Hace diez años dos atentados sacudieron Noruega en lo que se ha considerado como la peor tragedia nacional desde la Segunda Guerra Mundial: en Oslo un coche bomba mató a ocho personas y, poco después, en la isla de Utoya, 69 personas que participaban en un campamento de verano fueron asesinadas por Anders Behring Breivik, un ultraderechista islamófobo.

Los atentados

En la tarde del 22 de julio de 2011 la explosión de una camioneta cargada con 500 kilos de explosivos junto a un edificio del gobierno mató a ocho personas e hirió a una treinta en Oslo, además de causar importantes daños en el distrito gubernamental de la capital noruega.

Una hora después Anders Behring Breivik, un fundamentalista cristiano ultraderechista, racista e islamófobo, llegó vestido de policía a la isla de Utøya, situada en el lago de Tyrifjorden, a unos 40 kilómetros de Oslo, donde 560 jóvenes participaban en el campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista noruego. Breivik, que al llegar dijo que había sido enviado por las autoridades para proteger la isla, logró reunir a un grupo de jóvenes a su alrededor y comenzó a disparar contra ellos. Durante la hora siguiente el asesino recorrió lentamente la isla disparando de forma indiscriminada hasta acabar con la vida de 69 personas, 33 de ellos menores de edad, mientras el resto intentaba esconderse o huir, algunos a nado.

Cuando la policía se presentó en la isla, una hora después de recibir la alerta, detuvo al asesino sin que este opusiera resistencia. Las fuerzas de seguridad hallaron explosivos en el coche de Breivik y documentos antiislámicos en su casa que revelaban sus ideas ultraderechista e islamófobas.

Tres días después, durante su comparecencia ante el juez, Breivik reconoció la autoría de la masacre, pero aseguró no sentir culpa porque iba a ser el desencadenante de su "revolución". Además, admitió que entre sus objetivos estaban el entonces jefe del ejecutivo, el laborista Jens Stoltenberg, y la ex primera ministra Gro Harlem Brundtland, también laborista Con su ataque, el terrorista aseguró que buscaba "salvar a Noruega y a Europa occidental de los musulmanes y del marxismo cultural", "castigar a la socialdemocracia" por "importar" islamistas y "limitar" el ascenso del Partido Laborista.

Aunque ante el juez Breivik afirmó que contaba con dos células de su organización, fue calificado por las autoridades como un "lobo solitario" que planificó y ejecutó sus ataques sin compañía alguna.

Anders Behring Breivik, durante el juicio. Reuters

Las responsabilidades

El 18 de agosto siguiente la policía, cuya actuación y lenta respuesta ante al ataque había sido muy cuestionada, ratificó que había recibido dos llamadas telefónicas de Breivik en las que este se identificaba como "comandante" y pedía entregarse. Al término de la segunda conversación, una hora después del primer aviso acerca del tiroteo, el terrorista daba por finalizada su "misión". En noviembre de 2011 el ministro de Justicia, Knut Storberget, que había sido criticado por la actuación de las fuerzas de seguridad, presentó su dimisión arguyendo razones personales y fue relevado por la ministra de Defensa, Grete Faremo.

En marzo de 2012 la policía noruega admitió por primera vez que hubo fallos en su actuación y además de errores en la comunicación interna señaló que la lancha con la que se dirigían a Utoya naufragó por exceso de peso, lo cual retrasó la detención de Breivik. El informe presentado por una comisión de evaluación reconoció también una inoperatividad del sistema de alarma nacional.

En un primer análisis los dos psiquiatras que examinaron a Breivik dictaminaron que era un psicópata y que estaba legalmente incapacitado. Sin embargo, un segundo estudio determinó que estaba en plena posesión de sus facultades mentales cuando cometió los atentados, por lo que era penalmente responsable.

El 24 de agosto de 2012 un Tribunal de Oslo consideró al acusado cuerdo desde el punto de vista penal y le condenó a 21 años de cárcel prorrogables. Según la legislación noruega, tras cumplir la condena la Justicia puede seguir considerándole peligroso y aplazar su puesta en libertad por períodos de cinco años.

Las acciones criminales de Breivik han servido de inspiración a varios individuos detenidos cuando preparaban actos terroristas. Es el caso de Brunon K., detenido por la policía polaca en noviembre de 2012 cuando pretendía atentar contra el Parlamento con cuatro toneladas de explosivos, quien admiraba a Breivik y había mantenido contactos con él. También el del noruego Kristian Vikernes, detenido por las fuerzas de seguridad francesas cuando preparaba una "masacre".

La matanza de Utøya, considerada la peor tragedia en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial, ha sido llevada al cine en varias ocasiones, entre ellas en 'Utoya Island' (2012), de Vitaliy Versace; '22 de julio' (2018), de Paul Greengrass; o 'Reconstructing Utøya' (2018), en la que cuatro supervivientes reconstruyen en un escenario vacío su experiencia, y también se han realizado varias series y numerosos libros sobre la masacre.