Cuando la ciudad de Wuhan se convirtió en el primer epicentro de la covid-19, la economía china tembló por primera vez en décadas. El crecimiento ininterrumpido de su PIB se desplomaba casi un 7 % en el primer trimestre de 2020. La preocupación -con cierres totales incluidos- parecía extenderse por el país hacia un futuro incierto. Hoy, pese a ello, las cifras económicas oficiales dadas por Pekín parecen haber dado un giro radical a esa realidad.

Mientras el resto del mundo vive los efectos de la segunda ola de la pandemia, dos trimestres seguidos en alza económica del país asiático -según las cifras del Gobierno chino- le han llevado a fijar los próximos pasos a dar. Y en ellos, el ámbito tecnológico se cuela -más si cabe- como un objetivo esencial para Pekín, ya sea para asegurar su autosuficiencia o, mirando hacia el exterior, para lograr que sus sectores más punteros consigan un mejor posicionamiento dentro del contexto internacional.

«No cerraremos la puerta al mundo, más bien lo contrario. China necesita cada vez más al mundo y este, más a China para mejorar su tecnología», resaltaba recientemente ante este escenario el ministro de Ciencia y Tecnología del gigante asiático, Wang Zhigang, poniendo con ello la agenda tecnológica aún más en el foco transnacional.

Según las cifras recogidas por el China Global Investment Tracker (CGIT) del American Enterprise Institute, en la primera mitad de 2020 se anotaron 2.350 millones de dólares entre inversiones y contratos de construcción chinos en el ámbito tecnológico a nivel mundial, balance que crecía respecto al mismo periodo de 2019 mientras otros sectores -con volúmenes todavía mayores como la energía, el transporte y los metales- experimentaban en mayor o menor medida un descenso. Eso sí, estos datos tecnológicos seguían estando alejados de los que se contabilizaban en los primeros seis meses de 2016 (13.020 millones de dólares), momento en el que el peso de inversiones y contratos en Estados Unidos todavía era mayoritario. Pero aquella era una situación muy diferente a la que se experimenta en la actualidad.

EE UU ha pasado de representar un 75 % de los movimientos chinos en tecnología en 2016 al 4 % actual

Si bien hace cuatro años el país norteamericano representaba tres de cada cuatro movimientos realizados por China y sus empresas en el apartado tecnológico, ahora este valor solo supone poco más del 4 %. «China se ha dado cuenta que si inventan, mandan y por ello están realizando una fuerte apuesta por intentar liderar esta nueva revolución industrial tecnológica», analiza Raúl Ramírez, profesor de Historia Contemporánea especializado en China de la Universidad Rey Juan Carlos. En este sentido se entiende la gran apuesta china en ámbitos como el comercio digital o las telecomunicaciones, espacios donde innovaciones como el 5G se han convertido en un ‘caballo de Troya’ de influencia global -pese a las fuertes reticencias que persisten en Estados Unidos- que dilucida la posición que ocupará el gigante asiático en el mundo.

En este escenario, Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, apunta a que el fortalecimiento tecnológico que plantea el gigante asiático puede ser un elemento clave que marque cómo evolucione el país en el corto y medio plazo. «China busca dar un impulso a todo el apartado digital que la ponga en cabeza de la vanguardia tecnológica en el mundo. Quiere lograr una modernización industrial de gran envergadura y que, a partir de ahí, eso se convierta en el principal motor del crecimiento», remarca.

La BRI como guía

Pero la mirada china en el exterior va más allá del ámbito tecnológico. Desde que el actual mandatario, Xi Jinping, fijara en 2013 las bases de la conocida como Belt and Road Initiative (BRI) -un proyecto geoestratégico y económico fraguado en un doble corredor, uno marítimo y otro terrestre, cuyo objetivo era y es lograr el establecimiento de enlaces territoriales clave que conecten al gigante asiático con el resto del mundo- China ha ido desarrollando sin descanso su actual posicionamiento global. No en vano, en estos años ha logrado incluir a más de 130 países -según sus cifras oficiales- dentro de la iniciativa, algo relevante dado el complejo equilibrio de fuerzas que afronta la superpotencia oriental con Estados Unidos, especialmente desde que se iniciara la tensión comercial entre ambos actores.

En este contexto se entiende que, con el auge -y consecuente- impacto que la guerra económica ha tenido para Pekín, el país esté optando por priorizar aquellas inversiones que, como remarca Ramírez, les son «más prácticas», ganando con ello las de la BRI un mayor peso. Y con la pandemia esta situación puede ir a más . «La tendencia de reducir la inversión en los países desarrollados, que para China tenían un gran interés estratégico, se verá seguramente más con la pandemia», asegura sobre ello Xulio Ríos como contraste a lo que percibe que puede suceder en los países de la iniciativa, donde cree que China seguirá «prestando mucha atención». «Ahí necesita construir mercados de consumo para su exportación y que de alguna manera vengan a compensar el enfriamiento que se puede prever en el comercio y la inversión» en otros puntos del globo, insiste el experto del Observatorio de la Política China.

Lucha por Asia-Pacífico

Sin embargo, en este proceso de expansión de la BRI a nivel mundial, donde la financiación de infraestructuras -desde puertos a líneas de fibra óptica o plantas energéticas- ha jugado un rol clave, Pekín ha tenido siempre un territorio marcado en rojo. Y ese no es otro que aquella región que se extiende desde sus fronteras, la de Asia-Pacífico. Solo en ella acumula gran parte de los volúmenes económicos que el país destina en la actualidad a sus movimientos exteriores y su importancia, como se desprende de los mensajes y acciones lanzados por las autoridades chinas -entre ellas las reclamaciones históricas que mantiene, pese a las tensiones con varios países de la zona, por islas e islotes y los recursos naturales presentes en el Mar de China Meridional, su frontera sureste-, parecen ir en aumento.

Así, observando los datos del CGIT para los seis primeros meses de 2020, se puede apreciar como -con cautela debido al escaso tiempo que este periodo supone en comparación al total de la estrategia china- países como Indonesia, Vietnam, Singapur o Pakistán son focos económicos en los que China ha puesto sus sentidos, ya sea para eludir las medidas proteccionistas lanzadas por Trump con el traslado de sus fábricas a algunos de estos países en desarrollo; lograr vías alternativas -y más rápidas- en el comercio que eviten el estrecho de Malaca, donde un hipotético bloqueo por parte de EE UU le causaría graves consecuencias al país asiático; el acercamiento a través de rutas marítimas y terrestres a recursos como el petróleo provenientes del estrecho de Ormuz; o simplemente como forma de reforzar su posición entre los países de la zona dentro del ya citado pulso con Washington, que envuelve también a potencias regionales como India, con la cual las tensiones no han dejado de subir.

El impacto de la guerra comercial ha provocado que el gigante asiático centre su foco en los países de su estrategia

Es en este último punto donde se enmarca que el gigante asiático haya buscado con Pakistán o Bangladesh un mayor vínculo. «Son aliados estructurales de China porque ambos rodean a India y, además, le permiten colocar bases navales (...) o navegar hasta el golfo Pérsico y tener con ello posibilidades de expansión marítima», analiza Ramírez.

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Mientras, como contrapunto más reciente a todos estos movimientos, el aún secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, llevó a cabo a finales de octubre una gira asiática con paradas en India, Sri Lanka, Indonesia o Vietnam -todos ellos actores en la región- para intentar estrechar lazos económicos y estratégicos, sin olvidar en paralelo el discurso contra las iniciativas de Pekín que ha caracterizado a la Administración Trump. Falta saber ahora si, con la elección de Joe Biden como nuevo presidente de EE UU, puede cambia en mayor o menor medida la relación entre ambos países de cara al futuro. Sea una u otra, lo que resulta claro es que Asia-Pacifíco es y será, como ya preveía hace décadas el estratega estadounidense Zbigniew Brzezinski, el corazón de la batalla geopolítica.

El desarrollo del mercado interno coge relevancia


El crecimiento sostenido que China ha vivido en las últimas cuatro décadas y media poco tiene que ver con el del resto de países del globo. Sus reformas a todos los niveles la han llevado a convertirse en un coloso de gran relevancia dentro del contexto asiático y mundial hasta poner incluso en peligro la dominancia que, especialmente desde la separación de la Unión Soviética, ha ostentado Estados Unidos en el ámbito económico y geopolítico.


Sin embargo y pese a este posicionamiento destacado, la realidad que afronta en la actualidad el contexto exterior chino -marcado por un lado por los efectos de los ataques continuos de EEUU y, por otro, por una crisis en casi cada eslabón de las cadenas de suministros globales acrecentada con la pandemia del coronavirus- ha provocado que hoy China mire hacia el futuro con unos ojos que recuerdan a promesas iniciadas la década pasada. Desde Pekín se aboga cada vez más por la consolidación y el impulso de su desarrollo interior, el de su mercado doméstico, como un pilar de crecimiento a través del denominado plan de «circulación dual» que englobaría -dejando en un papel más secundario el contexto internacional- desde un desarrollo de sus regiones coordinado a incentivos estratégicos para el sector privado.


De momento, los mensajes de las autoridades chinas con vistas a los próximos años ya apuntan con fuerza en esa dirección. Lo señalaba así dos semanas atrás el subdirector de la Comisión de Asuntos Económicos y Financieros del Comité Central, Han Wenxiu, asegurando que «el gran mercado chino mejorará nuestra economía y dará muchas oportunidades a otros países», un horizonte que irá ligado también, como destaca el director del Observatorio de la Política China, Xulio Ríos, a una dependencia «menor del comercio exterior». El contexto actual, al menos, parece dirigir hacia ello.