En Corea del Norte, una suerte de corte de los milagros contemporánea, no se escuchaba algo tan inverosímil desde aquel doble arcoíris que saludó el nacimiento de Kim Jong-il. Aseguraba la prensa oficial este jueves que la epidemia había dado "un giro favorable" y añadía este viernes que las medidas estaban alcanzando "buenos resultados". Las medidas incluyen mucho  y gárgaras con agua salada.

El anuncio de la KCNA, la agencia oficial, acompañaba el recuento diario de casos. Son 2,24 millones de norcoreanos "con fiebre", es decir, uno de cada diez. Las muertes se elevan a 56 pero las cifras exigen un auto de fe considerable porque confluyen el error, por la falta de análisis, y una probable manipulación que va más allá del maquillaje al uso. El reconocimiento de la pandemia y el tsunami de casos es, aún con todo, contracultural en un país que no ha desvelado aún cuántas muertes dejaron las hambrunas de los años 90. Los expertos especulan que los esfuerzos por barrerla bajo la alfombra habrían sido estériles y podrían haber estimulado el descontento popular. El bajísimo número de muertes publicado, en cambio, sugiere que su respuesta es eficaz.

Las alarmas globales sonaron tan pronto Pionyang confirmó el jueves pasado su primer caso. La ONU ha alertado de las "consecuencias devastadoras" y la Organización Mundial de la Salud (OMS) teme que de un brote descontrolado emerjan nuevas y más mortales variantes. Sobran las razones para la inquietud: una población sin vacunar, un sistema hospitalario precario y el pertinaz rechazo a los ofrecimientos de ayuda.

Medicina tradicional

Frente a ese desolador cuadro, Corea del Norte ofrece unas soluciones más razonables que otras. Por un lado ha enviado tres aviones de carga a China, lo que sugiere que ha aceptado al fin el auxilio externo. También ha ordenado a sus fábricas que produzcan en masa jeringuillas, termómetros y otro material sanitario. Y, por el otro, ha presentado la medicina tradicional como "eficaz en la prevención y cura de la maliciosa enfermedad". El diario oficial, Rodong Simnun, recomendaba ayer a los enfermos "con fiebre" que ingieran bebidas calientes como el té de jengibre y de madreselva. También que hagan gárgaras con agua salada y a tal efecto ha llegado a Pionyang un millar de toneladas de sal. Los remedios, en el mejor de los casos, pueden reducir el dolor de garganta y la tos y aliviar el dolor, pero no existe ninguna prueba médica de su eficacia contra la pandemia. No parece más atinada la recomendación de antibióticos, indicados para las bacterias e inútiles contra los virus. La prensa nacional muestra estos días a vecinos agradeciendo su lozanía a los remedios tradicionales.

Corea del Norte ha ordenado una cuarentena nacional que, sin embargo, no ha frenado en seco la actividad. "Incluso bajo la situación de emergencia máxima contra la pandemia, se mantienen la producción normal en los sectores industriales claves y los grandes proyectos de infraestructuras", informaba la KCNA. Las imágenes satelitales confirman el ajetreo en fábricas y tierras de cultivo. La irrupción del coronavirus ha coincidido con la temporada de siembra del arroz y, con el país ya en una severa crisis alimentaria, renunciar a ella empujaría a un escenario más preocupante incluso que el de una pandemia sin bridas.