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Primer año de mandato

Biden: un primer año complicado

El presidente de EEUU alcanza su primer año azuzado por un índice de desaprobación del 52% | La pandemia y su repercusión económica erosionan la gestión del demócrata

Joe Biden y su esposa Jill Biden durante el juramento.

"La unidad es el único camino hacia delante". La frase la pronunció Joe Biden en su discurso de investidura como 46º presidente de Estados Unidos. Dos semanas después del asalto al Capitolio y en medio de una pandemia que entonces golpeaba con saña la salud y la economía, aquella fue una intervención en la que señaló a las "crisis y desafíos" que enfrentaba el país, a los "peligros y posibilidades". Con espíritu y retórica optimista, el demócrata marcó un camino de reparación y construcción en el que, dijo, había mucho que sanar pero también "mucho que ganar".

Un año después, esos retos siguen, cambiados pero presentes; algunos avances indiscutibles que ha logrado no resuenan sino, al contrario, se pierden en índices de desaprobación que llegan al 52%; la vía de unidad es una entelequia y su presidencia discurre marcada por limitaciones, con la imagen de que Biden se ve más arrastrado por los acontecimientos que capaz de darles forma.

Pandemia

La situación de EEUU ante la doble crisis de la pandemia es innegablemente mejor que en enero de 2021. El 63% de la población (y el 67% de los mayores de 5 años) está vacunado ante una enfermedad que ha dejado ya más de 850.000 muertos en el país. Pero Biden tuvo un momento similar al precipitado "misión cumplida" de George Bush en la guerra de Irak cuando marcó el 4 de julio como el momento de la "independencia del virus".

La llegada de la variante delta en verano y más recientemente la de ómicron han desnudado la falta de preparación de su Administración, que ahora acelera para ponerse al día en cuestiones como el sistema de pruebas o la producción de tratamientos. Persisten los problemas para mantener abiertas las escuelas y no ha desaparecido la politización de la pandemia y de las medidas para combatirla. El último golpe para Biden en este terreno le llegó la semana pasada del Tribunal Supremo, donde la mayoría conservadora frenó su mandato de vacunación o pruebas para las empresas con más de 100 empleados. Pero además enfrenta el hartazgo de una población agotada, y la gestión de la pandemia ahora ya es suya, sin poder responsabilizar de errores a su predecesor.

Economía

"No puedes presionar a la gente para que se sienta bien", ha dicho el estratega demócrata David Axelrod. Y eso se aplica también a la economía. En ese terreno, Biden puede presumir de algunos números y realidades destacables. En su mandato, por ejemplo, se han creado 6,4 millones de empleos, más que en ningún primer año de presidencia; el paro ha caído del 6,3% al 3,9%, los salarios han subido y después de sacar adelante un plan de rescate de casi dos billones de dólares logró apoyo bipartidista para aprobar un plan de infraestructuras de 1,2 billones, en el que 550 millones son de nuevo gasto.

Sin embargo, a Biden le persiguen los fantasmas. Están los problemas en la cadena de suministros. Están los millones de empleos que no se cubren y fenómenos como la "gran renuncia". Y está el peso de la inflación, que se ha elevado al 7% anual, la mayor subida de precios que han conocido quienes nacieron después de 1981. Las mejoras en la red de prestaciones sociales que debían llegar con su ambicioso plan 'Build Back Better', además, se han esfumado ante el bloqueo republicano y el rechazo de senadores moderados de su propio partido.

Clima y otras crisis

El colapso de esa iniciativa legislativa también ha dejado malheridas las promesas que hizo Biden de abordar otra crisis: la emergencia climática. Sin la ley y su dinero está por ver que el mandatario que devolvió a EEUU al Acuerdo de París pueda cumplir la promesa que hizo en Glasgow de reducir para final de la década las emisiones a la mitad respecto a 2005.

En la lista de activos, Biden suma haber conseguido el nombramiento de 41 jueces federales (el 80% mujeres, el 53% no blancos), pero en el de pasivos acumula crisis. El verano estuvo marcado por la debacle de la caótica retirada de Afganistán y 2022 empieza con las relaciones diplomáticas con Rusia que deberían evitar una crisis por Ucrania al borde del precipicio. No ha habido avances significativos para resucitar el acuerdo nuclear con Irán o en la tensa relación con China. Y la prometida reforma de la política migratoria no avanza. Mientras, en la frontera con México el número de detenciones se ha disparado y solo en los primeros 10 meses de su mandato hubo casi 1,8 millones de cruces.

Exigua mayoría en el Congreso

El mensaje de unidad que Biden pronunció en su toma de posesión, aquella urgencia por "acabar la guerra incivil" que se aceleró en el mandato de Trump, se ha difuminado. La brecha política se ha profundizado entre el Partido Demócrata y un Partido Republicano radicalizado y en buena medida entregado a la "gran mentira" de Trump, igual que millones de ciudadanos. 

Biden, además, no cuenta solo con la feroz estrategia de bloqueo de los conservadores. La exigua mayoría en el Congreso se ha ratificado como un mero espejismo de posibilidad de acción legislativa. Un par de senadores moderados de su partido, Joe Manchin y Kyrsten Sinema, han tumbado sus dos grandes prioridades: 'Build Back Better' y, más recientemente, el intento de acabar con la práctica del filibusterismo para sacar adelante propuestas de ley que protejan el derecho al voto, bajo asalto republicano y que amenaza especialmente a minorías. Y sigue pendiente también para Biden dar una respuesta al renovado movimiento que, cuando llegó a la Casa Blanca, clamaba en todo el país por la justicia racial.

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