El ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, avanzó este martes que "este verano no podrá haber vacaciones normales" a causa de las restricciones a la libre circulación por la pandemia del coronavirus.

Sus palabras, en una rueda de prensa tras un encuentro virtual con varios homólogos europeos, vienen a confirmar las advertencias lanzadas desde el sector alemán e internacional y amenazan a hoteles, restaurantes y locales de ocio de los principales destinos de los alemanes, como Italia, Turquía y España.

"De igual forma que hemos cancelado todos los grandes acontecimientos hasta finales de agosto, corresponde a la verdad decir que este verano no podrá haber una temporada de vacaciones normal, con bares de playa y cabañas de montaña llenas", afirmó Maas.

A su juicio, "no sería responsable" permitir de nuevo la libre circulación de personas y las grandes concentraciones de gente, porque dispararían la propagación del Sars-Cov2 y repuntarían las cifras de infectados.

Maas destacó que su "deseo" es que las fronteras vuelvan a abrirse "cuanto antes", pero en condiciones de seguridad. "En estos momentos no puede decirse a largo plazo cuándo se podrán ir eliminando gradualmente las restricciones a la libertad de movimiento", afirmó.

No es el primer político alemán que, después de las masivas cancelaciones de Semana Santa, avanza que parece poco probable que se puedan celebrar con normalidad las vacaciones de verano. Pese a que el mensaje no sea especialmente bien recibido entre una ciudadanía que lleva cuatro semanas sometida a restricciones de la vida pública y la actividad económica.

El jefe de Gobierno de Baviera, Markus Söder, lo apuntó recientemente. "Veo bastante improbable, desde el punto de vista actual, que sean posibles las vacaciones en otros países este verano", aseguró uno de los políticos alemanes que más ha visto subir su popularidad desde que empezó la crisis del coronavirus.

Varios medios, generalistas y especializados, han incidido en los diferentes ángulos de este asunto en los últimos días en Alemania, uno de los principales mercados emisores de turistas del mundo (el segundo para España tras Reino Unido).

El cierre de fronteras, la prohibición de los viajes no imprescindibles, las cuarentenas a los llegados del extranjeros, la saturación de los sistemas sanitarios, el parón forzado de hoteles y restaurantes, la cancelación de conciertos y espectáculos, son algunos de los elementos citados.

Detallan además la situación sanitaria en los principales destinos de los alemanes, como Italia, España, Francia y Turquía, todos fuertemente afectados por la COVID-19 (Austria es quizá la excepción).

La incertidumbre sobre la evolución futura de la pandemia en los distintos países contribuye a pintar un paisaje que en absoluto invita a la planificación de unas vacaciones (con el desembolso que conllevan).

Luego está la advertencia lanzada a mediados de marzo por el Ministerio de Exteriores alemán. De forma inédita en su historia desaconsejó cualquier viaje al extranjero a causa de la COVID-19.

Exteriores, en una demostración de capacidad, ha repatriado en las últimas cuatro semanas a unos 230.000 alemanes que se encontraban varados en el extranjero y que, por el parón del tráfico aéreo, no podían regresar a su país. Pero el Gobierno alemán ya ha indicado que no va a repetir este esfuerzo.

El único que considera que puede llegar a beneficiarse de esta situación es el sector turístico alemán, que lo fía todo a que para el verano los desplazamientos vacacionales internos vuelva a estar permitidos y que puedan abrir sus puertas, con más o menos restricciones, hoteles y restaurantes.