20º aniversario de la invasión de EEUU

Veinte años de la guerra de Irak: la redención de Faluya

La ciudad, símbolo de la violencia que ha azotado el país durante dos décadas, se recupera gracias a los acuerdos de los líderes locales suníes con el Gobierno iraquí

Varias personas junto a un puente en Faluya

Varias personas junto a un puente en Faluya / JOAN CAÑETE BAYLE

Joan Cañete Bayle

El 31 de marzo de 2004, la ciudad iraquí de Faluya se convirtió en un símbolo. Ese día, los informativos de todo el mundo emitieron las salvajes imágenes de los cadáveres de cuatro empleados estadounidenses de la empresa Blackwater colgados del icónico puente de la ciudad sobre el río Éufrates. El convoy de los cuatro empleados de la empresa de seguridad cayó en una emboscada en la ciudad, y los estadounidenses murieron en un enfrentamiento con los insurgentes. Sus cadáveres fueron mutilados, quemados y expuestos por toda la ciudad en una macabra procesión, hasta que los insurgentes colgaron del puente los cuerpos, carbonizados e irreconocibles. Allí, decenas de habitantes de Faluya, muchos de ellos niños, se fotografiaron jubilosos con los cadáveres y celebraron el golpe a los estadounidenses. Empezaba simbólicamente una historia de violencia que duró en diferentes fases hasta 2016, cuando el Ejército iraquí reconquistó la ciudad de las garras del Estado Islámico

Hoy, el puente sigue siendo uno de los símbolos de una ciudad que ha recuperado la paz y que busca prosperar gracias a la estabilidad que han proporcionado los acuerdos de los líderes tribales locales con el Estado iraquí. Los días calurosos, niños y jóvenes se lanzan desde el puente al Éufrates para refrescarse. A pocos metros, la mezquita Shakir Dahi, que corona la calle principal de una ciudad conocida como la Ciudad de las Mezquitas por su gran profusión de templos, recuerda que el pasado no está tan lejos: decenas de orificios de balas en su fachada y un minarete parcialmente destruido es testimonio de la historia de la violencia de la ciudad. "Hace ya tiempo que vivimos en paz no gracias al Gobierno, sino a los líderes tribales que han negociado por nosotros", explica Abu Saim, propietario de una tienda de camisas para hombres. "Faluya está muy agradecida a los líderes tribales", añade.

Insurgencia contra la ocupación

La distinción entre el Gobierno y los líderes tribales es muy importante. Veinte años atrás, Faluya fue escenario de los primeros actos de insurgencia contra la ocupación de EEUU por problemas de convivencia con las tropas estadounidenses allí desplegadas. Entonces, los líderes tribales se quejaban cuando hablabas con ellos del nulo conocimiento que los invasores tenían de las costumbres iraquíes. Los soldados abrieron fuego contra un funeral, en un accidente que Human Rights Watch concluyó en una investigación que no fue provocado por los iraquíes. Un oficial estadounidense tuvo que convocar a los líderes tribales para enseñarles de primera mano que los visores nocturnos no permitían ver desnudas a las mujeres

Esas primeras escaramuzas pronto se convirtieron en un asunto de mayor envergadura, cuando los baazistas expulsados del Estado y del Ejército impulsaron una insurgencia más organizada, que pactó con Al Qaeda y otras corrientes islamistas suníes y alzó en armas toda la provincia de Anbar. El asesinato de los cuatro contratistas de Blackwater fue el pistoletazo de salida. 

Trauma en Estados Unidos

En la opinión pública de Estados Unidos, el nombre de Faluya tiene resonancias ominosas. El nombre de la ciudad aparece en numerosos libros de memorias de militares y periodistas publicados durante estos 20 años: 'Fantasmas de Faluya'; 'Éramos Uno; Hombro con hombro con los marines que tomaron Faluya'; 'Código rojo Faluya'; 'Un campamento en el desierto de Faluya'. Más que ninguna otra ciudad, más que Bagdad, Faluya simboliza el trauma estadounidense con Irak y todo lo que fue mal y lo que Washington nunca entendió durante la ocupación del país. No es extraño que cuando instauró su Califato, una de las primeras ciudades que conquistó a sangre y fuego el Estado Islámico fue precisamente Faluya. A sangre y fuego también fue reconquistada. 

Hoy, no hay rastro estadounidense en la ciudad. Con la ayuda internacional, se han reconstruido muchos de los edificios destruidos –en 2004, tras la denominada primera batalla de Faluya, el 60% de los inmuebles fueron destruidos--, y los inversores se han atrevido a abrir un centro comercial de estilo occidental a escasa distancia del mercado tradicional. El parque construido en los tiempos de Saddam Hussein y que fue destruido hoy es lugar de encuentro de las familias, y menudean las escuelas de nuevo cuño, algunas con ayuda internacional, en las que se enseña a los niños idiomas como el inglés y el turco. Faluya intenta si no olvidar, al menos sí prosperar. Paseé por sus calles, bebí zumo en su mercado, charlé con comerciales y me asomé al Éufrates desde el puente del horror en 2004 sin ningún problema, algo que no hace tanto tiempo hubiera sido muy peligroso para un occidental. En el 20º aniversario de la invasión estadounidense, los temas de conversación en el mercado era la inflación causada por el tipo de cambio del dólar y la tristeza y la preocupación por el paupérrimo caudal del Éufrates.

Medidas de seguridad

Aún así, Faluya es Faluya. Para acceder a la ciudad hay que pasar dos grandes puestos de control en los que los militares piden papeles y registran maleteros y maletas. En cada uno de los accesos del mercado se apostan soldados de guardia fuertemente armados y son habituales las patrullas por la ciudad. Amjad, que regenta una tienda de TV y productos electrónicos, reitera que Faluya está en paz porque así lo han decidido sus líderes tribales. No se espera mucho en Faluya de los gobiernos iraquíes liderados por chiíes. El puente de hierro, reconstruido después de que lo destruyera el Estado Islámico, es la pasarela simbólica que une el pasado convulso y un futuro de redención.

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