El Reino Unido y Estados Unidos (EEUU) han comenzado a abordar hoy un "ambicioso" y complejo acuerdo comercial con el que Londres aspira a eliminar los aranceles trasatlánticos tras el Brexit, y agregará presión a la negociación que mantiene en paralelo con la Unión Europea (UE).

La primera ronda de contactos, que se celebra por videoconferencia hasta el próximo día 15, involucra a más de cien negociadores en cada uno de los equipos, divididos en 30 grupos que cubrirán diversos aspectos.

Se prevén rondas de dos semanas de duración cada mes y medio. El Gobierno británico no ha detallado por ahora un plazo máximo para concluir un tratado y ha rehusado aclarar si aspira a tenerlo listo antes del 31 de diciembre, cuando está previsto que Londres rompa definitivamente los lazos con la UE.

En un comunicado conjunto, ambas partes han subrayado que un acuerdo de libre comercio "es una prioridad para los dos países" y se proponen negociar a "un ritmo acelerado".

El primer ministro británico, Boris Johnson, "ha dejado claro que somos líderes en libre comercio y que este acuerdo hará todavía más fácil hacer negocios con nuestros amigos del otro lado del charco", afirmó la ministra de Comercio Internacional, Liz Truss, al frente del equipo británico.

Por su parte, el representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, apuntó a que Washington apuesta por un tratado "ambicioso y de altos estándares".

"Este será un acuerdo histórico, consistente con las prioridades de Estados Unidos y los objetivos negociadores establecidos por el Congreso en la ley estadounidense", agregó.

Los cálculos del Gobierno británico apuntan a que el impacto positivo en el producto interior bruto (PIB) británico de un eventual acuerdo puede ser limitados, incluso en el escenario más favorable.

A principios de marzo, el Ministerio de Comercio Internacional británico publicó un informe en el que avanza que el mejor resultado a quince años vista es un impulso de 3.400 millones de libras (3.900 millones de euros), lo que representa un 0,16 % del PIB del país.

Esa hipótesis contempla que se logre abolir todos los aranceles comerciales y se reduzcan a la mitad las condiciones "no arancelarias".

En ese sentido, la posibilidad de que el Reino Unido relaje sus estándares alimentarios y ambientales para adaptarse al mercado estadounidense, así como que abra la puerta a firmas estadounidenses al Sistema Público de Salud -algo que el Gobierno ha negado- ha levantado polémica en los últimos meses.

El Reino Unido aspira, entre otros aspectos, a obtener facilidades para que su industria del automóvil tenga mayor acceso al mercado estadounidense. En ese terreno, deberá enfrentarse a la política proteccionista del presidente de EEUU, Donald Trump.

Igual que en su diálogo con Bruselas, Londres quiere abordar al mismo tiempo la posibilidad de facilitar las operaciones de sus firmas de servicios financieros, a pesar de que los expertos subrayan las dificultades para integrar ese aspecto en un acuerdo comercial convencional.

A finales de abril, el Reino Unido y la Unión Europea retomaron la segunda ronda de sus negociaciones para forjar una nueva relación bilateral tras el Brexit sin que se produjera ningún acercamiento significativo.

El mes de julio se ha establecido como la fecha límite para que Londres solicite una extensión del plazo de un año del periodo de transición del Brexit, que termina en diciembre, dentro del cual el país continúa integrado en las estructuras comunitarias.

A pesar de la falta de avances en el diálogo, el Gobierno de Johnson ha recalcado en numerosas ocasiones que no tiene intención de pedir una prórroga más allá de diciembre.