Boris Johnson se despide de ustedes. En junio quedaba descalificado para la política por una presunta agresión a su novia que requirió la intervención policial, ahora ha ganado las elecciones británicas con un resultado ensordecedor. El periodista y alumno de Eton se ha impuesto desde la perspectiva de que el Reino Unido debe abandonar a la también unida Europa a la mayor brevedad posible. Es posible que en algún momento de vértigo, el primer ministro electo soñara con una mayoría más ajustada, que le autorizara a repetir la consulta sobre la estampida de Bruselas. Antes de que se interpongan los fatalistas que no predijeron estos márgenes holgados, conviene recordar que los votantes no han apostado tanto por la ruptura con la UE como por el respeto estricto al resultado del Brexit.

Europa se rompe, un veredicto electoral que difunde perspectivas ominosas al sur de los Pirineos. En efecto, quienes sustituyan Cataluña por Brexit en los comentarios sobre las elecciones británicas, entenderán que las tres citas casi consecutivas con las urnas más un referéndum puedan compararse con las cuatro convocatorias españolas en los mismos cuatro años. La reivindicación de Boris Johnson merced a una victoria impecable refuta a quienes han querido minusvalorar la consulta sobre el abandono de la UE. También consagra a un nuevo líder antieuropeo, que ya dinamitó Bruselas desde dentro a lomos de su corresponsalía en el Daily Telegraph. Utilizaba al diario de trampolín para mentir en titulares grandilocuentes del estilo de "Italia no da la talla en condones", sobre la regularización del diámetro de los preservativos por las autoridades comunitarias. Sí, es el nuevo primer ministro por mayoría absoluta.

Las cifras de los conservadores británicos equivalen a que un partido español lograra más de doscientos escaños al Congreso. El PSOE suma 120, por 89 del PP. Pese a haber ocultado este mismo año sus datos inmobiliarios en la declaración jurada de bienes, Boris Johnson ha obtenido mejores cifras que todos los líderes tories en los últimos cuarenta años, incluyendo algún resultado de Margaret Thatcher. Por motivos de parentesco, es un buen momento para recordar que Donald Trump también se negó a publicar sus declaraciones de Hacienda.

Los británicos han proclamado a un anarquista de derechas, la variante más peligrosa. El biógrafo de Churchill dispone de un mes para la mudanza de la UE, que garantice la continuidad del aislamiento de su país. ¿Una Europa con Croacia pero sin el Reino Unido? El desacomplejado Boris Johnson devuelve la convivencia a la "condición natural del hombre", al salvajismo que retrataba Hobbes antes de la entrada en juego de la política. Cuando el nuevo primer ministro era alcalde de Londres, nevaba y la opinión pública demandaba quitanieves, pero el munícipe daba la respuesta contraria a la exigida en el manual de político aquiescente. "Para dos días que nieva al año, ese gasto no merece la pena".

Ya sea a través de Europa o ISIS, el voto del miedo corona a un salvaje. Boris Johnson carece de la conciencia del límite. Este mismo año fue reprendido y condenado por la entidad de vigilancia de la deontología periodística, al publicar datos falsos en un artículo de opinión.

Percibía seis mil euros por cada una de sus columnas semanales en el Telegraph, que redactaba en dos horas según propia confesión. Su victoria es otro coscorrón para los analistas sabios. Han repetido el error que ya cometieran con Donald Trump, no entienden el hartazgo popular con la ortodoxia burocrática, la perversa seducción de la naturalidad.

Cualquiera puede desafiar a Theresa May, pero Jeremy Corbyn nunca fue un enemigo de la talla de Johnson. El profesor displicente y el alumno respondón, el gamberro conservador que te entiende aunque te insulte contra el ascético socialista de la vieja escuela que te regaña aunque te acaricie. El resultado es la peor derrota del labour en ochenta años, el hundimiento de un candidato moralista pero trasnochado, que debía enterrar la tercera vía diseñada por Anthony Giddens para catapultar al oportunista Tony Blair.

El brusco viraje a la derecha del Reino Unido es compatible con un resultado hegemónico del independentismo escocés. Aunque la comparación peque de sacrílega, los partidos estatales se desvanecen al entrar en contacto con la atmósfera enrarecida de Cataluña o Escocia. Las elecciones que sancionan el secesionismo británico aúpan a un primer ministro del equipo de Trump, dentro de la liga de los gobernantes a quienes siempre hay que escuchar con miedo. Charlatanes con audiencia disparada y disparatada.