Florida y Pensilvania son dos Estados difícilmente comparables. Para empezar, uno está en el sur y el otro en el norte, y sus poblaciones poco tienen que ver entre si. Pero ambos son estados swing, es decir, donde todavía no existe una mayoría clara. Por ello, los dos candidatos centran sus esfuerzos en convencer a la mayoría de electores para decantar la balanza de los delegados.

Pero esta campaña no sólo se ganará en mítines y televisiones, donde los dos candidatos están invirtiendo cientos de millones de dólares. Hillary Clinton ha soltado su ejército de voluntarios. Esta semana y hasta el día de las elecciones miles de hombres y mujeres dedicarán su tiempo de manera altruista a que su candidata gane. Y lo hacen de muchas maneras, desde apuntar electores a pie de calle o a través de los conocidos bank phone, donde se sientan con el censo y un teléfono para recordar a los electores que deben acudir a votar y de que tienen la opción, en Estados como Florida, de hacerlo por anticipado o por correo. Y no cejan en su empeño.

Arabella es una de esas soldados de Hillary. Esta ciudadana norteamericana es hija de un irlandés y una argentina y está casada con un libanés. «Eso es Estados Unidos», asegura. La multiculturalidad, la inmigración y la mezcla de sensibilidades. Arabella es durísima con Trump y con sus conciudadanos. «Es un facista», afirma pronunciando el despectivo adjetivo en italiano pese a hablar un perfecto español. «Mis conciudadanos no han tenido nunca un fascista y por eso no saben identificarlo. Pero lo que hace y lo que dice Trump me recuerda a otras épocas. Eso lo sabéis bien en España o Argentina», explica.

De Perpiñán a Nueva York

Esta mujer de poco más de cincuenta años sabe de lo que habla. Tiene una casa en Eus, a los pies del Canigó, montaña del Pirineo francés que los catalanes sitúan como cuna de su cultura. A pocos kilómetros de Perpiñán. Y es que Arabella se crió viendo a los españoles exiliados de la guerra que no podían entrar a España o que habían huido por razones políticas perseguidos por el franquismo. «Aún recuerdo al compositor Pau Casals en Prada [municipio al lado de Eus] huido de su país».

Arabella es un arma fundamental para el ejército de la candidata demócrata. Su perfecto español le sirve para contactar con miles de domicilios de Florida donde sólo se habla esta lengua. Y si se habla inglés, es bienvenido un «buenos días», porque muchos de estos electores superan los sesenta años y agradecen que alguien se dirija a ellos en su lengua materna. Y más en un tema tan sensible.

Porque el 20 % de la población de Florida es latina. Y ahí Clinton tiene todas las de ganar. Sin ir más lejos, el pasado sábado, la cantante Jennifer López sacaba a bailar a la candidata demócrata en uno de sus conciertos ante casi 8.000 fans. Pidieron el voto y atacaron duramente a Trump. Además, el magnate se ha dedicado a insultar a una comunidad que representa a unos 40 millones de estadounidenses.

El bank phone se repite durante tardes maratonianas durante las que cada voluntario puede interpelar a medio centenar de electores. Arabella pregunta por el modo de voto y si apoyará a Clinton. Si la respuesta es afirmativa, la voluntaria instruirá al votante para que haga efectivo su sufragio, algo más complicado que la simple papeleta con lista cerrada española. Si la persona está indecisa, la mujer intentará recordar el trabajo de Hillary por los «niños y para reformar las escuelas más pobres». Así lo refleja un guión que cada voluntario tiene en su mano.

El batallón de Clinton está liderado por otras voluntarias que hacen de coordinadoras. En Nueva York, donde se apunta Arabella, la mayoría son mujeres. Y No es baladí, porque Clinton puede convertirse en la primera mujer presidenta de EE UU. Su rival republicano, además, ha ayudado con sus escándalos sexuales y comentarios sobre el sexo femenino. Y es la mitad de la población.

José Luis, un trabajador de banca asturiano de nacimiento también es voluntario. Estudió y trabajó 15 años en Wall Street y ahora vive en Hungría. Ha venido de vacaciones y ha decidido aportar su granito de arena para que los demócratas mantengan la Casa Blanca. «Trump representa todo contra lo que he luchado», asegura este voluntario que intenta convencer a votantes latinos del Estado clave de Florida.

Otra de las iniciativas de los voluntarios es la caravana a Pensilvania, donde recorrerán las calles en busca de posibles electores a los que ayudarán a apuntarse para votar y les recordarán cuál es la candidata a la que deben dar su apoyo. El viaje a este Estado clave se realiza desde los territorios limítrofes. En Nueva York, con mayoría aplastante demócrata, no hará falta hacer campaña y los voluntarios de estas ciudades se suman a estas expediciones en busca de apoyos que decanten la balanza de los delegados.

Cabe recordar que para la presidencia, con la mitad más uno de los votos, el candidato obtiene todos los delegados del Estado que le deberán elegir. El Congreso es otra historia y el debate está menos polarizado. Pero viendo la espantada republicana con su candidato, del que la mayoría ha renegado, puede ser una oportunidad histórica para los demócratas de conquistar la Cámara de los Representantes, ahora en manos conservadoras, a la vez que la Presidencia.