Desde su ascenso al poder y, sobre todo, desde que, con la crisis de los misiles, formalizase un vínculo político, económico y militar con la URSS, Fidel Castro se convirtió en enemigo de Estados Unidos. La CIA intentó acabar con la vida del líder revolucionario cubano en muchas ocasiones. Incluso un documental de 2006, titulado ´638 Ways To Kill Castro´ (´638 maneras de matar a Castro´) se permitió dar una cifra acerca de las distintas formas, algunas surrealistas, con las que el espionaje estadounidense trató de asesinar a su vecino.

La CIA puso en marcha, en el primer año de la Administración Kennedy (1961), la denominada ´Operación Mangosta´, un operativo con el fin de derrocar al recién instaurado régimen socialista mediante medidas que pretendían ahogar la economía cubana, como la liquidación de sus cosechas y el bloqueo marítimo. Dentro de esta amplia red de propósitos, figuraban los distintos intentos de matar a Castro.

Toxiba butolínica: los responsables y técnicos de la CIA idearon acabaron con su vida a través de distintos métodos. Uno de los primeros fue envenenando sus puros con la toxina botulínica, una sustancia letal. Un agente doble era el encargado de hacerle llegar el puro hasta su residencia, pero finalmente no pudo hacerlo.

Explosivo en un puro: en las mismas fechas, la CIA planeó asesinar a Fidel Castro con un puro explosivo. Conocida la afición del líder cubano a los cigarros, los servicios secretos de Estados Unidos planearon hacerle llegar un puro durante una visita de Castro a las Naciones Unidas en Nueva York. El cigarro portaría una pequeña carga explosiva en su interior. El plan no se ejecutó por las dudas que planteaba hacerlo en plena sede de la ONU.

Pastillas: en esa década de los 60, la CIA trató de acceder hasta Fidel Castro empleando a una de sus amantes, Marita Lorenz. La inteligencia estadounidense le asignó la labor de envenenar a Castro suministrándole pastillas letales. Lorenz llegó hasta Fidel, pero para evitar ser descubierta se vio obligada a guardar las pastillas en una crema hidratante. Al quedar disueltas en la crema y perder sus cualidades, Lorenz se vio obligada a desistir de su intento.

Caracola explosiva: el buceo, una de las aficiones favoritas de Castro, también figuraba entre los planes de la CIA, que planeó colocar una caracola de vivos colores y un explosivo en su interior en las cercanías de la costa cubana. El plan, al igual que otros, no tuvo éxito.

Batido envenenado: en 1963, según Fabían Escalante, un agente del contraespionaje cubano, la CIA quiso matar a Castro con un batido mortal. Pero la pastilla con las sustancias letales se quedó adherida al frigorífico del hotel Hilton de La Habana.

A partir de entonces, la CIA se desvincula directamente de los complots para asesinar a Castro pero no renuncia a su objetivo. Por ello, emplea a la Mafia como agente conductor de sus acciones. Los envenenamientos iban a ser la base de sus métodos, pero la pésima coordinación entre la CIA y los miembros de la Mafia echaron por tierra sus intenciones. Poco después de produciría la fallida invasión de la Bahía de Cochinos, un nuevo fracaso de la inteligencia estadounidense.

A partir de los años 70, los planes de la CIA decrecieron en número y se centraron sobre todo en desacreditarle como paso previo a provocar una rebelón popular en Cuba que propiciara su derrocamiento. Entre esos planes figuraban los de contaminar con LSD el estudio de radio donde Castro ofrecía sus discursos para que perdiera el conocimiento y el de infectar su barba con talio para que el líder cubano perdiera una de sus símbolos más conocidos.