Jair Bolsonaro es desde este martes uno de los 1,6 millones de brasileños con coronavirus. Después de haber subestimado los efectos de la pandemia y tomar a la ligera los fallecimientos, que superan los 66.000 en el gigante sudamericano, el capitán retirado, de 65 años, se ha dado de bruces con la realidad. "Estoy perfectamente bien", ha subrayado, no obstante, Bolsonaro, para tranquilizar a sus seguidores.

El Gobierno de ultraderecha aseguró por su parte que el presidente "tiene una buena salud" para enfrentar el proceso de infección . Lo más insólito de su caso es que será tratado con cloroquina a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) suspendió todos los ensayos para probar la eficacia del tratamiento.

Desde que se conocieron los primeros contagios, en marzo, Bolsonaro ha desafiado a diario la crisis sanitaria. No solo la llegó a calificar de "gripecita" a la covid-19 y, de manera provocadora banalizó sus efectos letales señalando que, de una manera u otra, las personas se mueren. También asistió a movilizaciones en favor del cierre del Congreso sin mascarilla y ha presionado a los gobernadores para que aceleren la apertura de las actividades económicas. A su modo, el exmilitar ha repetido algunos de los los pasos fallidos del 'premier' británico, Boris Johnson, frente al mismo escenario.

Fiesta en la embajada de EEUU

Los medios de comunicación estiman que Bolsonaro podría haberse contagiado en la embajada norteamericana, a la que asistió sin tapabocas para sumarse a los festejos del Día de la Independencia de Estados Unidos, el pasado 4 de julio. El mandatario no se privó de mostrarse risueño junto con colaboradores y el embajador, Todd Chapman.

Al comenzar la presente semana, el capitán retirado tomó una decisión temeraria al extender los vetos al uso de mascarilla que debe hacer la población. Solo es imprescindible en "autobuses, aviones o buques colectivos". La semana pasada ya había eliminado la obligatoriedad en comercios, escuelas e iglesias, estó último por exigencia de los evangelistas que forman parte de su coalición política.

Los profesionales sanitarios calificaron de imprudente eliminar el veto nada menos que en las cárceles, donde cumplen o esperan sus condenas 750.000 presos. Brasil tiene un exceso de ocupación de las unidades penitenciarias. Más de 750.000 reclusos están dispersados en las diferentes prisiones del gigante sudamericano. Las cárceles han reportado en total 5.000 casos positivos y 70 fallecimientos, pero se cree que los números no están dando cuenta de lo que ocurre en los centros penitenciarios, entre otras razones porque no son actualizados de manera regular.