Guerra en Ucrania

Los premios Nobel de la Paz piden en Madrid ayudar a Ucrania hasta la victoria y el castigo a los criminales de guerra

Los activistas instan a Occidente a que modifique sus percepciones sobre Ucrania y anclen al país eslavo en el proyecto europeo, lejos de la influencia del Kremlin

Los tres premios Nobel durante la jornada en Madrid.

Los tres premios Nobel durante la jornada en Madrid. / FUNDACIÓN RAFAEL DEL PINO

Marc Marginedas

El consenso es absoluto entre los tres ganadores del premio último Nobel de la Paz en 2022. Reunidos durante la semana que ahora acaba en Madrid bajo la égida del Ministerio de Exteriores de España, la Comisión Europea y la fundación Rafael del Pino, representantes de la organización rusa de derechos humanos Memorial, el Centre for Civil Liberties de Ucrania, y el bielorruso Centro de Derechos Humanos Viasna, además de destacados representantes de las sociedades civiles de los tres países, han instado a Europa EEUU a no ceder a las pretensiones del Kremlin y a ayudar a Ucrania, mediante todos los medios posibles, a imponerse en la guerra que libra contra Rusia, para que pueda recuperar el país eslavo su integridad territorial en su totalidad, incluyendo la península de Crimea y la parte oriental de la región del Donbás, territorios ocupados por Rusia desde 2014. Asimismo, han demandado a las potencias occidentales el establecimiento de mecanismos para que respondan ante la justicia los perpetradores de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

En debates a micrófono abierto o en sesiones a puerta cerrada, un buen número de activistas en favor de la democracia y los derechos humanos de las tres principales repúblicas exsoviéticas han intentado responder durante los últimos días a cuestiones como las razones y los factores históricos que han conducido a que Europa se haya convertido de nuevo en campo de batalla, en un momento histórico en que se pensaba que las guerras estaban desterradas del Viejo Continente. Además, han comenzado a debatir instrumentos de ayuda a la nada desdeñable parte de la sociedad rusa que no comulga con el líder del Kremlin y sus valores y principios, para que tenga más visibilidad y pueda favorecer e impulsar un cambio político en el Kremlin. El sustrato argumental de las reflexiones de estas jornadas se basa en que la actual Rusia, tal y como está concebida por su presidente, como una potencia militarista e imperialista, es incompatible, no solo con una Ucrania independiente, sino también con una Rusia democrática y pluralista y, por ende, con la estabilidad política de toda Europa.

"Percepción falsa"

El ucraniano Mikola Riabchuk, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, ha abogado por romper de una vez por todas con las "premisas equivocadas", muy extendidas en Occidente, que sostienen que "no hay diferencias" entre ambos estados, o de que su país es una suerte de apéndice, una "pequeña Rusia", de acuerdo con un vocabulario ampliamente en circulación. "Poco a poco, se ha creado una percepción falsa de Rusia y de la región. Ucrania quedó marginada del proyecto europeo y bajo la influencia de Rusia", ha denunciado el académico. "Las políticas de Occidente se han basado en supuestos equivocados", ha destacado.

A su lado, la rusa Yelena Zhemkova, de la oenegé Memorial, tras admitir la incapacidad de su organización para impedir la guerra, se ha mostrado de acuerdo en la necesidad de "ayudar a Ucrania a ganar la guerra porque esto también es nuestro destino". La activista ha considerado que, desgraciadamente, la propaganda del Kremlin "está funcionando bien" y la gente tiene en mente la idea de que "la persona que está a la cabeza no es responsable" de los problemas del país, como "el desempleo o el precio de los alimentos".

Paralelismo con Stalin

Zhemkova ha establecido un paralelismo entre la situación actual y la vivida en las postrimerías de la URSS, cuando fue creada su organización con el objetivo de rescatar del olvido a las víctimas de la represión soviética, en especial las víctimas de la era estalinista. De nuevo, ha asegurado la representante rusa, al igual que durante el mandato del dictador georgiano, "el Estado está fuera de control, delinque". Por ello, una vez "el sistema se haya derrumbado", la organización que codirige podrá dedicarse a su trabajo habitual, documentar los crímenes y "luchar por la verdad". Y la justicia, en su opinión, deberá "compensar" a las víctimas y "castigar" a los culpables. Parafraseando a Anna Politkóvskaya, periodista de la publicación independiente Nóvaya Gazeta, asesinada hace tres lustros, quien solía advertir en los primeros años del mandato de Vladímir Putin que la política de mirar hacia otro lado de Occidente sobre los abusos y crímenes de guerra en Chechenia acabaría revirtiendo y volviéndose contra Europa y EEUU, la activista ha prevenido, que "si no se castigan los crímenes, se acaban convirtiendo en crímenes que se cometen fuera del país".

El debate en torno a las sanciones, su conveniencia y su efectividad, ha agitado opiniones en el auditorio de la fundación Rafael del Pino. Mientras la opositora rusa ha señalado que el castigo económico fortalece, dentro de las fronteras de Rusia, la narrativa del Kremlin de que el mundo "está contra nosotros", apuntalando de paso a Putin, Riabchuk ha enfatizado que dichas medidas son especialmente necesarias porque buscan limitar los "recursos del Kremlin para continuar la guerra". Especial consideración ha merecido el rato dispensado a los ciudadanos rusos que huyen de su país y no quieren ser alistados en la contienda. "La gente que tiene miedo, que está bajo presión, hay que decirle que no estás solo y que vamos a intentar ayudarte", ha solicitado Zhemkova, una manera amable de pedir una mayor apertura a los ciudadanos de su país que marchan al extranjero, quienes, en el fondo, huyen de lo mismo que los refugiados ucranianos.