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El Alamein cambió las tornas

La derrota italo-alemana en el Norte de África fue un soplo de esperanza para el mundo

El Alamein cambió las tornas

Hace 75 años, el 5 de noviembre de 1942, los Aliados lograron su primera gran victoria frente a la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Fue en la segunda batalla de El Alamein, en pleno desierto egipcio. La historia se encargaría después de elevar este enfrentamiento a la categoría de mito, pero en su día, esta batalla fue lo que en el Pacífico había significado la de Midway contra Japón unos meses antes y la que significaría en Rusia la de Stalingrado: un soplo de esperanza.

En aquel otoño de 1942 el régimen nazi se enseñoreaba de casi toda Europa, el Imperio británico a duras penas resistía y la URSS se enfrentaba a sus días más agónicos, mientras los submarinos alemanes hacían estragos en el Atlántico y los japoneses eran una fuerza temible en Extremo Oriente. Los Aliados necesitaban moral y un golpe de suerte.

La oportunidad surgió en Egipto, donde el VIII Ejército británico, fuertemente atrincherado en los alrededores de una solitaria estación de tren en el desierto llamada El Alamein, resistía los embites de un cuerpo de élite alemán legendario, el Afrika Korps, liderado por uno de los más brillantes comandantes del III Reich: el mariscal Erwin Rommel.

Objetivo: detener a Rommel

Las innovadoras tácticas del «zorro del desierto» le habían granjeado fama mundial. Rommel era el héroe que había rescatado al Ejército italiano del desastre en el Norte de África a principios de 1941 y había logrado, con medios más bien escasos, situarse a 100 km del canal de Suez.

Detener a Rommel se convirtió en el objetivo prioritario de los Aliados. El propio Rommel era consciente de la importancia de su campaña africana, pero en Berlín, Hitler y su Estado Mayor estaban demasiado centrados en aniquilar la URSS como para destinar más gasolina, tropas, tanques y aviones a su sagaz mariscal. Este sería un error que pagarían caro los confiados alemanes.

Los británicos, por su parte, veían con gran preocupación la cercanía de las tropas italo-alemanas al estratégico canal de Suez, arteria vital de comunicación entre Londres y la India. A la zona llegó en agosto de 1942 un desconocido oficial, Bernard L. Montgomery, para reorganizar a un desmoralizado VIII Ejército.

«Monty», como el mundo le conocería, preparó concienzudamente a sus tropas, acumulando un arsenal ingente, en el que destacaban casi 300 nuevos tanques americanos «Sherman», y una superioridad aérea incuestionable que resultaría definitiva en la futura ofensiva.

Operación «Pie Ligero»

En la noche del 23 de octubre de 1942, la mayor barrera de artillería desde la I Guerra Mundial lanza un torrente de fuego y metralla sobre las sorprendidas tropas italo-alemanas. Había comenzado la operación «Pie Ligero».

«Monty» había elegido bien la fecha del ataque, pues entonces Rommel estaba en una clínica en Austria. Aún así, el militar germano había dejado una sólida línea defensiva en la que destacaban densos campos de minas, los «jardines del diablo», como los llamaban las tropas británicas.

En un golpe de suerte, el sustituto de Rommel, el general Stumme, muere de un infarto en las primeras horas de la batalla.

El propio Hitler llama a su mejor mariscal para pedirle que se reincorpore. Rommel, aún convaleciente, se pondrá al frente de sus tropas tres días después, el 26 de octubre. Tarde para salvar la situación.

La superioridad en hombres, tanques y sobretodo en aviación de los británicos convierte la dura resistencia que plantea Rommel en una misión suicida.

Tras diez días de lucha encarnizada, el 3 de noviembre, el alemán ve claro que la única salida es la retirada, aunque Hitler se lo prohíbe en un mensaje que finaliza con: «La victoria o la muerte». El disciplinado Rommel duda. Siente admiración por el Führer, pero se ve abandonado a su suerte. En El Alamein comenzará su distanciamiento con el dictador nazi. El 5 de noviembre la suerte está echada. Empieza la retirada alemana, que deja a cientos de soldados italianos, sin camiones, a merced de los británicos.

Amarga retirada

En doce días de batalla el VIII Ejército de Montgomery provoca graves pérdidas a alemanes e italianos. Murió, resultó herida o hecha prisionera casi la mitad del ejército de 103.000 hombres de Rommel y fueron destruidos unos 450 tanques. Por su parte las fuerzas británicas sufrieron unas 13.500 bajas y al menos 500 de sus tanques fueron destruidos o dañados en la lucha.

Un insólito aguacero el día 6 se alía con las agotadas tropas de Rommel y frustra la persecución británica. La tormenta convierte el desierto en un barrizal. Amparado en la noche, Rommel alcanza la frontera egipcio-libia el 7 de noviembre. Al día siguiente se entera de la operación «Antorcha», el desembarco en las costas de Marruecos y Argelia, la primera empresa conjunta anglo-norteamericana de la guerra.

Rommel escruta el mapa junto a sus oficiales. Los americanos avanzando por el oeste y los británicos desde el este solo dejan una opción: llegar a Túnez lo antes posible y fortificarse. En este país los alemanes harán una resistencia numantina hasta mayo de 1943.

El 6 de noviembre de 1942, el primer ministro británico, Winston Churchill recibe un telegrama: «Eche las campanas al vuelo...el VIII Ejército avanza». Como recuerda el propio Churchill en sus memorias: «Antes de El Alamein no conocimos la victoria; después de El Alamein no conocimos la derrota».

A los Aliados aún les quedaba un largo y amargo camino hasta la derrota del eje nazi-fascista en 1945, pero como demostraron los acontecimientos, la marea de la guerra empezaba a cambiar y lo había hecho en un recóndito rincón del desierto egipcio.

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