Al menos una decena de misiles de diferentes tipos lanzó de buena mañana Corea del Norte desde su costa oriental y occidental. Es inédito el número y que uno cayera 26 kilómetros más allá de la Línea del Límite del Norte, una frontera oficiosa que Pionyang no reconoce pero había respetado hasta hoy. El proyectil se hundió en las aguas a apenas 57 kilómetros de la ciudad de Sokcho. En la isla de Ulleungdo, un célebre destino turístico situado frente a unos islotes reclamados por Tokyo y Seúl, los habitantes corrieron hacia sótanos y refugios tras haber sido despertados por las sirenas antiaéreas. La alarma no se levantó hasta el mediodía.

Una sesentena de misiles ha lanzado este año Pionyang, un ritmo sin precedentes, pero el de esta mañana, caído a decenas de kilómetros de zonas habitadas y sin previo aviso, empuja el desafío a un nuevo escenario. Fue tan sorprendente que en Seúl se debatió en las primeras horas si su trayectoria era intencionada o se desvió por error. Asumido lo primero, desde el sur despegaron cazas que lanzaron tres misiles guiados hacia las aguas norcoreanas. “Nuestra reacción reafirma la resolución para contestar de forma agresiva a cualquier provocación y muestra que somos capaces de golpear con precisión a nuestro enemigo”, ha clamado el Ejército surcoreano.

El Mar de Japón

Japón analizó durante la mañana el último paquete misilístico y descubrió al menos en dos el vuelo irregular que sirve para eludir las defensas. Los proyectiles cayeron en el Mar del Japón antes de entrar en la Zona de Exclusión Económica. “Corea del Norte ha lanzado misiles en una rápida sucesión y aumentado unilateralmente la tensión con sus persistentes provocaciones. Sus acciones amenazan la paz y la seguridad de nuestro país, de la región y de la comunidad internacional”, ha afirmado el ministro de Interior, Yasuzaka Hamada. Semanas atrás fue Japón la que hubo de activar las sirenas y enviar a sus isleños a refugios antinucleares.

La fecha no es casual. Pionyang había exigido en la víspera que Estados Unidos y Corea del Sur acabaran con su “ímpetu militar y las provocaciones intolerables”. Aludía a las paquidérmicas maniobras conjuntas con centenares de aviones de guerra volando en la zona desde el lunes al viernes sin descanso. Las primeras maniobras de ese calibre en más de un lustro han sido bautizadas como “Vigilant Storm” en un guiño a aquella “Desert Storm” que capitaneó Estados Unidos en Irak en los noventa. No sorprende, pues, que Pionyang la interprete como un ensayo de invasión. “Los desorbitados movimientos de las fuerzas hostiles tendentes a la confrontación militar han creado una grave situación en la península”, ha afirmado Pak Jong Chon, secretario del Comité Central del Partido de los Trabajadores, a la agencia oficial KCNA. Estados Unidos ha repetido que esas maniobras tienen una naturaleza “puramente defensiva” y sólo pretende apuntalar la seguridad de sus aliados en la zona.

El horizonte es sombrío, con ambas partes tan atareadas en acumular provocaciones como en acusar al otro de provocador, y sin una figura ya en la península con el temple y el talento del expresidente surcoreano, Moon Jae-in. Seúl y Washington han anunciado durante meses como inminente el que sería séptimo ensayo nuclear de Pionyang y primero desde que Kim Jong-un declarara una moratoria unilateral antes de las conversaciones con Donald Trump.