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Crisis sanitaria global

Acoso sexual durante la cuarentena en el Reino Unido

Varias mujeres denuncian haber sido víctimas durante su reclusión preventiva en distintos hoteles británicos

Imagen de archivo del aeropuerto de Heathrow, en Londres.

Primero fueron unas cuantas las mujeres que hablaron del acoso sexual que habían sufrido durante la cuarentena en solitario en los hoteles británicos. Ahora ya son 16 las que denuncian el comportamiento de los guardias de seguridad masculinos que las vigilaban durante el encierro. Unos incidentes que ha destapado la BBC y han obligado al Gobierno a actuar. A partir de ahora, las mujeres solas en cuarentena en hoteles tendrán guardianas de sexo femenino, siempre que sea posible.

Brittany Dodds había aterrizado el mes de mayo en Heathrow procedente de Sudáfrica, su país natal. Fue conducida directamente al hotel Radisson Blu Edwardian en el mismo aeropuerto. El segundo día recibió 13 mensajes en su cuenta de Facebook del guardián con la tarea de escoltar a los aislados fuera de la habitación para hacer ejercicio o fumar un pitillo. Ella  no respondió, pensando que podía empeorar las cosas. "No quería provocarle o provocar una situación que le diera motivo para hacer algo", argumentó. Al cuarto día el guarda le mandó un mensaje muy explícito. “Esta noche voy a ir”.  Y fue.

Comenzó a golpear la puerta de su cuarto, mientras ella, en estado de pánico, montaba una barricada con el equipaje tratando de protegerse. Cuando a la mañana siguiente pidió otro guardia diferente, el acosador se dio por ofendido y comenzó a golpear de nuevo la puerta quejándose a gritos. “En ese momento estaba temblando, muda, porque me di cuenta de que ahora iba a por mí", relata. Durante los 10 días que duró la cuarentena, no volvió a salir de la habitación, una estancia por la que había pagado más de 2.000 euros, como el resto de los confinados llegados de los países en la lista roja.

Asqueante

La experiencia de Katherine Godolphin tras un viaje a Zimbabue cuando estaba recluida en el hotel Heathrow Bath Road Holiday Inn fue asqueante. El guarda que la acompañaba el primer día en el ascensor comenzó a hacer gestos obscenos. Al día siguiente, de nuevo en el ascensor cuando la escoltaba a hacer ejercicio, se estuvo masturbando mientras le decía que sus testículos estaban al rojo vivo y necesitaba “vaciarlos”.

A Janet Wheeler, el guarda le preguntó si estaba casada, si viajaba sola y si le gustaban los hombres negros. A otras, los vigilantes les pidieron citas y los números de teléfonos, soportaron comentarios sobre su físico, y llamadas continuas en sus habitaciones.

Marie Sidwell, una enfermera de 28 años de Nottingham, estaba en pijama en el momento en que un guarda golpeó la puerta porque quería hacerse un selfie. Cuando ella se negó le pidió un abrazo mientras intentaba entrar en el cuarto. La mujer logró cerrar a tiempo.

Reclamaciones en vano

Los hoteles no quieren saber nada de las quejas y las reenvían a la compañía G4S que contrata a los guardias de seguridad. Las reclamaciones han servido de poco. Algunos nunca contestaron, otros han puesto en duda los incidentes y en algunos casos dieron a entender que ellas tenían la culpa por no haberse quejado a tiempo a la dirección del hotel o a la policía.  

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