A cien metros de la Grand Place de Bruselas, una cinta de la policía belga impide el paso a la zona de la estación Grand Central, donde se ha producido el atentado. Agentes armados impiden el paso a los curiosos y solo dejan acceder a periodistas acreditados aunque no hasta el edificio de la estación.

En las inmediaciones de la plaza principal de la capital belga, las terrazas están llenas de público que consume cerveza y helados con normalidad en una ciudad que ya antes de esta noche vive acostumbrada a la presencia del ejército, decidida después de que los terroristas del atentado de París se refugiaran en su casa de las afueras y reforzada con abundancia tras el atentado posterior en el metro y el aeropuerto de Bruselas.

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