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Análisis

¿El cambio climático espolea los conflictos?

La agencia meteorológica de la ONU destaca en su informe sobre el clima en 2018 el «vínculo claro» entre crisis climática e inestabilidad

¿El cambio climático espolea los conflictos?

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), la agencia meteorológica de la ONU, publicó su informe anual, titulado Estado del clima mundial en 2018, a finales de marzo. En términos generales es alarmante. La Tierra, según el informe, es casi un grado más cálida de lo que era cuando comenzó la era industrial, y los fenómenos meteorológicos extremos afectaron a 62 millones de personas en todo el mundo y obligaron a dos millones a trasladarse debido a que la crisis climática empeoró el año pasado. El estudio es extenso y pormenorizado. No obstante, hay un aspecto que a veces suele pasar más desapercibido entre la montaña de datos técnicos. Se trata del «vínculo claro» -dice el estudio-, entre el cambio climático y la inestabilidad social a nivel global.

Un amplio abanico de trabajos de investigación en los últimos tiempos está estableciendo el nexo entre la crisis climática y los movimientos migratorios, un hecho constatable en la región del Sahel, de donde proviene gran parte de la inmigración africana hacia Europa y donde los efectos del cambio climático en la forma de desertización y sequías está espoleando conflictos étnicos en Nigeria y Burkina Faso.

Pero la investigación sobre el conflicto inducido por el clima y la migración todavía es un trabajo en progreso. No obstante, hay dos estudios recientes que arrojan luz sobre el desafío del clima y la inestabilidad política y social.

Uno de ellos es un estudio realizado por la Escuela de Desarrollo Internacional de la Universidad de East Anglia, Reino Unido, bajo el título Clima, Conflicto y Migración Forzada. Según los investigadores, este es uno de los primeros estudios que ahora ha establecido de manera concluyente el nexo de unión entre las sequías severas (que están aumentando) y los conflictos en los países que vivieron las protestas de la Primavera Árabe a finales de 2010 y principios de 2011.

Estrés climático e inestabilidad

El estudio, publicado el pasado enero, utilizó datos de solicitudes de asilo en 157 países entre 2006 y 2015, junto con un índice que mide las sequías, así como cifras que rastrean las muertes relacionadas con conflictos, para establecer una correlación particular con el estrés climático en partes de Asia occidental y África del Norte en el periodo comprendido entre 2010 a 2012, cuando muchos países sufrieron una transformación política durante los levantamientos de la Primavera Árabe. Esos países incluían Túnez, Libia, Yemen y Siria.

El ejemplo de Siria es paradigmático. Este estudio sostiene que las sequías prolongadas y la escasez de agua causada por el cambio climático en la región de Oriente Próximo provocaron repetidas malas cosechas, lo que obligó a las familias rurales a mudarse a las zonas urbanas. Esto, a su vez, llevó al hacinamiento, el desempleo y el crecimiento del descontento social, que acabó traduciéndose en disturbios políticos, y después en una guerra civil.

El informe también analiza la situación en el África subsahariana durante los mismos tres años, y concluye que en un contexto de gobierno deficiente y un nivel medio de democracia, las condiciones climáticas severas pueden «crear conflictos por los recursos escasos».

Un grave desafío

El segundo informe es un estudio de 2018 del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) sobre la incidencia del cambio climático en conflictos en Asia. Los autores llegan a la conclusión de que a medida que los efectos de la crisis climática en los medios de vida se hacen más pronunciados, es probable que aumente el apoyo a grupos rebeldes en la India y en el sureste de Asia, ya que tanto los grupos insurgentes como las fuerzas gubernamentales encuentran el reclutamiento más fácil cuando la sequía azuza el hambre.

Aún queda mucho por estudiar, pero a medida que el cambio climático se hace más evidente, se hace urgente invertir en la investigación sobre la violencia relacionada con el clima porque el desafío podría ser mucho más grave de lo que pensamos.

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