependerá de la composición parlamentaria.