Italia ha emprendido este lunes un camino, repleto de incógnitas, hacia su nueva dimensión desconocida. La coalición liderada por Giorgia Meloni, líder del partido de extrema derecha Hermanos de Italia, ha ganado las elecciones legislativas con el 43% de los votos. Nunca antes había pasado en la historia republicana de Italia. El nivel de abstención también se acerca a niveles récord, cerca de un 36%, alrededor de 9 puntos más que en los anteriores comicios de 2018. Aún así, la coalición de Meloni se ha quedado sin los dos tercios de los escaños en el Parlamento, la cifra que necesitaban para modificar la Constitución sin el apoyo de otros partidos.

El resultado supone un enorme triunfo para Hermanos de Italia, un partido que hace cuatro años cosechó apenas el 4% de los votos, y que, por tanto, ha multiplicado su potencia política por seis. Eso sitúa a Meloni como la candidata preferente para que el presidente de la República, Sergio Mattarella, le dé el encargo de formar Gobierno, lo que debería ocurrir a mediados de octubre, salvo imprevistos.

En el frente interno, la primera víctima de la jornada electoral ha resultado ser el progresista Enrico Letta, el líder del Partido Democrático (PD), cuya formación obtuvo a duras penas un 19%. Letta decidió tirar la toalla y anunció que no volverá a repetir en el cargo. La decisión será ratificada en el próximo congreso de la formación, que se celebrará probablemente en marzo próximo. El resultado electoral no quita que Italia “tiene que estar en el corazón de Europa”, ha dicho Letta, al asumir la responsabilidad de la derrota.

Según algunos analistas, los candidatos a sucederle serían el actual ministro del Trabajo, Andrea Orlando, o Stefanno Bonaccini, el gobernador de Emilia Romaña, que hace dos años le ganó a la Liga de Matteo Salvini cuando el legüista intentó conquistar a esta región italiana. Aunque también figura en esta lista la vice de Bonaccini, Elly Schlein, una ítalo-estadounidense muy aplaudida por las franjas más izquierdistas del PD y que también se ha vuelto un icono LGTBQ+.

Pero la cabeza de Letta podría no ser la única que rodará después de estos comicios. La espada de Damocles también pende sobre Salvini, cuyo partido apenas obtuvo el 8,8%, un 8,6% menos que en 2018. Más aún que el líder ultraderechista anda desde tiempo de capa caída, con el ala de la Liga institucional y más cercana a los orígenes autonomistas del partido que ha manifestado en reiteradas ocasiones su malestar por las continuas salidas de tono de su líder. Por citar uno de los que integran este grupo: Luca Zaia, el poderosísimo gobernador de Véneto. “Hay que analizar seriamente este resultado”, ya ha avisado Zaia.

Distinto es el caso de Forza Italia que, pese a que su agonía ya se considere un hecho, ha caído menos de lo esperado y por ello (aunque esto vale también en parte para la Liga), mantendrá cierto poder de negociación dentro de la coalición liderada por Meloni. De hecho, una certeza es que Hermanos de Italia no podrá gobernar sin sus aliados. De ahí tal vez que, como también lo había hecho inmediatamente después de consolidarse su victoria, Meloni mantuviera cierta moderación, aunque sin renunciar a la simbología nacionalista

“Lograremos que los italianos se sientan de nuevo orgullosos de ser italianos”, escribió la líder ultraderechista en un panfleto, en el que también apareció envuelta en la bandera italiana. “Es el tiempo de la responsabilidad. El tiempo en que si se quiere formar parte de la historia, se debe comprender la responsabilidad que tenemos ante decenas de millones de personas”, había dicho anteriormente.

Una euforia, la de Meloni, otorgada por las cifras. De hecho, según el recuento, el número de votos conseguidos por Hermanos de Italia superó los 7 millones, el equivalente al 26%. Una cifra significativa al ser prácticamente igual al total de los consensos obtenidos por todos los partidos de la coalición de centroizquierda. Un conglomerado de partidos, este, del que -además del PD- también por formaban parte Izquierda y Verdes, Más Europa y Empeño Cívico, el partido de Luigi Di Maio, el actual ministro de Exteriores. Su antigua formación, los 5 Estrellas, también perdió más de la mitad del consensos en los comicios.

En las próximas semanas, será el presidente Mattarella el que deberá jugar el papel de árbitro. Como establece la ley italiana, tendrá que reunirse con los partidos y, velar para asegurarse que el nuevo Gobierno italiano esté en línea con la Constitución italiana, y los principios y valores de la Unión Europea. Y Mattarella ya ha demostrado que no es un hueso fácil de roer. Tanto es así que, en 2018, rechazó a Paolo Savona, entonces candidato de la Liga para ejercer como ministro de Economía. Y hubo que buscar a otra persona.