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Guerra en Ucrania

El estado psicológico de Putin, en entredicho

Analistas occidentales constatan un preocupante cambio de comportamiento en el presidente ruso | Un senador de EEUU con acceso a inteligencia dice que parece tener problemas neurológicos

El estado psicológico de Putin, en entredicho. / RAFA LÓPEZ

¿Qué le ocurre a Putin? Analistas y líderes occidentales han observado en las últimas semanas un llamativo cambio de comportamiento en el presidente ruso, y medios internacionales han publicado que podría estar causado por alguna dolencia neurológica. Su diferente apariencia en los últimos años ha llevado a especular con enfermedades como el cáncer y el párkinson, y se ha apuntado la supuesta afición del mandatario del Kremlin por el bótox y los esteroides anabolizantes, lo que le habría pasado factura a sus 69 años.

Como la de cualquier dictador, la salud de Vladímir Putin es un secreto de estado. O, parafraseando la famosa cita de Churchill sobre Rusia, “un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”. Al antiguo agente de la KGB y émulo de Stierlitz, el equivalente soviético al James Bond occidental, siempre le ha gustado alardear de su buena forma física y de su cuerpo musculado. Son célebres sus imágenes con el torso desnudo a lomos de un caballo o haciendo llaves de judo, deporte del que es consumado practicante. Pero ni su planta ni su salud parecen los de antaño. Su cara, redonda e inflada, se parece poco a la del joven de semblante afilado que emergió en la vida política en San Petersburgo allá por 1990. Evelyn Farkas, encargada de los asuntos de Rusia durante la administración Obama, apuntó ayer a la CNN que Putin es ahora un tipo diferente al de aquella etapa. Entonces era “apocado, muy relajado”, y ahora se muestra “enfadado y con aspecto hinchado”.

En la miniserie documental “Putin, de espía a presidente” (Movistar) se insinúa que Putin podría haberse puesto en manos de los mismos cirujanos plásticos que tensaron el rostro de su amigo Silvio Berlusconi. Otros atribuyen su declive físico al abuso de bótox, corticoides y esteroides anabolizantes. Estas últimas sustancias, utilizadas en el dopaje deportivo –del que la Rusia de Putin tiene un amplio historial–, pueden producir efectos secundarios psicológicos como cambios de estado de ánimo, agresividad, paranoia, comportamiento maníaco, alucinaciones y delirios.

Uno de estos llamativos episodios de irracionalidad fue el que protagonizó en una comparecencia televisada en directo el día anterior a la invasión, cuando humilló en público a su subordinado Serguéi Naryshkin, director del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, que por momentos solo acertó a balbucear ante la actitud intimidatoria de Putin.

En 2020, los tabloides británicos “The Sun” y “The Daily Mail” dieron pábulo a los rumores de que Putin padecía párkinson y que eso le llevaría a dejar el poder al año siguiente. La fuente de tales informaciones fue el politólogo Valery Solovei, conectado a la élite rusa. El Kremlin lo desmintió.

De padecerlo, el párkinson, enfermedad neurodegenerativa que también sufrió Hitler al final de su vida, afectaría a su función cognitiva. El dictador alemán mostró un comportamiento errático en la segunda mitad de la Segunda Guerra Mundial, algo que algunos investigadores han vinculado al párkinson y a las drogas que le administraba su médico personal, Theodor Morell. El principio de su fin fue, precisamente, ordenar la invasión de la Unión Soviética, que incluía a Ucrania. El paralelismo con Putin parece obvio. La NBC ha publicado, citando dos fuentes oficiales de EE UU, que el Gobierno estadounidense “tiene inteligencia sólida” de que Putin “expresa estallidos inusuales de ira hacia las personas en su círculo íntimo por el estado de la campaña militar y la condena mundial de sus acciones”. Recuerda a la explosión de rabia de Hitler ante sus generales en la escena más célebre de la película “El hundimiento”.

Operación de espalda

En noviembre de 2012, el periódico digital ruso Gazeta.ru, citando a la agencia Reuters, afirmó que los insoportables dolores de espalda de Putin lo llevaron a someterse a una operación. Estos problemas obligarían a Putin a tomar potentes analgésicos que podrían haber mermado su desempeño mental. De nuevo el Kremlin lo desmintió.

Cuatro días antes de la invasión, el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, comentó a la CNN que había advertido en Putin un “cambio de comportamiento”. Tras una conversación telefónica con el presidente ruso, dijo que Putin “quiere ser muy decisivo y sonar como tal”.

Fuentes estadounidenses familiarizadas con la inteligencia y citadas por la NBC señalan que “Putin ha estado completamente aislado, en parte debido al COVID. Las únicas personas que hablan con él son aduladores que solo alimentan su resentimiento”.

Yendo más allá, el senador por Florida Marco Rubio, miembro del comité de Inteligencia del Senado estadounidense, sugirió el pasado sábado que tiene datos sobre el motivo del comportamiento aparentemente errático de Putin. “Desearía poder compartir más, pero por ahora puedo decir que es bastante obvio para muchos que algo va mal con Putin –explicó–. Siempre ha sido un asesino, pero su problema ahora es diferente y significativo. Sería un error suponer que este Putin reaccionaría de la misma manera que lo habría hecho hace 5 años”. Posteriormente comentó al periodista Jake Tapper que Putin “parece tener problemas de salud neurofisiológicos”.

James Clapper, anterior director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, declaró a la CNN que coincide con Rubio, del que cree que tiene acceso a información clasificada que apoya sus palabras. Clapper dijo en la noche del domingo que Putin se ha mostrado siempre “tranquilo, pragmático, objetivo y racional”, y que “su comportamiento es diferente ahora. Es el clásico ejemplo del rey desnudo, nadie en su entorno le lleva la contraria”. Este cambio de comportamiento de Putin, según Clapper, se caracteriza por “discursos inconexos” y “estallidos de enfado”, cuando antes el mandatario ruso “era disciplinado ante lo que tenía que decir y no mostraba sus emociones”. “Personalmente creo que está desquiciado. Me preocupa su agudeza y equilibrio. Esto podría tener consecuencias nunca vistas en la historia”, dijo el influyente analista de seguridad. “The New York Times” se hizo eco de estas declaraciones y apuntó que Clapper “dijo en público lo que cargos de la administración estadounidense han estado diciendo en privado desde que Moscú comenzó a decir que Ucrania estaba llevando a cabo un genocidio y desarrollando armas nucleares propias”.

Apunta en esa misma dirección el analista estadounidense de origen ruso Max Boot, miembro del Council of Foreign Relations y colaborador de “The Washington Post”. El domingo señaló a la CNN que “el COVID ha llevado a Putin a estar más aislado que nunca. Cuando se reúne con otros líderes se sientan en lados opuestos de una mesa muy larga”. Para Boot, existe una percepción generalizada de que Putin “no está en contacto con la realidad y es aterrador, porque tiene un enorme ejército y el mayor arsenal nuclear del mundo”.

Evelyn Farkas, por su parte, opinó que tal vez Putin no esté sufriendo una enfermedad que le afecte a su juicio, sino “que podría sentir que no le queda mucho tiempo como líder de Rusia y quiere dejar su marca en la historia”.

En definitiva, los analistas coinciden en que ninguna enfermedad explica por sí misma la personalidad perversa de Putin, demostrada a lo largo de más de dos décadas en las que se le ha atribuido haber ordenado asesinatos de opositores y disidentes, así como ataques que podrían ser considerados crímenes de guerra. Lo que no está confirmado es si el reciente cambio de comportamiento responde a algún problema de salud que no se ha revelado.

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