Australia

La justicia abre una puerta a la inocencia de Kathleen Folbigg, la australiana encarcelada desde 2003 por el asesinato de sus hijos

Una nueva investigación apunta a que las pruebas científicas aportadas arrojan "dudas razonables" sobre su culpabilidad

Kathleen Folbigg.

Kathleen Folbigg.

Armando Huerta

Semana crucial para el destino de Kathleen Folbigg, la mujer australiana que lleva 21 años en prisión tras ser condenada a treinta años por el asesinato de sus cuatro hijos, de entre 19 días y 18 meses de vida, entre 1989 y 1999.

El exjuez Thomas Bathurst está al cargo de la segunda investigación independiente del caso. Sophie Callan, uno de los tres abogados que han ayudado en la investigación, ha declarado hoy en audiencia pública que "ahora existen nuevas pruebas que apuntan a una duda razonable sobre la culpabilidad de Folbigg".

Callan aseguró que la mutación genética que Kathleen Folbigg compartió con sus dos hijas constituye una explicación razonable de la muerte de ambas y arroja, por tanto, una duda evidente sobre la condena impuesta por asesinato. La abogada argumentó en la misma dirección respecto a las convulsiones y la epilepsia que sufrían sus otros dos hijos.

Si Bathurst decidiese esta semana pronunciarse y pedir el indulto a la gobernadora de Nueva Gales del Sur, Margaret Beazley, la puesta en libertad de Kathleen Folbigg sería inmediata, según fuentes legales consultadas. Los expertos apuntan a la posibilidad de que opte por derivar el caso al Tribunal Penal de Apelación, que es el único organismo que puede anular la condena y declarar inocente a Folbigg tras 21 años entre rejas. La remisión al Tribunal de Apelación puede dilatar el proceso para su puesta en libertad hasta un año.

Causa genética

En 2018 el abogado Dave Wallace contactó con la inmunóloga española Carola García de Vinuesa para explorar si podía haber una causa genética. Fue entonces cuando, bajo su dirección, un grupo de especialistas inició una investigación científica que permitió descubrir una mutación genética decisiva y concluyó que probablemente no hubo crímenes sino muertes naturales y, por tanto, que Kathleen Folbigg podía ser inocente.

Ese estudio, apoyado por científicos de todo el mundo, incluidos tres premios Nobel, sostiene que es una mutación genética la que explica la muerte súbita de los bebés y que las evidencias apuntan a que, con un 90-99% de probabilidad, fallecieron de muerte súbita por una arritmia cardiaca aguda causada por la mutación en el gen CALM2.

Unos 150 científicos expertos firmaron en marzo de 2021 un documento en el que solicitaban a la gobernadora de Nueva Gales del Sur el perdón y la inmediata liberación de esta mujer de 55 años por considerar que existen evidencias sólidas que demuestran su inocencia.

La primera revisión judicial, que tuvo lugar en 2018, no prosperó, pero los familiares y amigos de Kathleen Folbigg confiaban esta vez en un desenlace favorable al existir nuevos y reveladores informes científicos y al haber tenido la Academia de la Ciencia de Australia representación legal en todo el proceso para recomendar expertos y valorar el alcance de la evidencia médica.

De hecho, la Academia de la Ciencia de Australia ha emitido hoy un comunicado en el que se felicita por que “la ciencia haya sido escuchada en la investigación sobre Kathleen Folbigg” y “los abogados asistentes hayan encontrado dudas razonables sobre la condena”.

Al apoyo brindado por la ciencia se suman, en este caso, la labor generosa de abogados de la defensa como Rhanee Rego, que han trabajado a menudo de forma altruista, y el respaldo anímico y moral de Tracy Chapman, amiga íntima de Kathleen Folbigg.

¿Quién es Kathleen Folbigg?

Kathleen Folbigg, demonizada durante años por la opinión pública, puede poner pronto punto y final a un calvario marcado por la muerte de sus cuatro bebés y los 21 años que ya ha pasado en prisión.

En 1989 se casó con Craig Folbigg, con quien tuvo un primer hijo, Caleb, que nació aquejado de una enfermedad en la laringe y murió a los 19 días mientras dormía.

Su segundo hijo, Patrick, sufrió con cuatro meses de vida un ALTE (episodio agudo potencialmente letal) y murió con ocho meses de un ataque epiléptico.

En 1992 nació Sarah, un bebé sano que a los diez meses desarrolló una infección respiratoria acompañada de fiebres. Murió mientras dormía de muerte súbita del lactante, según el certificado médico.

Y, más tarde, se les murió Laura, su cuarta hija. Aparentemente saludable, falleció con 18 meses de vida. Días antes de su muerte había tenido fiebre y sufrió, según la autopsia, una miocarditis.

Tras encajar tanta desgracia, el matrimonio se separa. Un día Craig, que siempre había defendido la inocencia de su mujer, descubre, en un diario personal de Kathleen, que había escrito que su hija Sarah se había marchado “con un poco de ayuda”. Lo denunció ante la policía.

En 2021 los abogados de Kathleen Folbigg encargaron a un grupo de expertos en psiquiatría, psicología forense y lingüística que analizaran los diarios de Kathleen. Concluyeron que no podía deducirse de sus palabras una prueba inculpatoria y llegaron a afirmar incluso que fue “una buena madre”. Los diarios reflejaban, a su juicio, el testimonio de una mujer que, ante tanta tragedia, se sentía estresada, responsable y deprimida.

La ciencia puede dar muy pronto a Kathleen Folbigg una segunda oportunidad.