Estados Unidos protegerá a sus aliados de la belicosidad de Pekín en el Mar del Sur de China. Lo ha prometido su vicepresidenta, Kamala Harris, durante un viaje a la región que busca fortalecer alianzas y vender la firme palabra de Washington. No acompaña el contexto.

“Sabemos que Pekín continúa con las coerciones, intimidaciones y reclamaciones en la mayoría del Mar del Sur de China. Sus acciones socavan el orden basado en la ley y amenazan la soberanía de las naciones”, ha afirmado Harris en Singapur, primera etapa de una misión diplomática que también la llevará a Vietnam. EEUU, ha afirmado, “se mantiene fiel a sus aliados y socios”.

El Mar del Sur de China es una de las zonas más imprevisibles del Pacífico. Ahí colecciona Pekín pleitos territoriales con media docena de países. El cuadro se ha agravado en los últimos años por la atosigante presencia militar estadounidense y la pulsión china de ocupar aguas en conflicto por la vía de los hechos consumados y levantar islas artificiales. Según China, favorecerán el tráfico internacional. Servirán de bases militares, según Washington.

Conflicto largo

La incubación del conflicto es larga. Barack Obama ordenó el Giro al Pacífico tras años desangrándose en Oriente Medio para contrarrestar la influencia china en la región. Fue efímero el posterior repliegue de Donald Trump, en virtud de su política “América, primero”. Sus incrementos presupuestarios militares sin precedentes acabaron en la Marina y su destino natural fue el patio trasero chino. Desde entonces han frecuentado lo que Washington llama pomposamente ejercicios de libertad de navegación y que consisten en pasear periódicamente sus barcos por las aguas que China considera propias con el propósito de irritarla. “Una buena parte de la Historia del siglo XXI se escribirá en esta región”, aleccionó Harris a los tripulantes de un destructor en la base de Singapur el lunes.

El resentimiento acumulado contra Pekín ha sido utilizado por Estados Unidos para acrecentar su influencia pero nunca ha encontrado la adhesión ciega. Contra Washington juega el riesgo de una confrontación militar que alcanza a todos y las dudas sobre sus promesas.

La sombra de Afganistán

El programa de Harris en Singapur incluía la lucha contra los ciberdelitos, el coronavirus o el cambio climático, pero las ruedas de prensa no han escapado de la caótica retirada de las tropas de Afganistán. Ha resuelto las preguntas sobre cómo la interpretarán los aliados con vacuas argumentaciones y aludiendo a la evacuación de ciudadanos estadounidenses y afganos como prueba de compromiso. El primer ministro singapurés, Lee Hsien Loong, respondió que el mundo juzgará a Washington por su respuesta en Afganistán cuando se le preguntó si su Gobierno se replanteaba su confianza. Singapur mantiene un medido equilibrio entre Washington y Pekín que la segunda lamenta porque espera más atención de un país con mayoría étnica china. Su ministro de Exteriores, Vivian Balakrishnan, ahondó esta semana en la equidistancia: “Singapur será útil pero no se dejará usar” y no se convertirá en un peón en las agendas de las dos grandes potencias.

La prensa china subraya esta mañana las dificultades de Harris por adecuar su mensaje a los hechos. “Estados Unidos debería enterrar la ilusión de enemistar a un solo país del sudeste asiático con China (…) Los gobiernos regionales mantendrán su distancia con Estados Unidos. China es el mayor socio comercial de casi todos ellos y no habrá ninguno lo suficientemente estúpido para sacrificar ese enorme beneficio por convertirse en carne de cañón estadounidense”, señalaba el matutino. También recordaba que su próxima etapa es Ho Chi Minh, la antigua Saigón, donde medio siglo antes se tomaron fotos de helicópteros que se repiten estos días.