China ha impuesto sanciones a los máximos responsables de fabricantes de armas por la última partida de Estados Unidos con destino a Taiwán. Es la primera vez que Pekín identifica a los individuos y no a las multinacionales. Se trata de Ted Colbert, director ejecutivo de Boeing Defense, y Gregory Hayes, de Raytheon Tecnologies.

No ha especificado el régimen en qué consisten las sanciones pero las previstas por la ley no trascienden del carácter simbólico: prohibición de entrada en China y revocación del visado, deportación, confiscación o congelamiento de bienes en el país… La medida revela, en todo caso, el hartazgo chino por las interferencias de Washington en un asunto que considera propio y, más en concreto, por el incesante caudal de armas hacia la isla.

EEUU anunció recientemente una macro venta de casi mil cien millones de dólares en armas. La orden de compra incluye 60 misiles antibuque, un centenar de misiles aire-aire y la prórroga del contrato de radares. El acuerdo se firmó cuando aún resonaba el eco de la visita de Nancy Pelosi, el mayor cargo político que pisaba la isla en décadas, que desencadenó maniobras militares chinas en el estrecho de Formosa sin precedentes.

Relaciones enturbiadas

El Ministerio de Exteriores chino ha aclarado esta mañana que esa venta de armas supone una violación flagrante de tres acuerdos sino-estadounidenses, que dinamita la soberanía y la integridad territorial chinas y enturbia las relaciones bilaterales. Las rabietas chinas tras las periódicas ventas de armas estadounidenses integran el paisaje. Son, en puridad, un sinsentido: EEUU arma a un país al que no reconoce para que se defienda de otro al que sí reconoce.

Tienen, sin embargo, una cobertura legal a la que China es ajena: el Acta de Relaciones de EEUU y Taiwan de 1979 obliga a la primera a suministrar los medios de defensa de la segunda. El sucinto redactado de la ley cubre las ventas de armas y deja en un limbo interpretativo si también contempla el envío de tropas estadounidenses en caso de ataque chino. Es la llamada “ambigüedad interpretativa”, un eficaz freno tanto a la invasión china como a las provocaciones taiwanesas, que Joe Biden ha cuestionado en los últimos meses.

La hostilidad creciente entre ambas potencias y la elección estadounidense de Taiwán como el estómago chino al que golpear han incrementado el ritmo y el volumen de las ventas de armas. Ni siquiera Taipéi ha podido cumplir siempre las pretensiones del gremio armamentista. En mayo canceló la compra de una docena de helicópteros antisubmarinos porque, según confesó el Ministerio de Defensa, no se los podían permitir.

Poco puede hacer China contra esas transacciones que la descomponen. El pasado año aprobó la Ley de Sanciones contra Extranjeros, que contempla castigos contra los que interfieren en asuntos internos. En febrero sancionó a dos fabricantes de armas estadounidenses por el mantenimiento del sistema de defensa de misiles de Taiwán. Eran Lockheed Martin y Raytheon, la misma que ha sido castigada hoy, lo que parece descartar un alto poder disuasorio.