Elecciones federales
Las 5 claves del vuelco electoral en Alemania: ¿Quién gobernará con Merz? ¿Aguantará el cordón contra los ultras? ¿Por qué ha fracasado la izquierda?
Los resultados solo permiten una coalición entre conservadores y socialdemócratas si se excluye a la extrema derecha

Las elecciones alemanas: claves de un giro anunciado a la derecha

Los pronósticos no han fallado y el bloque conservador de Friedrich Merz, integrado por la Unión Cristianodemócrata y su hermanada Unión Socialcristiana bávara (CDU/CSU) se alzaron en estas elecciones legislativas como primera fuerza con un 28,5% de los votos. La primera economía europea giró a la derecha, con la ultraderecha convertida en segunda fuerza por primera vez en la historia de la República Federal de Alemania (RFA) y un resultado espectacular para un partido proscrito: un 20,8%.
A los partidos que formaron el tripartito con que el canciller Olaf Scholz llegó en 2021 al poder se les pasó factura por una legislatura fallida y marcada por la recesión: el Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz se desplomó a su mínimo histórico, con un 16,4% ; los Verdes del ministro de Economía, Robert Habeck, quedaron en el 11,6% y el Partido Liberal (SPD) del exministro de Finanzas, Christian Lindner, causante del hundimiento de la coalición, quedará degradado a extraparlamentario, con un 4,3%. La Izquierda histórica, que parecía deshauciada, vuelve a sonreír, tras alzarse con un 8,5%. Y la escisión prorrusa de Sahra Wagenknecht se queda sin escaños.

Los conservadores volverán al Gobierno alemán con una ultraderecha más fuerte que nunca / EFE
Friedrich Merz, de 69 años y rival histórico de Angela Merkel entre la familia conservadora, ha jurado en toda su campaña que no se aliará ni buscará ningún tipo de apoyo en la AfD. Todo apunta a que pactará una gran coalición con los socialdemócratas como las que dirigió Merkel en tres de sus cuatro legislaturas. Merz y Scholz llegaron a la recta final de la campaña comportándose en sus debates televisados con cierta complicidad. Tras difundirse los primeros resultados, ambos expresaron su respeto hacia el otro.
Los dos grandes partidos comparten las líneas maestras en política exterior, el compromiso con la ayuda a Ucrania y con Israel, son europeístas y asisten con espanto a las andanadas antieuropeas de Donald Trump. La amenaza de aranceles y el apoyo a la ultraderecha mostrada por el trumpismo han resquebrajado el eje Berlín-Washington. La reedición de la ‘groko’, como se denomina en Alemania a una gran coalición, es la única aritméticamente posible para tener una mayoría parlamentaria. El líder conservador ha desestimado la opción de un gobierno de minoría, una fórmula compleja en un país como Alemania, obsesionado por la estabilidad.

Alice Weidel / SOEREN STACHE - DPA
La pregunta de hasta cuándo aguantará en Alemania el cordón sanitario contra la ultraderecha ha planeado sobre toda la campaña. El propio Friedrich Merz agrietó el ‘Brandmauer’, cortafuegos en alemán, al dejarse apoyar por la extremista Alternativa para Alemania (AfD) en dos votaciones parlamentarias sobre política migratoria. Pero incluso si no hubiera dado este paso, hay corrientes entre los conservadores, especialmente en el este del país, que reclaman abrirse al diálogo.
Alemania, hasta ahora, no ha caído en esa tentación, tal vez por el monstruoso peso histórico del nazismo. Pero también porque, a diferencia de otros extremismos derechistas europeos, la AfD en lugar de moderarse se ha radicalizado hasta niveles que han ahuyentado fuera de sus filas a figuras fundacionales del partido. La rotura del cortafuegos, de producirse, procederá a escala regional y del este, donde el AfD se ha alzado como primera fuerza. Aislarla ahí sitúa a las fuerzas democráticas al filo de la ingobernabilidad.

Colegio electoral en la capital de Alemania, Berlín / Europa Press/Contacto/Michael Kuenne
La reactivación de la economía en recesión y el cerrojo a la migración irregular son las dos prioridades declaradas de Merz. Alemania está en recesión desde 2023, sus puntales industriales están en crisis y sus infraestructuras básicas están anquilosadas tras décadas bajo el dogma de la austeridad. Así fue bajo la canciller Angela Merkel y así ha sido también con Olaf Scholz. A los problemas heredados de su antecesora, ha sumado Scholz el sabotaje interno de sus ya exsocios liberales, aferrados al freno a la deuda, mecanismo Constitucional que limita el endeudamiento.
Merz se ha abierto a reformarlo para activar las inversiones, pero apunta a recortes en subsidios básicos que ponen en peligro la cohesión social. Será difícil encontrar una vía de encuentro con sus potenciales socios socialdemócratas asimismo en materia migratoria. Todo el centro político está de acuerdo en la necesidad de controlar la inmigración irregular y acelerar las expulsiones de migrantes radicalizados o con delitos graves. Pero el propósito de Merz de proceder a expulsiones en caliente vulnera las leyes europeas y las alemanas, según los socialdemócratas.

Scholz felicita a los conservadores por su victoria en las elecciones alemanas / EFE
Olaf Scholz llegó al final de la campaña asegurando que luchaba por la reelección, pese a que los sondeos descartaban esa opción. También dijo que nunca entraría en un gobierno con Merz como canciller. Seguirá en funciones hasta la formación del siguiente gobierno, pero dará un paso al lado y dejará que sea otro quien represente a los socialdemócratas en una futura coalición, tal vez su ministro de Defensa, Boris Pistorius. Los Verdes han salvado los muebles gracias a su electorado más fiel y pese a haber perdido la conexión con el voto joven.
Los liberales del exministro Christian Lindner, responsables del hundimiento del tripartito de Scholz, quedan relegados a extraparlamentarios. Es un golpe al tablero político, ya que el FDP fue durante décadas el partido bisagra por excelencia. En Berlín se recuerda, sin embargo, que ello no significa sí o sí su entierro. Durante la ‘era Merkel’ quedaron durante una legislatura sin escaños, para regresar a la siguiente al Parlamento). Por lo pronto, Lindner se retirará de la política activa.

La candidata a canciller alemana, Sahra Wagenknecht / Europa Press/Contacto/Bernd Elmenthaler
A la Izquierda histórica, una fusión entre el postcomunismo y la disidencia socialdemócrata, se la dio por desahuciada durante meses, a raíz del desgarro provocado en sus filas por una corriente prorrusa capitaneada por Sahra Wagenknecht. El pulso entre ambos partidos se saldó a favor de Die Linke, o izquierda clásica, impulsada por el veterano Gregor Gysi, su líder más carismático. Pero también gracias brío de su nueva líder en el Parlamento, Heidi Reichinnek.
Su defensa apasionada ante el Bundestag del cordón sanitario dejó en evidencia a los Wagenknecht, que había respaldado con su voto la dura línea migratoria propugnada por Merz y secundada por la ultraderecha. La Izquierda ha remontado en cuestión de semanas los sondeos y es, además, primera fuerza en Berlín. El partido de Wagenknecht, un hibrido entre el populismo prorruso y antiasilo, se desinfló y quedará fuera, al obtener un 4,9 % de los votos.
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