Violencia sexual

Lecciones del caso Pelicot: una víctima inusual que ha sentado en el banquillo a la "cultura de la violación"

El proceso, que ha marcado un antes y un después en la lucha contra las agresiones sexuales, ha visualizado la violencia en el seno de las parejas, con el agravante de la sumisión química y la participación de decenas de hombres

Gisèle Pelicot.

Gisèle Pelicot. / EP

Patricia Martín

Madrid

Elcaso Pelicot ha llegado este jueves a su fin, con la condena del monstruo Dominique Pelicot y sus discípulos, pero el proceso supone un antes y un después en la lucha las violencias machistas. En primer lugar, porque visualiza las agresiones sexuales en el seno de las parejas, uno de los ámbitos más silenciados, con el agravante del uso de la sumisión química y la participación de decenas de hombres. Y, en segundo lugar, porque Gisèle Pelicot y su lema, ‘la vergüenza debe cambiar de bando’, se ha convertido en un poderoso símbolo del feminismo y la lucha contra las violencias sexuales.

Desde Pedro Sánchez al PP, dirigentes de todos los colores políticos y representantes de un sin fin de colectivos, han destacado, tras conocer la sentencia, la valentía de la víctima francesa por haber “sentado en el banquillo al machismo y a la cultura de la violación”, según el resumen efectuado por la ministra de Igualdad, Ana Redondo.

Son muchos los hitos que han marcado este proceso, pero estas son las ocho lecciones más importantes, a juicio de cuatro destacadas especialistas en violencia machistas:  

Una víctima inusual

El perfil de Gisèle dista mucho del prototipo 'clásico'. Se trata de una mujer de 72 años, madre y abuela, que ha sido violada por su marido y decenas de hombres durante 10 años, mientras dormía por efecto de las drogas. Además, cuando tuvo constancia de la situación, en lugar de esconderse dada la humillación y vejación a la que fue sometida, decidió que el juicio fuera público para que “la vergüenza cambiara de bando” y fueran los agresores los que recibieran la condena social. De esta forma, “ha deconstruido el prototipo de víctima” y ha reforzado “su dignidad a la par que ha deconstruido el de los agresores”, según destaca Alba Alfageme, psicóloga especialista en violencia machista.

Los agresores y la cultura de la violación

A la vez, el proceso ha destapado la llamada ‘cultura de la violación’, en referencia a la extensión y gravedad de la violencia sexual. “Nos ha permitido ver que los agresores responden a muchos perfiles y cómo el patriarcado se mueve con impunidad: los agresores se creían con derecho a violar a Gisèle mientras dormía y les parecía normal”, reflexiona Paula Narbona, abogada penalista.

Mientras que Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, considera que el proceso “ha despertado muchas conciencias” en torno a que hay que “abordar la violencia de género como algo estructural y ver qué está pasando para que más de 50 hombres, de cualquier edad y condición, sometan y vejen a una mujer como si de un objeto cualquiera se tratara”. “Gisèle Pelicot es una mujer valiente, que nos ha regalado su sororidad, que nos ha hecho ver que la vergüenza debe cambiar de bando y que aquí hay una única víctima, que es ella, pero también que tenemos una sociedad machista y enferma, donde la cultura de la violación campa a sus anchas y que es hora de erradicar”.

La vergüenza cambia de bando

Gisèle ha conseguido lo que se ha propuesto. “Que la vergüenza cambie de bando no solo se ha convertido en un lema feminista, sino en una realidad porque el juicio público ha permitido conocer y poner el foco en los agresores y cómo se comportaban y ha hecho que el juicio social recaiga sobre ellos”, destaca Beatriz Bonete, socióloga experta en género.

La credibilidad

Por tanto, este caso y la reciente dimisión en España de Íñigo Errejón -denunciado por varias mujeres por acoso y violencia sexual- “demuestran que ahora se cree a las víctimas y que el miedo ha cambiado de bando”, según añade Bonete. No obstante, Paula Narbona puntualiza que “todavía queda mucho trabajo en este campo” porque muchas de las denuncias contra agresores que han salido a la luz en las redes tras la caída del exlíder de Sumar se han realizado desde el anonimato, porque las víctimas aún tienen miedo a revelar su identidad, que no se las crea y se las someta a escarnio público.

Las parejas

Otro de los hitos que ha marcado el proceso francés es que ha visualizado que las agresiones sexuales también suceden en el seno de las parejas. De hecho, las estadísticas indican que el 60% de las violaciones son cometidas por personas conocidas por las víctimas, como sus parejas, vecinos o amigos. Dominique Pelicot llevaba casado 50 años con su esposa cuando decidió someterla a terribles vejaciones.

La sumisión química

En el imaginario colectivo se piensa que se usan las drogas para dejar inconscientes a las víctimas en ambientes festivos, pero en este caso Dominique Pelicot lo usaba “en su vida diaria”, lo que, a juicio de Bonete, “permite entender mejor qué es verdaderamente la sumisión química”.

El apoyo

Otro de los triunfos de la víctima francesa es el apoyo social que ha recibido. “Ha habido una revolución de apoyo hacia Gisèle", sostiene Alba Alfageme.

La sentencia

No obstante, el fallo ha dejado un cierto regusto agridulce, debido a que la mayor parte de los acusados han recibido una condena inferior de lo que solicitaba la fiscalía. Más allá de eso, Dominique Pelicot ha sido condenado a la pena máxima y por todos los delitos (20 años de prisión) y todos los acusados han sido declarados culpables.

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