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India es una bomba de relojería vírica

Esta crisis es una advertencia para Occidente, ensimismado en su vacunación y en los sueños de un rápido levantamiento de las restricciones para impulsar la llegada de millones de turistas e iniciar la recuperación económica. Todo puede descarrilar

India es una bomba de relojería vírica

La India es una bomba de relojería con cerca de 19 millones de contagiados. Una devastadora segunda ola de coronavirus ha colapsado el frágil sistema hospitalario del país. Mueren cerca de 3.500 personas cada día. Hay escasez de bombonas y de mascarillas de oxígeno; faltan pruebas de diagnóstico y camas hospitalarias.

El Gobierno del nacionalista Narendra Modi presumió antes de tiempo de sus éxitos. Dijo que después de salvar a su país iba a salvar al mundo. Comenzó a vacunar en masa con su producto nacional, el Covaxin, aprobado sin concluir la tercera fase de los ensayos clínicos. Modi perdió un tiempo precioso en propaganda sin prepararse para otro impacto. El ritmo de contagios actual supera los 400.000 diarios, aunque nadie sabe cuáles son las cifras reales.

Esta crisis es una advertencia para Occidente, ensimismado en su vacunación y en los sueños de un rápido levantamiento de las restricciones para impulsar la llegada de millones de turistas e iniciar la recuperación económica. Todo puede descarrilar. Los científicos temen que la India pueda convertirse en un vivero de mutaciones del covid-19. Ya se han detectado tres que han cruzado sus fronteras. En Europa estamos lejos de la inmunidad de rebaño, que se ha situado en un 70% de vacunados sin que nadie sepa cuál es el verdadero umbral.

La solidaridad con la India, en la que se mezclan -como sucede en las catástrofes humanitarias- los envíos concretos con las promesas de lo que se va hacer, es en realidad un acto en defensa propia. El objetivo es impedir que el problema se desborde, como sucedió en enero de 2020 con China. Pocos prometen vacunas; la mayoría envía oxígeno y tiendas de campaña.

Contraste social

Además de un país muy desigual, repleto de personas pobrísimas, la India posee una poderosa industria farmacéutica que le hizo ganarse el apodo de "la farmacia del mundo". No solo fabrica medicinas asequibles para África y América Latina, el 40% de los genéricos que se venden en EEUU son made in India. También suple el 60% de la demanda global de vacunas. Ahora primará su urgencia nacional sobre cualquier exportación. Nos faltarán las dosis de AstraZeneca elaboradas en el Instituto Serum en Pune, propiedad de archimillonarios indios.

Tras superar a Brasil en contagios, se acerca a la segunda posición mundial en el número de muertos (más de 200.000). No hay camas hospitalarias ni posibilidad de seguir el rastro de los contagios en ciudades superpobladas en las que las personas viven hacinadas. La pobreza es un factor de riesgo añadido. Los contagiados se mezclan con los sanos sin acceso a ayuda. Las imágenes de piras funerarias en algunas calles dan la medida de la gravedad de la situación. La escritora india Arundhari Roy habla de crimen contra la humanidad y señala a Modi y su partido Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio).

Asociaciones médicas indias han acusado al primer ministro de ser "el gran propagador" del virus. Despreció el peligro de una segunda ola, se enrocó en el triunfalismo. Decía que el clima les protegía. Hizo suyas las ideas más disparatadas, se llegó a afirmar que habían alcanzado la inmunidad de rebaño. No se tomaron las medidas preventivas adecuadas ni se hizo acopio de mascarillas y de bombonas de oxígeno, esenciales en la pandemia porque cerca de un 25% de los pacientes ingresados necesitan ayuda para respirar.

Medidas de seguridad

El partido del primer ministro ha celebrado mítines masivos sin medidas de seguridad sanitaria y ha permitido eventos religiosos masivos como el baño en el río Ganges al que acudieron a mediados de abril más de 3,5 millones de personas. El Gobierno no quiso o no se atrevió a suspenderlo pese a que los datos de contagio estaban en 100.000 diarios. La situación es tan grave que el Departamento de Estado de EEUU ha pedido a sus ciudadanos que eviten los viajes a la India, y a los que están dentro, que salgan.

Hay pocas ofertas de vacunas, pues todos los países priman la salud de sus nacionales y dicen, como el Reino Unido, no disponer de excedentes. Modi ha celebrado la movilización internacional pero rechaza recibir nada de su archienemigo Pakistán. China ha enviado desde Hong Kong un cargamento de bombonas de oxígeno y promete más ayuda. Putin ha ofrecido su vacuna Sputnik V, convertida en un arma diplomática que aún no cuenta con el visto bueno de la UE ni de EEUU. Sobre el tablero de la India se desplazan piezas movidas por los mismos intereses políticos y económicos que participan en la gran guerra mundial de las vacunas. Es el mercado, amigo.

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