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El desafío de la salida británica de la UE

Tormenta sobre el 'brexit'

El Ejecutivo británico sufre una grave crisis tras apoyar el acuerdo con Bruselas, entre movimientos para derribar a May

Tormenta sobre el 'brexit'

Ha sido una semana de infarto para los negociadores del brexit británicos y europeos. A principios de semana, desde Londres aventuraban que la probabilidad de un acuerdo era muy alta, casi inminente, apuntaban desde Downing Street, mientras que desde Bruselas se mantenía la cautela, puesto que la farragosa cuestión de la frontera irlandesa seguía sin aclararse. Todo cambió el martes cuando Reino Unido anunció el acuerdo. Esa misma tarde la primera ministra británica, Theresa May, convocó uno a uno a sus ministros para explicarles los términos y saber si tenía apoyos suficientes para llevar a buen puerto el acuerdo. El martes por la noche el Ejecutivo británico aprobó el texto y la UE lo publicó poco después. El martes todo era posible. El miércoles aparecieron las primeras nubes en el horizonte y el jueves estalló la tormenta.

Ese día, en pocas horas, May sufrió un fuerte revés cuando su ministro del brexit, Dominic Raab, y otros tres miembros de su ejecutivo dimitieron por su oposición al texto negociado con la Unión Europea. «No puedo reconciliar los términos del acuerdo propuesto con las promesas que hice al país», afirmaba Raab, un euroescéptico convencido, en su carta de dimisión.

Raab renunció menos de una hora después de que lo hiciera el secretario de Estado británico para Irlanda del Norte, Shailesh Vara. Poco minutos más tarde, la ministra de Trabajo y Pensiones, Esther McVey, y la secretaria de Estado británica del brexit, Suella Braverman, dejaban también sus cargos. Esa misma noche dimitió incluso el vicepresidente del Partido Conservador, Rehman Chishti.

Las dudas sobre el acuerdo

Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, convocó con carácter de urgencia una cumbre para el próximo domingo para que los 27 Estados miembro validen el acuerdo muñido por el negociador en jefe, Michel Barnier.

«La UE está preparada para un acuerdo final con Reino Unido en noviembre», dijo en Bruselas Tusk, antes de añadir que el bloque también está preparado «para un escenario de falta de acuerdo» y «por supuesto» para una «ausencia de brexit», sostuvo.

No obstante, conforme pasaban las horas el jueves y la crisis política se agrandaba en tierras británicas, funcionarios comunitarios reconocían que el bloque «no tiene un plan B» si el Parlamento británico, el próximo diciembre, rechaza el acuerdo o si May acaba cayendo.

Por otra parte, el estudio del texto del acuerdo por parte de las delegaciones de los Estados miembro también arrojó algunas incertidumbres entre los 27. El mayor riesgo se encontraría en la salvaguarda prevista para garantizar que se mantiene la libre circulación de mercancías entre las dos Irlandas. La fórmula elegida prevé el establecimiento de una unión aduanera entre el Reino Unido y la UE siempre que no se encuentre una solución mejor. El peligro para Europa es que, una vez establecida, esta unión aduanera solo se podrá desmantelar con permiso de las dos partes, que controlarán la aplicación del acuerdo a través de un comité conjunto.

Con el tráfico de mercancías hacia el mercado europeo garantizado, Londres podría tener pocos incentivos para poner fin a un entramado que le otorga el papel de interlocutor bilateral solo sometido a la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE en casos extremos de conflicto. El acuerdo, además, prevé un complejo sistema para dirimir conflictos, a través de tribunales de arbitraje independientes, que podrían abocar a la UE a un interminable y conflictivo divorcio.

El secreto mejor guardado

¿Será este el fin de la era de May? ¿Han reunido o no sus enemigos las 48 peticiones necesarias para destituirla? Probablemente éste es el secreto mejor guardado este fin de semana en Londres. Y es que después de meses de amenazas solapadas y oscuras advertencias, el ejército pro-brexit de los partidarios de línea dura finalmente se movilizó el pasado jueves.

Su líder informal, el diputado Jacob Rees-Mogg, presentó una carta solicitando una moción de confianza a Graham Brady, el presidente del influyente Comité 1922. Donde él vaya, otros partidarios del brexit probablemente lo seguirán. El proyecto de divorcio defendido por May resultó ser inaceptable para ellos por sus «concesiones» a la UE. «Lamentablemente, el proyecto de acuerdo de salida ha resultado ser peor y no cumple con las promesas que se hicieron a la nación», sostuvo Rees-Mogg.

Brady supervisa el proceso y se necesitan 48 cartas para iniciar una posible expulsión de May. Siempre estuvo claro que los conservadores «rebeldes» tenían los números para iniciar una moción de censura, aunque no está tan claro si tienen los números para deshacerse de la premier. El viernes, al menos 21 diputados habían enviado la carta.

Las respuestas podrían surgir en los próximos días a medida que los conservadores entren en una más que previsible guerra abierta. La noticia la dio a conocer el jueves Rees-Mogg cuando May, asediada por todos lados, defendía su plan en el Parlamento de Westminster. No esperaron a escucharla antes de escabullirse para planear su hundimiento.

Pero este diputado «rebelde» no se ofreció como potencial recambio de May. Más bien elogió a los ministros del Gabinete que habían renunciado esa misma mañana dando lugar a una crisis de Gobierno en Reino Unido como hacía mucho tiempo que no se veía.

Rees-Mogg se refería al ya exministro para el brexit, Dominic Raab, quien fue calificado de «impresionante», y a la extitular de Trabajo, Esther McVey. También predijo que el desafío al liderazgo de May podría concluir en cuestión de semanas y tuvo palabras cálidas para David Davis, el primer negociador de May para el brexit, y Boris Johnson, el exministro que fue el principal activista de la campaña para abandonar el bloque comunitario durante el referéndum de 2016 y que nunca ha ocultado sus aspiraciones de liderar a los conservadores británicos, incluso a costa de hundir a la premier.

Mientras el sector crítico de los conservadores medía sus fuerzas, May, en una multitudinaria rueda de prensa en Downing Street se aferró al acuerdo. «Creo con cada fibra de mi ser que el rumbo que marqué es lo correcto. Hay que seguir la partida hasta el final», afirmó.

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