Perfiles políticos

Por qué la ultraderecha tiene rostro de mujer

Así esquivan las líderes de la nueva extrema derecha europea la aparente divergencia entre su experiencia personal y los valores que defienden sus partidos

De izquierda a derehca, las líderes de la ultraderecha europea Meloni, Weidel y Le Pen.

De izquierda a derehca, las líderes de la ultraderecha europea Meloni, Weidel y Le Pen.

Daniel G. Sastre, Marta López

Pocas mujeres están más alejadas del prototipo de ‘trad-wife’ que Alice Weidel. La líder de Alternativa por Alemania (AfD), gran triunfadora de las elecciones del pasado domingo en su país, es lesbiana y su pareja, con la que tiene dos hijos adoptados, procede de Sri Lanka. Y sin embargo, ahí está, encabezando a la extrema derecha alemana y defendiendo los valores de toda la vida. Como ella, Giorgia Meloni, madre soltera, y Marine Le Pen, dos veces divorciada, abanderan con éxito las opciones ultras en Italia y Francia; y, como ella, están a kilómetros de encajar en el cliché de mujer conservadora tradicional.

“De hecho, Weidel, Meloni y Le Pen se presentan como mujeres modernas, muy alejadas de los modelos de género y familia más tradicionales: divorciadas, solteras, casadas de nuevo, lesbianas. Y llama la atención la divergencia entre su perfil biográfico y la visión hiperconservadora de la familia y las relaciones de género de los partidos que lideran”, dice Giorgia Serughetti, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Milán-Bicocca y autora del libro ‘Potere di altro genere’ (Donzelli), ‘Poder de otro género’, recién publicado en su país y que aborda cuestiones relacionadas con el papel de la mujer y el feminismo dentro de la política.

¿Cómo esquivan las líderes de la nueva extrema derecha europea la aparente divergencia entre su experiencia personal y los valores que defienden sus partidos? En el relato con el que se explican a sí mismas, sostiene Serughetti, está la clave: “Presentan la emancipación de las mujeres como un esfuerzo individual, y no como un compromiso colectivo. La libertad no es vista como el resultado de un proceso de consecución de derechos para todos mediante la lucha contra las desigualdades estructurales, sino como el resultado de la capacidad excepcional de unos pocos para romper el techo de cristal. Por eso puede combinarse con una visión reaccionaria de la sociedad y de la familia”. Y por eso esta experta usa para ellas la etiqueta de “emancipacionismo reaccionario”.

Ambigüedad calculada

En conversación con este diario, la profesora de la Universidad de Milán-Bicocca sostiene que esa distancia entre vida de sus líderes y discurso político “permite a la derecha radical mantener la ambigüedad sobre los derechos civiles y la política familiar”. Es decir, que la ayuda a presentarse como una opción homologable al resto. Y lo mismo ocurre simplemente con su condición de mujeres: “Los líderes de la extrema derecha y de la derecha radical tienen en común el rasgo específicamente populista de presentarse como ‘outsiders’ del sistema político, como representantes del pueblo, de la gente común. Y creo que parte del éxito de las mujeres líderes de estas fuerzas políticas radica en el hecho de que son ‘outsiders’ en un doble sentido, que pueden presumir de una doble extrañeza en el sistema político: como mujeres históricamente excluidas del campo de la política, y como representantes de fuerzas políticas hostiles al ‘establishment’, inmunes a la corrupción moral de la élite”.

Hay otros analistas que consideran que Le Pen, Meloni o Weidel representan un nuevo modelo de marketing político de la extrema derecha, que busca ofrecer una imagen más moderna y renovada bajo la batuta de una mujer. Se abona en parte a esta tesis Xavier Casals, historiador especializado en la extrema derecha, que reflexiona sobre como estos liderazgos pueden ser contradictorios con sus partidos -muy evidente en el caso de Weidel que es lesbiana en una fuerza que defiende postulados homófobos- y apunta ahí "a un liderazgo más estratégico que otra cosa a efectos de comunicación". Este historiador sostiene que lo que toca analizar es si "el hecho de que haya mujeres en el liderazgo se traduce en una mayor influencia de las mujeres en sus partidos, en los cuadros de dirección y cuadros intermedios".

El discurso antiislámico

Para Casals, aunque pueda parecer sorprendente que las tres grandes fuerzas ultraderechistas europeas estén ahora lideradas por mujeres, esto es el resultado de una transformación de la extrema derecha que se inició a partir del atentado de las torres gemelas, en el 2001. "Globlamente, la extrema derecha se reinventó a partir de un discurso antiislámico que se dirigió mucho más a las mujeres, señalando que el avance del islam, sin distinguir entre el moderado y el fundamentalista islámico, les haría perder su derechos. Esto le permitió ensanchar su audiencia electoral y cierta feminización de su electorado", afirma este historiador.

En opinión de Serughetti, hay otra circunstancia que ayuda a explicar que los partidos más importantes de la ultraderecha europea tengan, hoy por hoy, cara de mujer: el hecho de que la manera femenina de hacer política pueda ‘dulcificar’ la apariencia de opciones que de otro modo podrían ser difíciles de asimilar para el grueso de los electores. “El liderazgo femenino, sobre todo en la derecha, consigue transmitir un mensaje más tranquilizador y protector que el liderazgo masculino musculoso y lleno de testosterona. Da a las fuerzas políticas un rostro más ‘suave’. Y esto puede ser funcional para aumentar su consenso entre los votantes moderados, además de atraer al electorado femenino”, afirma.

Resultados muy llamativos

De hecho, el resultado de Weidel –ha colocado a AfD por encima del 20% de apoyos, en una histórica segunda posición y por delante del SPD hasta ahora en el gobierno- no habría sido posible sin un crecimiento en el electorado femenino. Aunque todavía sigue lejos tanto de ser la opción preferida por las mujeres –lo fue la CDU, claro vencedor de los comicios- como de atraer por igual a los dos géneros, porque los votos de hombres a AfD estuvieron siete puntos por encima, el hecho de que más de un 17% de las mujeres eligieran a Weidel supone un incremento de 10 puntos con respecto a las elecciones de 2021, el mayor con diferencia entre todos los partidos con representación. En un país tan connotado con respecto a las opciones ultras como Alemania, son unos resultados muy llamativos.

Y ese es precisamente uno de los principales inconvenientes que debe vencer la extrema derecha por ejemplo en España si quiere convertirse en una opción real de gobierno: mientras que las encuestas del CIS muestran un elocuente giro a la derecha de los hombres jóvenes (en el último barómetro el número de los que se consideran de derechas entre los que tienen 18 y 24 años escala hasta casi el 60%), no ha sucedido lo mismo con las mujeres jóvenes, que siguen declarándose de izquierdas en su gran mayoría.

Es decir, que en los laboratorios políticos de este tipo de partidos han comprobado de nuevo con Weidel lo que ya mostró el éxito de Meloni y Le Pen: que un liderazgo femenino puede ayudar a reducir mucho esa brecha de género entre los votantes. “Parece particularmente eficaz el uso político del papel de madre que han sabido hacer dirigentes como Meloni y Le Pen: un maternalismo identitario que consigue asociar el cuidado de la familia al del ‘pueblo’, también en clave nativista, es decir, para distinguir a los hijos propios de los ajenos, de los que pertenecen a la ‘nación’ y de los que le son ajenos”, añade Serughetti.

Empoderadas

Meloni, Le Pen y Weidel se exhiben como mujeres empoderadas, y se valen de una retórica pretendidamente feminista para reinterpretar los derechos de las mujeres. Así, la cuestión de la maternidad está muy presente en el discurso de la extrema derecha y es muy evidente en el caso de Meloni, que en 2019 lanzó una proclama que se ha convertido en eslogan: "Soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana, y eso no me lo pueden quitar".

La primera ministra italiana defiende su visión “feminista” de la realidad, que comienza por su decisión de hacerse llamar presidente en lugar de presidenta y por evitar vincular sus luchas a políticas de género, para centrarlas en políticas sobre la maternidad. Le Pen, por su parte, se declara feminista "no hostil" y encaja perfectamente en la definición de 'feminacionalismo' acuñada por la académica italiana Sara R. Farris para referirse a la ideología nacionalista que se escuda detrás de algunos postulados del movimiento ferminista para esconder su racismo y motivaciones xenófobas. Así, Le Pen enarbola la igualdad de género como una conquista de Occidente amenazada por la llegada de inmigrantes y utiliza la defensa de las mujeres para justificar su ideología excluyente. También Weidel se abona a esta tesis, y relacionando inmigración y delincuencia ha afirmado: "Como mujer, quiero poder coger el último tren de cercanías por la noche sin miedo».

En cualquier caso, no parece que el éxito de Weidel, Meloni y Le Pen pueda apuntarse al haber del feminismo. Al menos, de una concepción clásica de ese movimiento. Las tres subrayan que son mujer como una característica básica de su perfil, pero al mismo tiempo se distancian de la historia del feminismo como corriente que busca transformar el orden social. “En la construcción de sus biografías políticas, ser mujer supone poseer cualidades excepcionales que explican su capacidad para abrirse camino y ganar poder, a contracorriente y contra viento y marea. Por ello, se ofrecen como modelos a seguir para otras mujeres. Al mismo tiempo, sin embargo, su ascenso al poder no se entiende como parte de los esfuerzos políticos colectivos de las mujeres”, ni como resultado de, por ejemplo, cuotas de género, explica Serughetti.

“Si entendemos el feminismo como un movimiento colectivo que lucha por el cambio, por la construcción de un orden social que sea justo para todos, entonces no solo no debe considerarse un progreso la victoria de las mujeres al frente de las fuerzas reaccionarias, sino que el feminismo debe considerarse incompatible con proyectos políticos nativistas, autoritarios y conservadores, incluso cuando se impulsan a través del protagonismo de mujeres emancipadas de los roles de género tradicionales”, concluye.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents