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La huella de los Meloni en La Gomera

Francesco Meloni, un comunista con espíritu aristocrático

El padre de Giorgia fue un empresario audaz en La Gomera pero se arruinó, recurrió al tráfico de drogas y acabó en prisión

Edificio donde hace más de tres décadas estuvo el restaurante Marqués de Oristano. PEDRO FUMERO

El padre de la futura primera ministra de Italia, Francesco Meloni, no pasó desapercibido durante su estancia en La Gomera, la tercera isla más pequeña del Archipiélago canario, con poco más de 22.000 habitantes. Franco, como le llamaban en la capital insular, quiso llevar una vida distinguida, de empresario serio, con apuestas fuertes en inversiones. De profesión contable, entre finales de los años setenta y comienzos de los ochenta Meloni se establece en una isla ajena al circuito turístico de Canarias de sol y playa. Llegó solo, como un desconocido, en el velero Caballo Loco. Pero invirtió en la compra de tres viviendas en pleno casco histórico de San Sebastián de La Gomera. En una de las antiguas casas abrió el restaurante Marqués de Oristano. Oristán es la capital de la provincia de Cerdeña, donde nació Francesco, quien falleció hace dos años de leucemia. Con el uso de este título nobiliario quería imponer cierto aire de distinción para su local. Y lo logró. Antes, realizó un proceso de restauración a conciencia que requirió otra aportación importante de dinero.

Su adquisición más valiosa en la isla fue una vivienda del siglo XVII que usó para vivir a escasos pasos de un templo emblemático, la iglesia de La Asunción. Otro detalle de distinción aristocrática que Franco quiso dar a su vida en La Gomera. También compró otra casa en la calle del Juzgado, donde montó la discoteca Fin Fan. Las tres propiedades estaban en una de las manzanas más céntricas, lo que da idea de la capacidad económica de Meloni o, al menos, de su audacia como inversor sin complejos. A mediados de los años 80 y el inicio de los 90, El Italiano revolucionó la hostelería y el ocio nocturno de la capital gomera con ambos negocios. El restaurante subió el nivel de la oferta gastronómica en San Sebastián. Y la Fin Fan fue, sencillamente, la primera discoteca de la Isla, el "lugar de moda". "Por el restaurante acudían constructores de la época y se movía dinero", apuntan los vecinos. Algunas cenas de empresa solían celebrarse en el Marqués de Oristano. "Era lo más chic de la época, junto con el restaurante del Parador de Turismo y era un privilegio ir allí". Palabra de varios residentes.

Generador de empleo

Francesco también fue bien visto en La Gomera por crear puestos de trabajo. Fuera de los negocios era una persona discreta, que no cometía excesos de ningún tipo, ni hacía ostentación con grandes coches de lujo. El Marqués de Oristano y la Fin Fan "marcaron a una generación". En aquella época, Franco Meloni inició una relación sentimental con una mujer natural de La Gomera, que ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior y que pertenece a una familia acomodada. Ella y sus dos hijos residen ahora en Baleares.

Aunque en un primer momento podía dar una imagen de algo presuntuoso, quienes le conocieron lo definen como "buena persona". "Era un buen tipo, al menos para mí lo era", sostiene un vecino que le trató, pero que prefiere guardar su identidad A las fiestas privadas en su casa invitaba a conocidos o amigos de la zona. Un hombre de negocios, comunista y ateo. Es de lo que presumía.

En los primeros años 90, la buena imagen de sus negocios no fue suficiente para garantizar la rentabilidad. Y se arruinó. Vendió los tres inmuebles. Las deudas de Franco generaron procesos judiciales que fueron llevados por un abogado de la localidad. Meloni se marchó de La Gomera con su pareja y los dos hijos de esta. Mientras permaneció en la isla, nadie lo relacionó con hechos delictivos. La casa de Francesco estaba frente a la Puerta del Perdón de la iglesia, pero quien no le perdonó nunca fue su hija Giorgia; en primer lugar, por haber abandonado a su madre, a su hermana y a ella, que tenía tres años. Y, después, por la falta de cariño y amor que percibía de él en sus visitas anuales a La Gomera.

Giorgia estuvo con su padre varios veranos a mediados de los ochenta. Según ella, en 1988 fue la última vez que viajó a la isla. En esos periodos, según un vecino que conoció a Franco y a sus hijas, Giorgia asistió a clases de natación y aprendió a nadar en el club náutico de la capital gomera.

En este club también las hermanas tomaron parte en comedias y otras actividades. Quienes la trataron definen a Giorgia como una "niña alegre y divertida". Pero ya entonces se notaba, por los testimonios recabados, el poco cariño y atención que el padre dedicaba a las hijas. Según Meloni, tras dejar La Gomera, nunca más volvieron a verse.

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