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Guerra en Ucrania

La retirada rusa de Jersón merma la credibilidad del Kremlin y empuja a Kiev a buscar una victoria total

La maniobra permitirá a Moscú reforzar sus posiciones defensivas si ésta se produce de forma ordenada, aunque pondrá al alcance de la artillería ucraniana las líneas rusas de abastecimiento

Evacuación de población civil en Jersón. EFE

Aunque podría tratarse de una nueva maniobra de distracción de los mandos militares rusos para atraer a sus enemigos ucranianos a un pavoroso combate urbano donde, por definición, el Ejército atacante suele tener las de perder, a medida que pasan las horas, la idea de que el Ejército ruso abandonará definitivamente sus posiciones situadas en la margen derecha del río Dniéper, incluyendo la populosa localidad de Jersón, va adquiriendo visos de realidad. "Es poco probable que la retirada sea una trampa, tal y como han asegurado fuentes ucranianas y europeas", ha constatado el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) en su último boletín de actualización sobre la guerra en Ucrania.

Éstas son las consecuencias de la más relevante derrota cosechada por el Ejército del Kremlin en nueve meses de contienda, tanto en el plano político, como en el frente bélico o finalmente en las respectivas retaguardias.

En el ámbito político

No cabe ninguna duda que Ucrania se apunta una victoria militar de gran relevancia, que tiene una enorme dimensión política. Más que nunca, los soldados ucranianos demuestran que, pertrechados con las armas adecuadas, no solo pueden frenar al enemigo, sino que le obligan a retroceder, lo que inevitablemente incrementará la confianza del Gobierno de Kiev acerca de sus capacidades para expulsar al Ejército ruso de su territorio mediante las armas, desincentivándole a la hora de buscar un alto el fuego o armisticio con Moscú. "Está claro por qué Rusia necesita negociaciones y congelar la guerra, pero ¿por qué Ucrania necesitaría esto? Continuamos liberando nuestros territorios", ha tuiteado Mijailo Podolyak, asesor del presidente Volodímir Zelenski. Los analistas esperan que el bando ucraniano reclame con más fuerza a sus aliados occidentales nuevos envíos de armamento, dado los excelentes resultados en el campo de batalla.

Rusia, en cambio, asume el mayor golpe para la credibilidad de su Ejército desde el inicio de las hostilidades, que sobreviene además después de una serie de derrotas en otros frentes de guerra que han puesto al desnudo y a la vista de todo el mundo las graves carencias que afectan a sus Fuerzas Armadas. Ni siquiera el presidente Vladímir Putin, quien no quiso aparecer en pantalla en el momento de anunciarse el repliegue para desvincularse ante la ciudadanía rusa de las malas noticias, como viene siendo una tónica habitual durante su mandato, se libra de la quema. Hace apenas un mes, anunció con toda la pompa que las cuatro provincias ucranianas ocupadas, total o parcialmente -Zaporiyia, Donetsk, Lugansk y Jersón- habían sido anexionadas, incluyendo la capital homónima de esta última región, y en las últimas semanas se negaba contra viento y marea a acceder a las demandas de sus generales para retirarse. También la disuasión nuclear rusa se resiente: en principio, según la lógica de Moscú, Jersón era una ciudad rusa. Y de acuerdo con la doctrina militar del Kremlin, una agresión convencional contra la integridad territorial de la Federación Rusa es susceptible de ser respondida con armas atómicas, algo que finalmente no se ha producido.

En el frente de guerra

El avance ucraniano en la provincia de Jersón tiene una traducción inmediata en el campo de batalla. Una vez Kiev consolide sus posiciones en la margen derecha del río Dniéper, tendrá dentro de su campo de tiro las carreteras del istmo que unen las líneas rusas con la península de Crimea, en manos de Moscú desde hace ya ocho años, y considerada una fortaleza militar. Dichas rutas, a partir de entonces, podrán se atacadas con drones y artillería de larga distancia, mermando decisivamente esa imagen de invulnerabilidad del estratégico territorio anexionado en 2014 y sede de la flota del mar Negro, donde, hasta hace poco y pese a la guerra, incluso los turistas rusos se sentían seguros para pasar sus vacaciones de verano e ir a la playa.

Rusia, por su parte, consolidará sus posiciones defensivas tras un río caudaloso que, según los estrategas militares, constituye una buena defensa natural frente a un enemigo que avanza. Eso sí. Para que esta nueva realidad en el frente de guerra pueda materializarse, es necesario que la retirada se haga de forma ordenada y sin dejar atrás valiosas piezas de armamento, no como sucedió en la provincia de Járkov a mediados de septiembre, estiman los expertos militares. "Mucho dependerá de hasta qué punto los rusos pueden organizar una retirada ordenada; si esto se produce, tendrán una mayor posibilidad de consolidarse a lo largo de una línea de defensa viable", escribe el analista Mark Galeotti en la prestigiosa revista británica The Spectator.

En la retaguardia

Paradójicamente, la victoria de su Ejército ucraniano puede tener graves consecuencias para la mermada calidad de vida de los ciudadanos ucranianos, habida cuenta de la demostrada tendencia del Kremlin de responder a los reveses en el campo de batalla con ataques contra objetivos e infraestructura no militar. En el bando ucraniano se teme especialmente que la ciudad de Jersón acabe sufriendo una suerte similar a la de Mariúpol y experimentando un grado de destrucción parecido, ahora que la artillería rusa se posicionará de forma confortable en la otra orilla del río y podrá bombardear a placer si así lo desea. De hecho, en las últimas horas, el bando ucraniano informó de que las tropas rusas estaban destruyendo, mediante explosiones, infraestructura civil crítica en una ciudad que lleva sufriendo de forma regular cortes en el suministro de luz y de agua.

En Moscú, este nuevo paso atrás a buen seguro empujará a las fuerzas ultranacionalistas a presionar a Putin para adoptar medidas más drásticas, incluyendo la posibilidad de una movilización general. El líder checheno, Ramzán Kadírov, un cercano aliado del líder del Kremlin, llegó a declarar, tras la precipitada retirada de la provincia de Járkov en septiembre, que se habían cometido "errores" en la conducción "de la operación militar especial", amenazando con acudir "a los máximos dirigentes del país". Igor Girkin, alias 'Strelkov', un dirigente ultranacionalista que tuvo un papel importante en el inicio de la guerra del Donbás en 2014, llegó a augurar que Rusia ya había perdido la guerra y que ya solo era cuestión de tiempo que la derrota se materializara. Uno de los flancos bajo observación del Kremlin son los denominados blog ultranacionalistas, que distribuyen contenidos a través de Telegram, están regentados por influencers desplegados en el frente o con buenas fuentes militares y cuentan con cientos de miles de seguidores. Según aseguraron fuentes oficiales a la periodista Ekaterina Vinokurova, al Kremlin le irritan de sobremanera "los intentos de estos ultrapatriotas de dictar la agenda de la operación militar especial" y de difundir "su narrativa" del conflicto.

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