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Dos años después del Covid

Berlín sigue lejos de la cifra de turistas previa a la pandemia

La capital alemana recupera visitantes pese a las malas perspectivas generadas por la inflación y la crisis energética

Berlín sigue lejos de la cifra de turistas previa a la pandemia.

La explanada de cemento que se extiende ante la Puerta de Brandeburgo es tal vez el mejor termómetro del sector turístico de la capital alemana. El monumento es uno de los más emblemáticos de la ciudad. Ante él se arremolinan visitantes alemanes y extranjeros para hacerse foto y selfies. Allí también se sitúan estratégicamente representantes de empresas de guías turísticas y conductores de rickshaws a la caza de clientes.

Un jueves a las diez de la mañana de este mes de agosto ya transitan por el mítico espacio berlinés decenas de turistas de diferentes nacionalidades. El panorama dista, no obstante, de las aglomeraciones típicas a estas alturas del año antes de la pandemia. Thilo, un conductor de rickshaw que lleva nueve años ganándose la vida a los pedales, confirma las sospechas: el turismo en la capital alemana se ha recuperado respecto a los dos últimos veranos, pero está lejos de alcanzar el nivel de 2019. “Calculo que estamos a un 70%”, dice a EL PERIÓDICO, diario integrante del grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, mientras los turistas pasan de largo.

Las restricciones de la vida pública durante los dos últimos años han supuesto una estocada para muchos pequeños y medianos empresarios del sector. Muchos conductores de rickshaw dejaron este trabajo para buscarse la vida en otros sectores como, por ejemplo, los centros de testeo de coronavirus financiados por el Estado. La creciente inflación desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania ha supuesto la puntilla para algunos de los que consiguieron sobrevivir a la pandemia. “Yo he tenido que subir mis tarifas a 25 euros por media hora, pero como mis clientes suelen ser de altos ingresos, no tengo demasiado problema”, dice Thilo bajo de la sobra que proyecta la Puerta de Brandeburgo en un día en el que sol pica en Berlín.

El precio de la inflación

Las estadísticas de Gobierno de Berlín no dejan lugar a dudas sobre la recuperación: el número de visitantes a la capital alemana superó el millón el pasado mes de junio, lo que supone un aumento del 250% respecto al mismo mes del año anterior. Las pernoctaciones superaron además las 2.700.000, con un aumento interanual del 236%.

La cifra total de visitantes en 2020 y 2021 – los años más marcados por las restricciones – rondó los diez millones. Sólo en 2019, antes del inicio de la pandemia, casi 14 millones de personas visitaron la capital alemana, con más de 34 millones de pernoctaciones. El sector avanza, por tanto, hacia la recuperación de los niveles prepandemia, pero en el horizonte aparecen nubarrones. La inflación es uno de ellos.

“Muchos turistas piden una rebaja del ticket o directamente usan el billete de 9 euros al mes para tomar un autobús de línea público en lugar de nuestros buses”, explica ante el edificio histórico del Reichstag Lena, trabajadora de una de las principales empresas de guías turísticas de la ciudad. El aumento de los precios que afecta a Alemania – con una inflación del 7,5 % en julio – también hace mella en el turismo. “Hay una mejora clara respecto a veranos anteriores”, reconoce Lena, “pero las empresas de este ramo están teniendo que colaborar entre ellas para poder sobrevivir”.

“Otoño caliente”

El aumento de los precios no sólo tiene un impacto en la cantidad de dinero que se dejan los turistas durante sus vacaciones, sino también en el gasto de las empresas. “Nuestros ingresos enfrentan costes bastante más altos que antes de la crisis generada por el coronavirus, especialmente por los precios disparados del gas y la energía”, asegura Guido Zöllick, presidente de la Federación de Hosteleros y Restauradores de Alemania (DEHOGA). La Oficina Federal de Estadística, Destatis, apunta una pérdida del 25% del volumen de ingresos entre enero y mayo de este 2022 por el aumento de los precios.

La crisis energética a la que se enfrenta Alemania por la reducción del suministro de gas ruso amenaza con agravarse a partir de este otoño, cuando las empresas tengan que comenzar a pagar los costos de la calefacción y el consumo energético aumente con la bajada de las temperaturas. Medios y políticos no dudan en usar la expresión “otoño caliente” ante una posible oleada de protestas sociales.

Estas perspectivas no generan especialmente optimismo en el sector turístico berlinés pese a la innegable mejora de la cifra de visitantes registrada este verano. El racionamiento del gas es una de las posibilidades que el ministro de Economía y vicecanciller alemán, el verde Robert Habeck, ya ha puesto encima de la mesa. De momento, el Gobierno de Berlín ya ha introducido restricciones energéticas. Una de ellas es mantener apagada la iluminación de edificios públicos y monumentos emblemáticos de la ciudad como la Catedral, el ayuntamiento o la Columna de la Victoria. La emblemática Puerta de Brandeburgo se salva, de momento, de esta medida de ahorro.

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