Entrevista | Jesús Núñez Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)

"No veo solución para el conflicto palestino-israelí"

El codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), que modera hoy en Santiago una mesa sobre el conflicto palestino-israelí, asegura que no hay ningún actor con capacidad para imponer la paz en la zona

Jesús Núñez.

Jesús Núñez. / FDV

Ágatha de Santos

Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), se muestra pesimista respecto a la resolución del conflicto palestino-israelí, ya que no hay, asegura, ningún actor en condiciones de poder imponer la paz en ese territorio. Tampoco ve próximo el final de la guerra en Ucrania, aunque, matiza, dependerá mucho de los resultados que arrojen las próximas elecciones estadounidenses.

El experto en relaciones internacionales y el mundo árabe-musulmán modera hoy la mesa redonda que analizará el conflicto palestino-israelí dentro de la jornada «Miradas complementarias» que organizan Universidad de Santiago (USC) y Fundación Araguaney-Puente de Culturas en la Facultad de Filosofía de la institución compostelana. La entrada a esta jornada, que comenzará a las 17.00 horas, es libre hasta completar aforo y puede seguirse también online.

—¿Qué es el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Ayuda Humanitaria?

Es una iniciativa privada que comenzó hace ya veinticuatro años y que se dedica, como recoge su nombre, a trabajar, por un lado, en el ámbito de la construcción de la paz y la prevención de conflictos violentos analizando la realidad internacional desde la perspectiva de la paz y de la seguridad, y, por otro lado, la acción humanitaria como uno de los instrumentos de respuesta a catástrofes, conflictos violentos atendiendo a las personas que quedan afectadas por esos fenómenos. Para eso, realizamos actividades de estudio, de investigación, de formación, de incidencia política y también de evaluación de proyectos sobre el terreno.

—¿Qué papel juega la educación en la prevención de conflictos y la construcción de la paz?

En cualquier ámbito de la vida, la educación es un elemento fundamental y, por tanto, no hace falta subrayar su importancia. Desde luego, también en el ámbito de la educación por la paz. Ocurre en cualquier caso que no tenemos ninguna garantía de que por mucho que se vuelque el esfuerzo en la educación, eso vaya a conseguir, automáticamente, llevarnos hacia un mundo en paz puesto que hay muchos otros actores con intereses económicos, geopolíticos, motivaciones personales… que acaban viendo más útil para ellos optar por la violencia. Pero ya digo, remarcando siempre que la educación es un factor fundamental de cualquier ecuación para la construcción de la paz.

—¿Qué análisis hace del panorama mundial?

Tenemos cincuenta conflictos violentos activos en diferentes rincones del planeta, algunos de ellos de muy larga trayectoria que demuestra la dificultad enorme de ponerle fin de manera definitiva. Es cierto que la agencia mediática y la agenda política están hoy muy concentradas en Ucrania y en Palestina, pero lo que hay que subrayar en ese punto es que, por el contrario, se olvida el esfuerzo de la comunidad internacional en el resto, en muchos de los que llamamos conflictos olvidados, con una doble vara de medida que atiende a unos y desatiende a otros. El panorama internacional lo que muestra hoy es la incapacidad de la comunidad internacional, es decir, de la ONU, para cumplir la tarea para la cual fue creada, que era nada menos que evitar la guerra y gestionar la paz y la seguridad a escala planetaria. Desgraciadamente, la ONU no está en condiciones de cumplir con esa misión y más allá de eso lo que vemos es que Estados Unidos, que actúa como una policía mundial, está en un deterioro de su liderazgo mundial que tampoco permite esperar que sea el que vaya a arreglar esos conflictos. Al revés. En muchos casos los promueve y los alimenta, utilizando, como es bien claro, una doble vara de medida, dado que a Rusia se le aplican sanciones por haber invadido un país soberano como Ucrania, mientras que Israel se ha saltado todas las normas de la guerra, se ha saltado el derecho internacional, el derecho internacional humanitario, y, sin embargo, no ha habido sanción de ningún tipo, lo cual le permite al Gobierno israelí llevar a cabo una masacre absolutamente increíble.

«La migración no es una amenaza. El asunto está en cómo la tratamos»

—¿Ve salida al conflicto? ¿La solución pasa por establecer un estado palestino soberano o esto es inviable?

Siento ser tan pesimista, pero lo que nos enseña la experiencia y la situación actual es que no hay solución para el conflicto palestino-israelí, en la medida en la que no hay ningún actor en condiciones de poder imponer la paz a los actores implicados en la violencia. No lo está, como he dicho, la ONU. No está Estados Unidos, que le permite a Israel seguir adelante con la masacre. No lo está la Unión Europea, que está fracturada internamente, con unos países apoyando a Israel y otros criticándolo. No lo están los gobiernos árabes, a los que se le llena la boca diciendo que defienden la causa palestina, pero que luego dejan abandonados a los palestinos. No lo está tampoco la sociedad israelí, que apoya a un gobierno que está llevando a cabo una masacre de este nivel. Por lo tanto, no encuentro ningún elemento sobre el que construir una solución para el conflicto. Y eso quiere decir que la idea de los dos estados es una frase vacía de contenido, en la medida en la que los hechos sobre el terreno hacen ya imposible, absolutamente inviable, que puede existir mañana un estado palestino soberano. Desgraciadamente, todo apunta a más oscuridad y a más violencia.

—Dentro de la sociedad civil española hay posturas irreconciliables respecto al conflicto palestino-israelí. ¿A qué responde esta polarización?

Incluso con cambios notables a lo largo del tiempo, puesto que hubo una época en la que la juventud española se apuntaba en verano a irse a un kibbutz israelí, entendiendo que la aventura israelí era una muestra de valentía, de luchar contra un entorno complicado, de colectivización, de socialismo y tantas otras cosas que se apuntaban en términos positivos. Y sin embargo lo que vemos hoy es que, en general, la juventud española se inclina más hacia posiciones propalestinas, colocándose al lado de la víctima. Quiero creer que lo que se ha impuesto a lo largo del tiempo es sencillamente el juicio que se extrae a partir de analizar quién viola los términos de referencia que nos hemos dado, es decir, el derecho internacional, el derecho internacional humanitario y los derechos humanos. De tal manera que quien viole esas normas debe ser criticado, denunciado y castigado. Y a día de hoy creo que Israel se distingue sobradamente como el principal violador de todas esas normas. Quizás eso explica, en cierta medida, que haya habido ese cambio, esa evolución. Lo cual no quita que siga habiendo obviamente quienes se colocan al lado de la víctima y otros que se colocan al lado del verdugo. En fin, no es este el único tema en el que la sociedad española está polarizada.

—Dice usted que la ONU no está capacitada para acabar con este conflicto, pero ¿hay realmente voluntad política para ponerle solución?

El único actor que hay en todo el planeta que tiene capacidad para poder influir de manera significativa en cambiar las tendencias en la zona es Estados Unidos. Los demás, la ONU, aunque quisiera, no podría, porque está atada a unas normas que llevan a que finalmente en el Consejo de Seguridad, Estados Unidos está dispuesto a utilizar el veto para bloquear cualquier resolución que pueda afectar a su principal aliada en la zona, que es Israel. Pero Estados Unidos tiene capacidad, lo que le falta es voluntad porque está alineado con Israel. Por lo tanto, esa es la cuestión, dado que Estados Unidos no quiere y los demás no pueden, no hay forma ninguna de cambiar la tendencia de lo que está ocurriendo en la zona.

«La ONU es incapaz de cumplir la tarea para la cual fue creada: evitar la guerra y gestionar la paz y la seguridad planetaria»

—¿La máxima preocupación de Estados Unidos es China?

No hay duda. Para Estados Unidos, ahora mismo China es su principal rival estratégico en una competencia por el liderazgo mundial. Un liderazgo que ha ostentado Estados Unidos durante las últimas décadas y que ahora China cuestiona, intentando aparecer como un relevo en ese papel de hegemonía mundial. Por lo tanto, Estados Unidos está volcando su esfuerzo principal en conseguir mantener su hegemonía y evitar que China pueda colocarse en su lugar. Eso no quiere decir directamente que vayamos hacia un choque violento entre las dos superpotencias, pero evidentemente tenemos que entender que el centro de gravedad de los asuntos mundiales ya está ubicado en el Indo-Pacífico y que ahí es donde Estados Unidos y China están dirimiendo en gran medida esa competencia, arrastrando obviamente a muchos otros países para que se alineen a favor de uno y en contra del otro.

—¿Debemos considerar las armas de destrucción masiva como una amenaza real?

Las amenazas más graves que hoy tenemos, las amenazas existenciales porque ponen en juego la existencia de la especie humana, son básicamente tres. La crisis climática, la proliferación de armas nucleares y la disrupción tecnológica. Y en esas tres o hay una respuesta multilateral y una respuesta multidimensional, es decir, utilizando muchos instrumentos distintos, no solo los militares, o no hay forma de responder de manera satisfactoria. Quiero decir que no hay ningún país del planeta, ninguno quiere decir, ni siquiera Estados Unidos, que en solitario pueda hacer frente con ciertas garantías de éxito a ninguna de las tres que he mencionado. Desgraciadamente, en la crisis climática nos acaban de decir que hemos perdido una década, sigue aumentando el calentamiento; en las armas nucleares siguen aumentando los procesos de modernización de los arsenales de los nueve países que ya tienen y en la disrupción tecnológica no tenemos ni un solo acuerdo internacional para intentar regular el peligro que supone.

—¿Y las crisis migratorias?

Por encima de todo, los flujos migratorios son un fenómeno que corresponde al mundo globalizado que nos toca vivir. No son un problema, no son una amenaza; son un fenómeno propio de la globalización. El asunto está en cómo lo tratamos. Y hasta ahora, cuando lo analizamos desde la perspectiva de la Unión Europea, que nos toca más cerca, el problema principal, desde mi punto de vista, es que se está tratando como una amenaza y la respuesta, por lo tanto, está siendo una respuesta unitaria, intentando establecer vallas y obstáculos para evitar que lleguen, intentando desplegar policía y fuerzas armadas en el Atlántico y en el Mediterráneo para evitar que lleguen, pagando a gobernantes que no se distinguen precisamente por ser muy democráticos y muy respetuosos con los derechos humanos para que ellos no hagan el trabajo sucio de frenar a esos desesperados que intentan llegar a nuestro territorio. Y ese enfoque encima de que va en contra de nuestros valores y principios, resulta que es ineficaz, que no sirve, que no consigue detener la desesperación y, por lo tanto, está condenado al fracaso. Desgraciadamente, la Unión Europea está entrando ahora mismo, ya, con la señora Meloni a la cabeza, en una dinámica de reforzar todavía más un modelo que, como digo, ha fracasado y seguirá fracasando.

—¿Le preocupa la subida al poder de los partidos de ultraderecha en Europa?

Evidentemente, creo que es algo muy negativo. A partir del próximo mes vamos a tener la Comisión Europea más a la derecha de su historia y vamos a tener el Parlamento europeo más a la derecha de su historia, con un crecimiento notable de grupos euroescépticos y antieuropeístas. Por lo tanto, nos vamos a ver metidos en una situación en la que difícilmente va a haber impulsos desde esos organismos para completar el proceso de la Unión Europea en el ámbito político y económico. Por lo tanto, me preocupa el auge de esos grupos en la medida en la que ponen en cuestión, ponen en peligro, el proceso de la Unión Europea. Y, además, alimentan una polarización dentro de las sociedades de la Unión Europea que puede llevarnos a escenarios todavía de mayor inestabilidad y de mayor confrontación. En cualquier caso, destacando el peligro que suponen esos grupos, también hay que llamar la atención sobre los errores cometidos por los partidos, digamos, tradicionales cuando han permitido que se genere un caldo de cultivo en el que han germinado esas ideas xenófobas, populistas, racistas, que de otro modo no habrían tenido el mismo atractivo que tienen hoy.

«Hay una doble vara de medida que atiende a unos conflictos y desatiende otros».

—¿Se les deja hacer su trabajo a las ONG o se les pone impedimentos?

Los organismos no gubernamentales, en el mejor de los casos, lo que pretenden es paliar los efectos más brutales de la violencia o de las catástrofes, pero en ningún caso tienen ni mandato ni capacidades para resolver los conflictos. Simplemente son paliativos. El problema, por lo tanto, es que no se pueden generar expectativas de hacer ver que las ONG pueden resolver ni el hambre en el mundo, ni la pobreza, ni las guerras. Pero, además, es cierto que lo que está ocurriendo en muchos casos es que, o bien se le ponen obstáculos para impedir que puedan actuar, véase la decisión del Parlamento israelí ayer mismo prohibiendo a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, a la ANRUA, que pueda operar en Gaza y en Cisjordania y en Jerusalén este, o bien instrumentalizándolas a servicios de agendas políticas, con lo cual pierden su razón de ser.

—¿Ve un final próximo a la guerra en Ucrania?

No parece que el final esté a la vuelta de la esquina, en la medida en la que los actores implicados siguen pensando que todavía pueden mejorar su posición por la vía violenta. Rusia sigue empeñada en conseguir sus objetivos y Ucrania en conseguir los suyos. Por lo tanto, no hemos llegado al punto en el que ambos se convenzan de que por esa vía no van a lograr lo que buscan y que por lo tanto se abra la posibilidad de un proceso de negociación. De momento no hemos llegado a ese punto y el problema añadido es que el paso del tiempo supone una ventaja para Rusia, puesto que demográfica, económica e industrialmente tiene más capacidad para soportar una guerra larga de la que tiene Ucrania. Ucrania depende vitalmente de sus aliados occidentales, empezando por Estados Unidos, y, por lo tanto, depende de algo que no puede controlar, no está en sus manos. Y eso la coloca en una situación de debilidad, en la medida en la que no puede garantizar que, dependiendo de lo que ocurra, por ejemplo, en Estados Unidos el próximo día 5 de noviembre la Casa Blanca vaya a seguir apoyándola económica y militarmente y si no la apoya, evidentemente, Ucrania no es capaz de resistir por sí sola.

—¿Cuál es su opinión sobre el cambio de posición del Gobierno español respecto a la soberanía del Sáhara Occidental?

Creo que a estas alturas todavía queda por explicar por parte del Gobierno español las razones últimas de su cambio de orientación. Por un lado, porque va en contra de la posición histórica que ha mantenido España, los gobiernos españoles. Por otra parte, porque va en contra del derecho internacional, que determina que el Sáhara Occidental es un territorio a descolonizar. Y, por otra parte, tampoco tengo nada claro que ese cambio de posición española nos garantice nada con respecto a Marruecos, sea en términos de control de la inmigración irregular, sea en términos de control del narcotráfico, sea en términos de control de la amenaza terrorista. Y, por lo tanto, creo que hoy por hoy ese giro, que se puede entender si se explica a la sociedad española, todavía sigue lleno de oscuridad y mientras tanto deja a España alineada con Marruecos sin que tengamos nada claro que hemos sacado a cambio de ello. Y mientras tanto, obviamente, los saharauis han quedado abandonados en la medida que España era prácticamente el último que mantenía esa posición después de que EE UU haya reconocido el Sáhara Occidental como territorio marroquí y después de que Francia se haya volcado también alineándose con Marruecos.

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