Boris Johnson advierte a los británicos que habrá dificultades en el periodo de transición a lo que denominó como una economía de “alta velocidad y elevada preparación”. Su Gobierno, dijo en el discurso de clausura de la Conferencia del partido Conservador, "tiene las agallas" para afrontar los problemas económicos y sociales que administraciones previas, conservadoras y laboristas, no han tenido el valor de abordar.

Con él, el Reino Unido “se ha embarcado en un cambio necesario desde hacía tiempo en la dirección en la economía”, lo que supone “no volver a usar el mismo método de inmigración incontrolada, manteniendo salarios bajos. No es utilizar la inmigración como una excusa para no invertir en gente, en formación, y en equipamiento y en maquinaria”. Johnson culpa a las empresas de los problemas inmediatos que está viviendo el país como las colas en las gasolineras, la escasez de provisiones que auguran unas Navidades problemáticas.

Nivelar las diferencias

Los empresarios piden visados de al menos cinco años para los trabajadores extranjeros, pero el primer ministro insistió en la reducción de mano de obra de inmigrantes, para reemplazarla con mejores condiciones y salarios más altos, de manera que sean británicos los que ocupen los puestos de trabajo. Habló de su plan para elevar hacia arriba el nivel de vida (levelling upde las clases más desfavorecidas con inversiones en ciertas regiones del país.

“No hay razón para que alguien deba estar condenado geográficamente a ser más pobres que otros”, afirmó, dispuesto a retener el voto en las próximas elecciones de los antiguos militantes laboristas que le apoyaron en el 2019.

El aparente deseo de mejorar la vida de los más vulnerables coincide con la eliminación desde el miércoles de la ayuda de 20 libras semanales (Universal Credit) que 6 millones de británicos en extrema necesidad, venían recibiendo durante la pandemia. El Gobierno recuerda que la medida siempre fue provisional, pero el Partido Laborista y las oenegés advierten de que para los afectados esté corte supone la supresión de un 3% de sus mermados ingresos y les aboca a la pobreza, en un momento en el que sube la inflación, con un aumento del precio de la comida y de la luz.

De espaldas a la realidad

La intervención de Johnson puso punto final a cuatro días que han mostrado hasta qué punto el actual Gobierno vive de espaldas a la realidad. Una cosa han sido los discursos y declaraciones en la burbuja de Manchester y otra muy distinta lo que está ocurriendo en la calle. Los ministros han eludido, los problemas inmediatos que crispan al país.

En sus discursos han ignorado las colas en las estaciones de servicio, la subida del precio del gas y la electricidad, o el aumento de los impuestos. Ni siquiera el responsable de Asuntos Rurales, George Eustice, mencionó la situación creada por la falta de matarifes que está obligando a la incineración de cerdos. Acorazados en la defensa ideológica del Brexit, la ministra de Interior, Priti Patel, se regocijó de que se haya puesto fin a la libertad de movimiento y cargó contra los abogados que defienden a los demandantes de asilo.

En la misma línea, el responsable de Justicia, Dominic Raab, recién destituido de la cartera de Exteriores, prometió acabar con la Ley de Derechos Humanos que “muy a menudo”, afirmó, sirve para encubrir a peligrosos criminales. El responsable para el Brexit, David Frost, se congratuló de que el país ha dejado atrás “la larga pesadilla de pertenecer a la Unión Europea” y amenazó de nuevo con suspender el Protocolo para Irlanda del Norte.

Las penalidades que sufren los ciudadanos se deben según el mensaje del Ejecutivo a un “periodo de reajuste” indeterminado, pero el futuro del Reino Unido es brillante. “A pesar de los retos, a largo plazo, la agilidad, flexibilidad y libertad que nos ha proporcionado el Brexit tendrán mucho más valor en la economía del siglo XXI que la proximidad al mercado (de la Unión Europea), ha declarado el responsable de Finanzas, Risi Sunak. En algún momento, el Gobierno de Johnson tendrá que bajar de la nube.