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La irresuelta cuestión kurda impulsa el intervencionismo de Ankara en la región

Truncar el sueño independentista kurdo es la obsesión de Ankara y explica sus operaciones en Siria e Irak

El 24 de julio de 2015 el proceso de paz iniciado en 2013 con la guerrilla kurda del PKK se rompió y comenzó de nuevo la guerra en el sureste de Turquía, de mayoría kurda. Un conflicto irresuelto que ha dejado más de 40.000 muertos desde los años 80 y una gran destrucción en ciudades como Silopi, Sirnak o Diyarbakir. El sueño independentista kurdo ha sido visto tradicionalmente por el nacionalismo turco moderno como la mayor amenaza a la integridad de la República fundada en 1923 por Mustafá Kemal Atatürk de las cenizas del otrora poderoso Imperio Otomano.

De hecho, la intervención turca en Siria ha buscado, fundamentalmente, abortar un territorio kurdo autónomo en la frontera entre ambos países, incluso si eso entorpecía la lucha de la guerrilla kurda apoyada por EE UU contra el Estado Islámico. Una apuesta que ha acabado por provocar un alejamiento con respecto de Washington y un progresivo acercamiento a Rusia.

Pero la lucha contra el PKK también abarca el montañoso norte de Irak, donde Ankara lleva a cabo operaciones con cierta regularidad con el permiso de las autoridades del kurdistán iraquí.

Turquía es una potencia militar miembro de la OTAN desde 1952. Cuenta con más de 400.000 soldados en activo; 3.700 tanques y vehículos blindados y 364 aviones de combate. Aparte de su despliegue en Siria e Irak, tiene tropas en una docena de países -incluídos 40.000 en el norte de Chipre-. El creciente intervencionismo de Ankara despierta recelos en sus vecinos, especialmente en Grecia, con quien ha tenido numerosos incidentes en los últimos meses en el mar Egeo.

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