Lo han llamado el ‘efecto Draghi’ sobre Italia y, según muchos, no se ha evaporado seis meses después. Ese es el tiempo transcurrido desde que Mario Draghi se convirtiera en jefe del Gobierno italiano, un plazo que el político alcanza con ciertas dudas entre los ciudadanos por algunas de sus decisiones, pero también con logros indiscutibles que han apaciguado los ánimos del país. Dos son los principales, intangibles pero esenciales: la neutralización de las dinámicas más tóxicas de balcanizada política del país, y, sobre todo, la instauración de un clima de optimismo para la economía impensable en otros años.

El catedrático Mario La Torre, economista de la Universidad La Sapienza de Roma, lo resume así: “Existe un ‘efecto Draghi’ visible, en el trato con (la canciller alemana) Angela Merkel, (el presidente francés) Emmanuel Macron o (el español) Pedro Sánchez, pero también otro invisible, en todo lo que se cuece en la retaguardia, que está beneficiando enormemente al país", asegura. “Si se echa la vista atrás, se puede entender. El país finalmente está realizando algunas de las reformas que debería haber hecho hace veinte años. Así que sí, creo que se puede hablar del verano de Italia”, añade Giuseppe Di Taranto, profesor emérito de Economía de la Universidad Luiss.

Tras el batacazo del año pasado, cuando el PIB llegó a caer un 8,9% —uno de los peores datos de la UE—, los principales indicadores italianos explican el porqué de esta euforia. El PIB, por ejemplo, según la previsión del Instituto de Estadística de Italia (Istat), crecerá este año un 4,7%. Pero también está el dato del paro, que descendió en junio hasta el 9,7%, medio punto menos que el mes anterior, mientras que el juvenil cayó un 1,3%, para quedar en el 29,4%. Mejoran a su vez las importaciones y exportaciones, cuya previsión apunta a un crecimiento del 10,4% y el 9,6% respectivamente este año. Aunque quizá las cifras más llamativas sean las de los índices de confianza de empresas y ciudadanos, que el mes pasado se dispararon respectivamente hasta los 116,6 y 116,3 puntos; este último, el valor más alto desde 2005. 

Incluso los recientes éxitos deportivos, primero la victoria de Italia en la final de la Eurocopa 2020, y ahora los triunfos olímpicos (el país acumula 8 oros, y 36 medallas en total), han infundido un clima positivo. Unos triunfos de los Azzurri que, según la consultora Brand Finance, podrían añadir al producto interior bruto italiano 4.000 millones de euros a corto plazo. El gremio de agricultores Coldiretti estimó que los beneficios podrían ser aún mayores, el equivalente a un crecimiento adicional del PIB del 0,7%, como consecuencia del aumento del consumo, el turismo y las exportaciones. Más allá de la cifra exacta, no es descabellado pensar que las previsiones podrían cumplirse: ya en 2007 la economía italiana creció más de lo previsto después de que el país ganara la Copa del Mundo el año anterior. 

Reformas políticas

En cierto sentido, muchos lo consideran una combinación de elementos positivos en un momento en que, sin grandes sobresaltos ni debates demasiado enconados, el protagonista indiscutible y absoluto es Draghi. Y es que, una vez enderezada la campaña de vacunación y diseñado el plan económico para obtener los fondos de recuperación del EU Next Generation, al antiguo jefe del Banco Central Europeo no le ha temblado la mano a la hora de enfrentar cuestiones aun más espinosas, que han dividido los partidos italianos durante décadas. 

De esta manera, Draghi logró aprobar en julio un decreto. bautizado como Simplificaciones, para modernizar la aparatosa máquina burocrática del país; ha encarrilado la reforma de la justicia (ya aprobada por el Consejo de Ministros y el Congreso, y que el Senado empezará a debatir en septiembre); y también a partir del otoño se prevé que se empiece a abordar las reformas del fisco y de la pública administración, como resalta el economista Di Taranto. “Draghi está demostrando una vez más que es una garantía de éxito para Italia y para la UE”, subraya.

El mundo de la empresa

El político europeísta también ha tocado algunas de las ‘patatas calientes’ más largamente aplazadas del mundo empresarial italiano: la negociación en curso para que el banco Unicredit adquiera el rescatado Monte dei Paschi di Siena (MPS), el banco más antiguo del país, propiedad en un 68% del Estado italiano desde 2017. Y otra más: la de Alitalia, empresa en crisis desde los ochenta y por la cual se alcanzó en julio un acuerdo con la Comisión Europea para que la aerolínea pueda seguir volando. Un acuerdo que, no obstante, implica recortes que dejarán a la compañía con menos de 3.000 empleados y 52 aviones, términos que han sido bastante criticados. 

Porque, en los pasillos del poder italiano, también hay los que aprietan los dientes ante las políticas de Draghi. Está Matteo Salvini, el líder de la Liga, cuya oposición interna como socio de Gobierno ha sido neutralizada también por los conflicto dentro de su partido. Pero también hay sectores de la izquierda que no ven bien que se hayan aparcado otros temas considerados conflictivos, como un posible aumento de los impuestos para los más ricos, un giro en la cuestionada política migratoria y leyes para combatir la discriminación que sufren algunos colectivos, como los gays. Sin embargo, su voz, de momento, parece solo un ligero zumbido.