Momento histórico

La imputación de Trump pone a prueba la democracia de EEUU

La inédita decisión abre una caja de pandora legal y judicial de consecuencias impredecibles | Trump se entregará el martes a las autoridades de Nueva York y será procesado por un juez, ante el que se declarará "no culpable"

Una protesta frente a la Torre Trump de Nueva York.

Una protesta frente a la Torre Trump de Nueva York. / EFE

Idoya Noain

Como candidato, como presidente y tras abandonar el Despacho Oval, Donald Trump ha obligado tantas veces a acudir a términos como "histórico", "inédito" y "sin precedentes" que prácticamente se han desgastado del uso. Desde este jueves, cuando un gran jurado en Nueva York reunido desde enero por el fiscal de distrito de Manhattan, el demócrata Alvin Bragg, decidió imputarlo y convertirlo en el primer mandatario de Estados Unidos que enfrenta cargos penales, esos conceptos recobran toda su fuerza. En este caso, también profunda gravedad.

No se conocen aún los cargos exactos en un caso que gira sobre los pagos que el republicano realizó antes de las presidenciales de 2016 para que la actriz y directora de porno Stormy Daniels no hablara públicamente de la relación sexual que afirma que mantuvieron en 2006, una táctica que Trump también usó con la modelo de Playboy Karen McDougal. Sellados, esos cargos (entre dos docenas y más de 30 según fuentes de los medios estadounidenses) no se harán públicos hasta el martes, cuando según han confirmado ya sus abogados y el juzgado, Trump aproximadamente a las 14.15 horas se entregará a las autoridades en Nueva York, será procesado y comparecerá ante un juez, ante el que se declarará "no culpable".

Pero sea lo que sea que ha decidido ese gran jurado, y se acabe confirmando o no que la fiscalía combinará la falsificación de documentos con potenciales violaciones de leyes de financiación de campaña para agravar el delito, el primer procesamiento ante la justicia penal de Trump, también aspirante republicano a la candidatura presidencial para 2024 y sujeto de otras tres investigaciones penales, incluyendo dos federales, ha abierto ya una caja de pandora legal y política de consecuencias impredecibles. Y se abre en un país social y políticamente polarizado de forma radical y donde el propio republicano, en los últimos ocho años, ya ha hecho zozobrar los cimientos democráticos.

Las instituciones y el sistema, hasta ahora, han resistido esos golpes, cuya máxima expresión, aunque no la única, fue la negativa de Trump a aceptar los resultados legítimos de las últimas elecciones presidenciales que perdió frente a Joe Biden. Propagando la "gran mentira" que a día de hoy sigue manteniendo sobre un inexistente fraude, y movilizando a una base de crédulos que acabaron asaltando el Capitolio el 6 de enero de 2021, Trump estuvo a punto de evitar por primera vez la transición pacífica de poder en EEUU. Y ahora se ha volcado de lleno, con el respaldo de otros republicanos y de los medios conservadores, en seguir el asalto.

Justicia politizada o solo justicia

Trump y sus aliados retratan su imputación como una caza de brujas políticamente motivada. Denuncian que muestra el supuesto uso de la justicia como un arma por parte de los demócratas y el llamado "estado profundo". Afirman que con ella se intenta frenar su candidatura e "interferir" en las elecciones. Son todo golpes que van minando más la confianza en el sistema legal y el electoral. Y, además, retratan el procesamiento como una señal de una supuesta deriva antidemocrática de EEUU bajo los demócratas a los que llaman "izquierda radical". Trump directamente asegura que el país se ha convertido en "una nación del tercer mundo".

En contraposición a esos argumentos se asegura que la justicia está, simplemente, siguiendo su camino y persiguiendo potenciales crímenes, sin importar que su autor fuera durante cuatro años la persona más poderosa del planeta. La imputación de Trump sirve, bajo esa perspectiva, como recordatorio de que supuestamente en EEUU nadie está por encima de la ley, un mensaje de justicia igualitaria necesario en un país cuyas cárceles están llenas de ciudadanos que han cometido delitos menores. Y se argumenta que otras figuras políticas, de gobernadores a senadores o alcaldes e incluso candidatos, han enfrentado la justicia sin que el país se sumergiera en crisis irresolubles o en violencia política. Aunque se trate de Trump, dicen esas voces, poder juzgarle debería ser normal. Pero con él nada lo es.

Podrían llegarle mientras avanza este proceso otros cargos por la interferencia electoral en Georgia o, a nivel federal, por su papel en el asalto al Capitolio y por el manejo de documentos clasificados. En el caso de los federales podrían avanzar más rápido. Pero de momento le han llegado en Nueva York, y por el caso que muchos ven más débil. Y los expertos legales creen que se sientan precedentes que plantean espinosos interrogantes. ¿Quién puede asegurar que, a partir de ahora, fiscales locales o estatales no puedan hacer un uso politizado de sus oficinas? Es una idea que se planteaba en las páginas de 'The New York Times' y que también lanzaban los más acérrimos defensores de Trump en FoxNews.

Un tabú roto

Como le ha dicho al 'Times' Jack Goldsmith, profesor de Harvard y exalto cargo en Justicia con George Bush, "sea merecida la imputación o no, cruza una enorme línea en la historia legal y política de EEUU". Y el fiscal Bragg, y el gran jurado, han acabado con el tabú que durante dos siglos ha mantenido a los presidentes estadounidenses en el pedestal de la invulnerabilidad. Gerald Ford otorgó un perdón preventivo a su antecesor Richard Nixon, pero según su biógrafo fue "más para olvidar que para perdonar", intentando cauterizar heridas en un país sacudido por el Watergate y las divisiones sociales. Pero Nixon estaba ya para entonces convertido en un paria, condenado al ostracismo. Trump es candidato. 

La Casa Blanca guarda silencio. Tres veces Biden ha sido preguntado este viernes por la imputación, y las tres ha zanjado con "no voy a hacer comentarios". Pero la tormenta ya está desatada. El impacto que acabe teniendo la imputación no se puede predecir, pero la tensión ya es evidente. La intensidad de los próximos días y meses se intuye. Y hay algo ya obvio: EEUU, con Trump, vuelve a ser puesto a prueba.