“Es mejor no gobernar que hacerlo mal”. Esta frase forma parte de los anales de la historia política alemana: la pronunció Christian Lindner, presidente del liberal FDP, el 19 de noviembre del 2017 al filo de la medianoche. Tras semanas de negociaciones con la unión conservadora de la CDU-CSU y con Los Verdes, los liberales decidieron levantarse de la mesa y cerrar la puerta a la que habría sido la primera coalición Jamaica en el ámbito federal de la historia de Alemania. El país experimentaba de primera mano las consecuencias de la fragmentación parlamentaria: dificultades para formar gobierno y su consecuente inestabilidad política.

Casi cuatro años después, y en contra del pronóstico de muchos analistas que previeron que aquella decisión llevaría a los liberales a la irrelevancia política, el FDP se presenta como un actor clave para la gobernabilidad de Alemania en la próxima legislatura, ya sin Angela Merkel al frente de la cancillería federal.

Anclado cómodamente entre el 11 y 12% de intención de voto, el partido de Lindner se ofrece como posible socio de gobierno tanto a los socialdemócratas de Olaf Scholz como a los conservadores de Armin Laschet. Sea cual sea el color político del próximo canciller federal, casi todas las posibles coaliciones dependen del ‘sí’ de FDP. Sólo un improbable tripartito entre el SPD, Los Verdes y Die Linke los dejaría fuera del Gobierno.

Enemistado con Merkel

“La señora Merkel no permite a sus socios ni un solo éxito”, dijo Lindner el pasado junio durante una charla con periodistas extranjeros. Su enemistad con ella no es ningún secreto. Vivió en primera persona como su partido se convertía en una fuerza extraparlamentaria en las elecciones federales de 2013 tras quedarse por debajo del umbral del 5% de los votos. Entre 2009 y 2013, el FDP gobernó como socio menor de la unión conservadora de la CDU-CSU de Merkel.

Esa traumática experiencia – de la que Lindner responsabiliza al hiperliderazgo merkeliano, que ha funcionado como un rodillo sobre sus socios minoritarios de gobierno – lo llevó a asumir en 2013 la presidencia del FDP. Tras devolver a su partido al Bundestag, Lindner no olvida los riesgos que supone entrar en un gobierno federal. Su participación en un ejecutivo, ya sea una coalición Jamaica o una coalición semáforo (SPD, Verdes y FDP), no saldrá gratis. “Tendrán que hacer una oferta política interesante”, advierte Lindner, que aspira a convertirse en el futuro ministro federal de Finanzas.

Hombre-partido

El actual FDP es incompresible sin el liderazgo de Christian Lindner. Fue él quien creyó en la histórica formación (fundada en 1948) cuando se la daba por acabada. Podría decirse que el FDP es hoy un “hombre-partido”.

El programa de los liberales alemanes se caracteriza por la defensa a ultranza del libre mercado, que en algunos casos roza el dogmatismo, y por su apuesta por limitar al máximo el intervencionismo del Estado. Su gran línea roja para entrar en un gobierno es la subida de impuestos. Los recursos que el Estado alemán necesite para financiar inversiones, reformas, programas sociales o medidas contra la crisis climática deben salir del crecimiento de la economía y no de un aumento de los impuestos a las rentas más altas o a las grandes empresas.

Afinidad con los conservadores

Ese rechazo a un mayor intervencionismo en el actual momento, en que la pandemia ha devuelto al Estado a una posición central de la política económica, hace dudar de la viabilidad de un pacto entre los liberales, el SPD y Los Verdes. Las propuestas fiscales de estos dos últimos partidos son progresivas y su perfil económico, claramente de izquierdas. Por eso el socio preferencial del FDP siguen siendo los conservadores, que apuntan, sin embargo, a quedar segundos en las elecciones del próximo domingo.

“Estar en la oposición no es una porquería. Quien diga eso, no ha entendido el parlamentarismo”, asegura Lindner sobre la opción de rechazar por segunda vez consecutiva la entrada en un gobierno de coalición. Su lapidaria frase de aquella noche de noviembre del 2017 sigue fresca en la memoria del electorado alemán.