El papa Francisco y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younam, firmaron hoy una declaración conjunta en la que se comprometieron a trabajar para que se acoja a los inmigrantes y en la que rechazaban todo tipo de violencia en nombre de la religión.

Francisco viajó hoy a Suecia para participar en los actos conmemorativos del 500 aniversario de la Reforma protestante y tras la ceremonia de oración conjunta celebrada en la catedral de Lund, se firmó una declaración de intenciones.

"Nosotros, luteranos y católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo", se lee en el documento.

En el documento, ambas Iglesias esperan "impulso y fortaleza" para "seguir juntos en el servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia".

"Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo", se añade en el texto.

En el documento se rechaza, "manera enérgica, todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión".

Asimismo, se exhorta a "un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación".

En el documento también se asegura que después del diálogo en estos últimos 50 años "ya no son extraños" y aseguran que se ha aprendido "que lo que nos une es más de lo que nos divide".

También se lamenta que luteranos y católicos hayan "dañado la unidad de la Iglesia" y se explica que "las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos".

"Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación", agrega el documento.

Añaden que aunque el pasado no puede ser cambiado, "lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede ser transformado".

La declaración común sirve también para expresar el compromiso de ambas Iglesias para "eliminar los obstáculos restantes que nos impiden alcanzar la plena unidad".

Se asegura que muchos miembros de ambas comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena", algo que actualmente no es posible por motivos dogmáticos.

"Anhelamos que sea sanada esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el propósito de nuestros esfuerzos ecuménicos, que deseamos que progresen, también con la renovación de nuestro compromiso en el diálogo teológico", agrega el texto.

Concluye con la exhortación a que "en vez de los conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad".