Cuando en la Francia de 1973 un aún bisoño Frente Nacional -hoy Agrupación Nacional- dirigido por Jean-Marie Le Pen apenas conseguía sumar 122.000 apoyos en sus primeros comicios legislativos, pocos podían aventurar que la situación electoral pudiera dar a su sucesora e hija Marine la posibilidad de que la extrema derecha optara a conquistar el Elíseo en 2022. El escenario actual, con una más que previsible unión del resto de candidatos en un frente común, lo hace complicado. No obstante, el paradigma francés encierra tras de sí un hecho ejemplificador: el del ascenso político de la derecha radical que -con sus similitudes y diferencias- ha pasado ya de fantasma a realidad en prácticamente cada rincón de Europa. Y su techo, de momento, parece no haberse alcanzado.

Como explica el politólogo Pablo Simón, el creciente impacto de estas formaciones va inevitablemente ligado a tres rasgos identificativos: su corte autoritario, una xenofobia nacionalista a favor de posturas antinmigratorias y una «estrategia populista en contra de las élites malvadas o corruptas». En este sentido, el también profesor de la Universidad Carlos III percibe que hay factores -desde la llegada de refugiados a la gestión de la pandemia y sus consecuencias en cada territorio europeo- que van a perdurar en el corto y medio plazo, sirviendo como potenciales «elementos que estos partidos pueden explotar» y a través de los cuales prevé que se mantengan «con unos niveles de apoyo considerable, en torno al 15 %». Porque la historia reciente muestra como la incertidumbre ante situaciones difíciles se ha convertido en el mejor terreno para el auge o la consolidación de este tipo de formaciones.

«Cuando hay un momento de crisis, la extrema derecha obtiene mejores resultados por varios factores: porque hay una desafección política; porque sus mensajes sencillos para problemas complejos y muy emocionales acaban calando mucho más en el electorado…», desgrana Anna Isabel López, doctora en Ciencia Política por la de València y experta en extrema derecha, quien también añade la importancia del rearme estratégico -y con ello de sus herramientas- que ha experimentado la derecha radical, convirtiéndose hoy en punta de lanza en el uso de plataformas con cada vez más trascendencia política como las redes sociales. «Han sido muy hábiles y sobre todo pioneros a la hora de apreciar las posibilidades de estos canales», puntualiza Guillermo Fernández, investigador de la Universidad Complutense y experto en extrema derecha. Y es un papel en el que cada vez más han sumado también a los medios de comunicación tradicionales. «Han ganado la batalla del espacio comunicativo. En España hace años sería impensable que la extrema derecha tuviera tanta presencia en los medios», remarca López.

Pero no solo el aspecto comunicativo ha sido pieza de cambio en el entorno de estas formaciones. Desde hace un tiempo su presencia, asentada ya en mucho de los parlamentos -en la actualidad, si se mira dentro de los países miembros de la Unión Europea, solo Malta e Irlanda logran todavía mantener fuera de sus Cámaras a estos partidos en sus diferentes familias- ha propiciado un mayor impulso en muchos de estos casos por tratar de superar a las derechas tradicionales. En este sentido, para Guillermo Fernández ejemplos como el de Francia o Italia muestran que la intención de estos partidos consiste no solo en «hacer daño» a Ejecutivos de centro o centro-izquierda, sino también en generar «una dinámica, que es que con sus acciones la derecha clásica dude» entre seguir el camino fijado por la extrema derecha o decantarse obligadamente a acercarse al Gobierno.

Solo Malta e Irlanda han logrado mantener fuera de sus cámaras a los partidos ultras en sus diferentes familias

«Es una estrategia calculada para tratar de resquebrajar y producir disensiones en la derecha tradicional o democristiana», insiste el investigador, señalando además la complicada coyuntura que estos movimientos ultras implican no solo para las formaciones de derecha, sino también para el ecosistema político en su conjunto. Y más aún si se tiene en cuenta el actual escenario, con una mayor distancia entre sus extremos y, con ello, también entre su ciudadanía. «Al final, la polarización política también se traduce en la sociedad, porque detrás de un partido político hay mensajes que difunden y que calan en las personas que los reciben», enfatiza Anna Isabel López.

La marcha de Trump

En este contexto, si ha habido una estrategia referente para la extrema derecha a la hora de permear su mensaje esa ha sido la llevada a cabo por Donald Trump. Estas formaciones, como explica López, «han aprendido muchísimo del ‘trumpismo’. En su retórica, en sus redes sociales y las nuevas tecnologías… ha sido muy importante», añade la doctora en Ciencia Política, que no duda en que la herencia de este movimiento perdurará, aunque ahora manchada por el asalto al Capitolio. «Los nuevos partidos de extrema derecha se habían vanagloriado de no usar la violencia, pero en este caso se ha roto esa regla y en uno de los momentos peores, que es cuando no se aceptan las reglas democráticas», añade. «Estos partidos tienen que forzosamente hacer olvidar que ellos eran partidarios de Trump, porque su nombre va a quedar muy ligado a esas imágenes», explica por su parte ante esta realidad Guillermo Fernández.

Pese a ello, frente a unas circunstancias tan diferentes entre Europa y EE UU, Pablo Simón sí aprecia que el adiós de Trump no debería ser un factor esencial que impida a la extrema derecha europea seguir compitiendo con eficacia, porque lo que la «divide es si se debe buscar una política más proteccionista o ser más liberales en los económico y así atraer a los votantes liberales-conservadores», concluye.

Fratelli d’Italia, el partido que hace tambalearse el dominio ultra de Salvini

Que la antiinmigrante y ultraderechista Lega de Matteo Salvini pudiera llegar a ser el partido con más apoyos en unas elecciones no debería sorprender hoy ya a nadie. Que lo haga sin ser la fuerza más extremista entre las principales formaciones del país es cuestión muy diferente. Porque al exministro le ha surgido un serio competidor. Y lo ha hecho por su derecha. Los Fratelli d’Italia de Georgia Meloni ganan respaldos -las perspectivas los colocan ya como potencial tercera fuerza- y la diferencia con la Lega no deja de menguar. Es el apogeo de la lucha por liderar la extrema derecha en un país profundamente fragmentado en el que un Gobierno de emergencia encabezado por Mario Draghi tratará de tomar las riendas.


Dos partidos de corte autoritario dirigen el destino de Hungría y Polonia

Hungría y Polonia no solo comparten las tiranteces con Bruselas por vulnerar el Estado de derecho sino también unos Gobiernos liderados por partidos de corte autoritario. El mayoritario Fidesz de Viktor Orban es criticado hoy por sus políticas contra el colectivo LGTBI y el no menos trascendente PiS del primer ministro Mateusz Morawiecki está en el foco por sus pasos atrás en materia de igualdad. Y no están solos. Porque en Hungría, Jobbik permanece con remanentes ultras pese a su decisión de alejarse del extremismo y en Polonia, la Confederación de Libertad e Independencia parece seguir sumando apoyos con mensajes euroescépticos y nacionalistas que podrían mejorar sus resultados de 2019.


El sueño de la extrema derecha alemana que se rompió entre las luchas internas

A escasos meses de unas elecciones sin la omnipresente Angela Merkel, de aquella Alternativa por Alemania que consiguió en su estreno en el Bundestag colocarse como primer partido de la oposición en 2017 poco queda. Destrozada por las luchas internas y rodeada por ese cordón sanitario fijado por el resto de partidos, la formación de derecha radical ve como aquel nacionalismo y populismo que le dio alas ya no consigue atraer apoyos. Sus estimaciones de voto se encuentran en mínimos y la pandemia de la covid-19, que podía haber sido un nicho para el resurgimiento, tan solo ha significado un tren que se escapa en favor de Los Verdes. Y la caída aún puede ser mayor.


Unión de apoyos como fórmula para evitar que Le Pen conquiste el Elíseo

El contexto francés ofrece hoy pocas sorpresas de cara a los comicios presidenciales del próximo año. La fuerza de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen -cuyo centro de poder no está en el Parlamento donde apenas tiene representación si no en su lucha por el Elíseo- se ha mantenido más o menos estable durante los últimos dos años mientras los respaldos al presidente Emmanuel Macron han sufrido idas y venidas que hoy lo dejarían a priori por detrás de la nacionalista y populista candidata en los sondeos. Sin embargo, el bloqueo en contra de la formación de extrema derecha es más que evidente y su victoria final, como ya pasara en 2017, resulta francamente una quimera.


El escándalo del Gobierno de Rutte no acerca a Gert Wilders al poder

Que un escándalo discriminatorio por las subvenciones de miles de familias acabara hace tres semanas con el Gobierno de Mark Rutte en Países Bajos podría ser una oportunidad perfecta para que el extremista Partido por la Libertad lograra aglutinar mayores apoyos en los comicios de este marzo. Sin embargo, la formación de Gert Wilders está muy lejos de poder siquiera soñar con un triunfo. Sus respaldos, aunque mayores que en 2017, están muy lejos de poder superar al Partido Popular por la Libertad y la Democracia de Rutte o de liderar un Ejecutivo teniendo en cuenta que el otro gran partido ultra, Foro por la Democracia, se autodestruyó en noviembre y encuentra ahora apoyos mínimos.

La batalla por controlar la derecha marca el horizonte inmediato de Vox


España hace tiempo que dejó de ser una rareza dentro de Europa en lo que a presencia de la extrema derecha se refiere. La presencia de Vox en las instituciones ha dejado de ser una sorpresa para ser una realidad interiorizada. Sin embargo, ¿es esta una situación que tenga camino de crecimiento en el futuro?


Enmarcado en unas características particulares -liberalismo en lo económico y conservador en lo social- el futuro de Vox tiene hoy varios horizontes abiertos, empezando por su batalla en la derecha. «Una de sus líneas es seguir poniendo en aprietos al PP para ganar, en un primero momento, parte de sus votantes y en el medio plazo, incluso generar escisiones», remarca Guillermo Fernández, investigador de la Universidad Complutense. «Si el PP está muy débil, Vox tendrá una mayor capacidad de crecimiento con una retórica antinacionalista y ‘antiestablishment’ muy fuerte. Si por el contrario el PP se recupera y los temas que se discuten son la economía o de gestión, lo tendrá más complicado», remarca por su parte el politólogo Pablo Simón.


En esta mesura de fuerzas, las elecciones catalanas pueden ser un escenario clave. «Nos van a permitir medir la vigencia del corazón discursivo de Vox, si el mensaje basado en ese ultranacionalismo español es suficiente para atraer votantes como lo hizo hace un par de años», destaca la doctora en Ciencia Política, Anna Isabel López.

Una nueva vía


Pero la situación de Vox va más allá del choque por dominar la derecha. Para López, la formación ultra está «empezando a mirar hacia ese voto social, lanzando ‘inputs’ hacia la clase trabajadora por la crisis económica que viene», una postura en la que Fernández añade que «está tratando de politizar el descontento difuso que hay en la sociedad, quizás en las clases populares más abstencionistas». Solo el tiempo dirá si lo consigue.